En abril de 2023, la violencia se intensificó en Sudán, desatando una de las mayores crisis humanitarias del mundo. Dos años después, los enfrentamientos han forzado a más de 13 millones de personas a abandonar sus hogares, muchas de ellas cruzando las fronteras hacia países vecinos como Sudán del Sur o Chad. Al mismo tiempo, los servicios esenciales como la educación, la salud o el acceso a alimentos han colapsado, dejando a la población en una situación de extrema vulnerabilidad.
Apoyo humanitario sobre el terreno
Desde Entreculturas apoyamos el trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), presente en zonas fronterizas como el centro de tránsito de Renk, en Sudán del Sur. Allí, el JRS ofrece acompañamiento educativo, apoyo psicosocial, atención en salud mental y espacios seguros para la infancia. Además, trabajamos para satisfacer necesidades esenciales como la provisión de alimentos, artículos de primera necesidad y la implementación de actividades de reconciliación comunitaria.
Vidas marcadas por la violencia
Musa*, una mujer sudanesa de 28 años, huyó de su hogar en Nyala, en el suroeste de Sudán, junto a sus dos hijos gemelos. En un su testimonio, describe los momentos previos a su huida:
“Vimos aviones bombardeando desde el cielo. Nos refugiamos tras el muro de una mezquita, mientras otros yacían en el suelo, sin esperanzas de sobrevivir. La zona estaba abarrotada de ancianos y niños, y las bombas caían a pocos metros de nosotros. Por mucho que me esfuerce en describirlo, no puedo transmitir toda la intensidad de la situación. El miedo, el caos, la desesperación. Fue algo que nunca pensé que viviría”.
En ese instante de horror, Musa y su familia decidieron escapar. Después de caminar durante días, llegaron al centro de tránsito de Renk, en Sudán del Sur, donde encontraron refugio junto a miles de otras personas desplazadas. El centro de Renk, construido con la ayuda de socios humanitarios, se ha visto desbordado por la llegada masiva de personas refugiadas, lo que dificulta la capacidad de los servicios básicos para atender las necesidades inmediatas.
“No hay palabras para describir el inmenso sufrimiento que han padecido los sudaneses y sursudaneses en un Sudán desgarrado por la guerra durante los dos últimos años: hambre extrema, asesinatos y la horrible realidad de presenciar cómo violaban a mujeres y asesinaban brutalmente a otras. Sufrimos como víctimas atrapadas entre dos fuerzas poderosas que luchan, desatando su furia contra civiles corrientes, incluidos mujeres y niños”, afirma.
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), desde el inicio de la crisis, más de 350.000 personas han cruzado a Sudán del Sur, y la mayoría ha llegado por la frontera de Renk, donde las condiciones de vida son extremadamente difíciles.
Una infancia sin escuela
En el centro de tránsito, los hijos de Musa tienen acceso a espacios adaptados para niños, pero no reciben educación formal:
«Mis gemelos tienen un espacio donde pueden jugar y estar tranquilos, pero no van a la escuela. Yo espero que algún día puedan ir a la escuela, para que no tengan que pasar por lo mismo que yo, para que también puedan servir a los más necesitados. Es mi único deseo».
El acceso a la educación es un derecho que se les niega a muchos niños y niñas en Sudán y en los países vecinos, y la falta de educación pone en riesgo su futuro.
La urgencia de una respuesta internacional
El conflicto en Sudán ha dejado una huella devastadora y millones de personas desplazadas. Las organizaciones humanitarias, como el JRS, están haciendo todo lo posible para ofrecer ayuda, pero los recursos siguen siendo insuficientes ante las crecientes necesidades.
Dos años después, sigue siendo urgente una respuesta internacional decidida para apoyar a las personas desplazadas y garantizar su acceso a ayuda humanitaria, educación y atención médica. La comunidad internacional debe reafirmar su compromiso con la paz y la justicia, promoviendo un esfuerzo diplomático que ponga fin a la violencia y que busque soluciones sostenibles para el pueblo de Sudán.