Foto: Irene Galera
Sadié tiene 13 años. Su familia es sudanesa, pero ella nació en Chad, en el campo de refugiados de Djabal, situado en la región chadiana de Goz-Beida. A diferencia de otros niños y niñas del campo, Sadié no pudo ir a la escuela hasta los ocho años a causa de su diversidad funcional: una parálisis en las piernas le impedía caminar. El trayecto hasta el colegio era todo un reto y su falta de movilidad hizo que pasara la mayor parte de su tiempo en casa, lo que afectó tanto a su desarrollo académico como personal.
El pasado mes de noviembre, Sadié recibió un triciclo gracias al apoyo de nuestra organización socia, el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), como parte de un programa que tiene como objetivo proporcionar los recursos necesarios para mejorar la movilidad de niños y niñas como ella. “Su situación fue identificada por primera vez en 2018, gracias a la anterior Punto Focal de Protección de la Infancia”, nos cuenta Woura Mailabele, del equipo de JRS Chad. “Vimos una vez a su madre que la llevaba en brazos camino al hospital y debíamos actuar”.
JRS ha creado un fondo especial para la compra de triciclos, carritos y muletas para niños y niñas que necesitan una atención especial. Como contamos en esta noticia con motivo del Día de las Personas con Discapacidad, el programa ayudó a un total de seis niños en el campo de Djabal y a cuatro más en Goz-Amir, en la región de Goz-Beida: 10 niños y niñas que pueden seguir con sus estudios y pasar más tiempo con sus amigos, amigas y familiares.
Fatna, la madre de Sadié, se siente muy feliz de que su hija pueda salir con sus hermanos y hermanas. “Antes de tener el triciclo era muy difícil que se moviera, por eso siempre estaba en casa… y no me gustaba nada”, afirma.
“Yo soy la tercera más joven y ahora estoy viviendo con mi madre y tres hermanos en una misma casa. Los cuatro vamos a la escuela y mi madre es la única que trabaja”, nos cuenta Sadié. “Antes de recibir el triciclo tenía que gatear y me ensuciaba toda la ropa. Ahora voy al colegio con mi hermana y mi hermano, puedo visitar a mi tía, quedar con mis amigos y amigas y volver a casa sin problema”.
A Sadié le gusta mucho ir al colegio y estudiar sus asignaturas favoritas: el árabe y las matemáticas. En un futuro, le gustaría convertirse en mecánica, y es consciente de la importancia de aprender y formarse. Gracias a su triciclo y a la educación, puede cumplir el deseo de su madre, Fatna: “que pueda cuidarse sola y que se valga por sí misma”.
Su historia de superación nos invita a mantener una mirada de esperanza, a pesar de todas las dificultades que estamos atravesando. Las dificultades nos hacen crecer y, como en el caso de Sadié, muchas veces, son lo que nos empuja a seguir adelante.