El pasado 30 de junio, la Unión Europea junto con las Naciones Unidas presidieron la cuarta Conferencia de Bruselas sobre el apoyo al futuro de Siria y la región. El objetivo fundamental de este evento de alto nivel es mantener a la crisis siria en lo más alto de la agenda internacional, tratando de aunar esfuerzos para lograr una solución política al conflicto, apoyar la reconstrucción pacífica del país y obtener recursos para proporcionar ayuda humanitaria a los millones de personas que están viéndose afectadas por el conflicto.
La conferencia reunió a unos 80 gobiernos y organizaciones no gubernamentales y consiguió el compromiso de 6,9 mil millones de euros, de los cuales 5,7 provienen de estados miembros de la UE. Aunque la generosidad es bien apreciada, teniendo en cuenta la recesión a nivel mundial que está provocando la pandemia del COVID-19, el importe está lejos de las necesidades de financiación reales y de lo esperado en la conferencia (unos 9 mil millones de euros). Asimismo, no se consiguieron grandes avances en los temas que se consideran de primera urgencia, como el cese total de las hostilidades y la planificación de reconstrucción pacífica del país, que tendrán que esperar a que se llegue a la tan ansiada solución pacífica al conflicto, la cual sigue a día de hoy realmente atascada.
Este año el conflicto en Siria ha entrado en su triste décimo aniversario y las cifras hablan por sí solas. Cuando comenzó el conflicto en 2011, Siria era un país con unos 22 millones de personas. A día de hoy, se estima que aproximadamente la mitad ha tenido que dejar sus hogares de forma forzosa, de los cuales 6,1 millones se han desplazado dentro del país y 5,5 han cruzado la frontera. Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, la cifra de la pérdida de vidas humanas se habría elevado en torno las 580.000 personas.
Tanto en Siria como en alguno de los países vecinos que hospedan a un gran número de población refugiada, la situación es dramática. Aún sin terminar de dimensionar los efectos que la pandemia del COVID-19 está provocando sobre la población siria, a principios de 2020 y según cifras de ACNUR, aproximadamente el 80% de la población siria vivía bajo el umbral de la pobreza. En Siria, la inflación, la devaluación de la moneda y las recientes sanciones impuestas por EE.UU están ahogando las ya mermadas economías familiares. El país se ha visto arrastrado también por la grave crisis económica que atraviesa el país vecino, Líbano, del cual Siria depende significativamente para su estabilidad financiera y donde viven aproximadamente 1,5 millones de personas refugiadas sirias.
Junto a la crisis económica, la población siria vive una grave crisis de educación. Desde que comenzara el conflicto, según cifras de UNICEF, más de un tercio de las escuelas en Siria han quedado inutilizadas y unos 2,8 millones de niños y niñas están fuera del sistema educativo (800 mil en países vecinos), lo que conlleva unos niveles muy altos de trabajo infantil, matrimonio precoz, y una fuerte exposición a otros tipos de abusos como la explotación sexual por parte de bandas criminales, especialmente para las niñas que están desproporcionadamente más expuestas a este riesgo.
Desde Entreculturas consideramos que no puede concebirse un futuro para el pueblo sirio si no se garantiza el acceso a una educación inclusiva y de calidad para toda su población. En primer lugar, porque el derecho a la educación es un derecho inherente al ser humano que no desaparece en situaciones de emergencia y que está reconocido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en la Convención sobre los Derechos de la infancia. A su vez, es un derecho fundamental para la consecución de otros derechos y es la herramienta más poderosa para propiciar el cambio hacia la justicia social y prevenir el uso de la violencia para la resolución de conflictos.
Actualmente, Entreculturas, de la mano de nuestro socio el Servicio Jesuita para Refugiados (JRS), ofrecemos programas integrales de educación formal, no formal e informal a cerca de 4.000 niños y niñas cuyas familias han tenido que huir de la guerra en Siria, y viven en Líbano en asentamientos informales o viviendas precarias. Entreculturas y el JRS concebimos las escuelas como espacios seguros donde se proporciona una educación que garantiza el aprendizaje sin discriminación alguna y se protege a las niñas, niños y jóvenes de manera integral a través de la atención psicosocial y psicológica para fortalecer su capacidad de resiliencia y recuperación.
En Entreculturas creemos firmemente que el acceso a una educación inclusiva y de calidad para el pueblo sirio facilitará el proceso de paz y cimentará los pilares para la reconstrucción pacífica y el proceso de reconciliación que el país ha de afrontar en los próximos años.
Fotos © Kristof Holvenji