A raíz de la Covid-19 y nuestra respuesta ante la emergencia, desde Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) Burundi pusimos en marcha un proyecto para promover pequeños negocios de producción de jabón en el campo de personas refugiadas de Kinama (Burundi) durante 2020 y 2021. De esta manera, la población refugiada tendría mayor acceso a productos de higiene para prevenir los contagios y las personas participantes en los talleres tendrían la oportunidad de trabajar y obtener ingresos en medio de una crisis económica mundial.
La puesta en marcha de este proyecto ha dado como resultado la creación de una cooperativa para fabricar jabones en la que participan 23 personas refugiadas de origen congolés y 3 burundeses.
Aseli Isembe es uno de ellos. Este joven congoleño llegó a Burundi en 2012 tras huir de la violencia de la República Democrática del Congo. A pesar de haber completado sus estudios, Aseli tenía problemas para encontrar trabajo, de manera que cuando le llegó la información sobre un curso para crear jabones no dudó en inscribirse.
El curso consistía en una intensa preparación tanto teórica como práctica que incluía la formación en gestión y una oportunidad para realizar prácticas. “Lo que más me motivaba fue saber cómo hacer y vender jabones para generar dinero y salir adelante”.
Una vez completado el programa, Aseli, sus otros compañeros/as refugiados del curso, así como 3 burundeses, entraron en la cooperativa de jabones. La doble labor de esta cooperativa implica tanto las oportunidades laborales de sus participantes como las mejores condiciones sanitarias que el producto trae consigo para prevenir enfermedades y virus. Y es que la pandemia ha puesto en evidencia la importancia de una buena higiene de manos.
Durante su primer año de funcionamiento crearon alrededor de 30.000 barras de jabón. Aun así, Isembe asegura que no se conforman con eso: “nuestra visión es la de expandir nuestra fábrica para tener un amplio mercado del que sacar mayores beneficios, incluso queremos algo de financiación y de apoyo, para tener una buena vida y ser grandes empresarios”.
En la cooperativa también se encuentra Fedha Pendege, otra refugiada congoleña que igualmente recibió formación para fabricar jabones. Ha tenido que esforzarse enormemente para poder mantener a su familia. Pendege logró salir de una situación delicada, que ella misma cuenta: “antes no hacía nada porque no había nada que hacer, estaba siempre en casa y sin trabajo”.
Al igual que Isembe, Pendege acogió la oportunidad para desarrollar unas habilidades que le ayudarían a encontrar trabajo. “El trabajo me ayudará en la vida, nos ayudará a todos”, concluye, esperanzada. De la cooperativa lo que más le gusta es el trabajo colectivo: “el trabajo de una sola persona es simplemente imposible, trabajamos juntos, juntas, para avanzar e ir rápido”.
Nos explica el proceso de producción de jabones, que comienza vertiendo ácido cáustico en un barril. Tras ello se mide una cantidad exacta de agua y se añade, para mezclar bien. Con la temperatura adecuada se incluyen aceite de palma y harina a la mezcla, y el producto resultante se cocina durante 45 minutos para luego dejarlo enfriar. Tras un par de días ya se pueden cortar y preparar pastillas para su venta.
Fedha Pendege posee una visión solidaria y a su vez emprendedora. Planea enseñar a otras mujeres lo que ella pudo aprender, e incluso abrir su propia tienda: “fabricar jabón me llevará lejos, me ayudará en la vida”, afirma con convicción.
Y es que las personas refugiadas tienen mucho que ofrecer a las comunidades de acogida, pero se enfrentan a múltiples obstáculos. Cuando tienen la oportunidad de demostrarlo el beneficio es mutuo, tanto para la persona refugiada como para la comunidad en su conjunto. Acoger y acompañar es siempre garantía de éxito.