Desde Entreculturas hemos celebrado un espacio de diálogo sobre los contextos migratorios que tienen lugar en dos de las enclaves con mayor movilidad humana del mundo: la frontera sur mexicana con el corredor de población centroamericana hacia Estados Unidos a través de Comalapa, y la frontera sur española con el flujo de población africana hacia Europa a través de Melilla.
El desayuno ha sido presentado y conducido por Cristina Manzanedo, responsable de Migraciones de Entreculturas; y ha contado con la participación de dos entidades sociales de la Compañía de Jesús que trabajan con población en movilidad. Ricardo Machuca, director de SJM México; y María Vieyra, abogada de SJM España, han dialogado sobre la vulnerabilidad que sufren las personas migrantes y refugiadas en tránsito fronterizo y han reflexionado sobre el riesgo vital que las políticas de externalización y securitización de control migratorio generan en las personas.
El rol de la sociedad civil es esencial en el acompañamiento y la defensa de derechos de los colectivos migrantes. “Más del 90% de la población migrante es atendida por las entidades de sociedad civil y la ciudadanía particular en el tránsito de personas centroamericanas por México hasta Estados Unidos”, señalaba Ricardo Machuca de SJM México. “Más de 9.000 personas han pasado por la frontera sur española, originarias de Magreb y África Subsahariana, con una gran precariedad y sufrimiento en territorio marroquí”, contaba María Vieyra. La respuesta de entidades sociales, y en particular, de la Iglesia es muy grande y necesaria en estos contextos. “Hay una red de 120 albergues en los más de 3.500 kilómetros que atraviesan México. La Iglesia está presente y es un actor muy relevante”, apuntaba Machuca.
La vulneración de derechos es una constante que aprecian las organizaciones de sociedad civil. “En España identificamos dificultades de acceso al territorio y por tanto a protección internacional, devoluciones sumarias sin garantías jurídicas, limitaciones a la libertad de movimiento de solicitantes de asilo, ausencia de políticas públicas de integración y bienestar. Todo ello conlleva un gran riesgo para la vida de los migrantes, ya que no les queda más remedio que acudir a rutas de mayor peligrosidad”, apuntaba Vieyra. En el caso mexicano, “se producen devoluciones en caliente sin derechos, la Guardia Nacional que forma un muro humano no está capacitada para atender a la población migrante. Además, hay una restricción creciente a la labor de la sociedad civil. Se genera un gran riesgo de desprotección y de vulnerabilidad de las personas migrantes. Y la respuesta del Gobierno apela a una migración legal y ordenada”, en palabras de Machuca.
Precisamente sobre los marcos políticos migratorios, Machuca señalaba que “la externalización de fronteras de la administración Trump en Estados Unidos señala a México como un tercer país seguro donde los migrantes son devueltos, sin acceso a protección internacional, separando y desgarrando familias, y sabiendo la peligrosidad que existe en ciertos lugares”. María Vieyra apuntaba en la misma línea que “se han potenciado devoluciones indirectas en acuerdos de Estados de la Unión Europea con terceros países, como Italia con Libia, Grecia con Turquía, y España con Marruecos y Mauritania”.
Pese a todo, hay esperanza en la labor de las entidades sociales y en la propia resiliencia de las personas migrantes y refugiadas. “El lado positivo lo traen las propias personas migrantes con sus sueños, sus miradas, sus ganas de seguir el camino pese a las dificultades, en busca de un proyecto de vida digno y con futuro”.
