
Viajamos a Colombia con Rozalén
FOTOS: Sergi Cámara
La cantautora y la intérprete en lengua de signos han recorrido el país de la mano de nuestras compañeras Raquel Martín y Elisa García, junto al equipo de Fe y Alegría Colombia, para conocer nuestros proyectos educativos, especialmente en contextos de mayor vulnerabilidad.
Actualmente, Colombia sigue inmersa en un proceso de consolidación de la paz tras el histórico acuerdo firmado en 2016 entre el Gobierno y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), que puso fin a más de cinco décadas de conflicto armado interno. Si bien el acuerdo ha sido un paso muy importante, el país todavía se enfrenta a desafíos en términos de seguridad y violencia. Este viaje se ha realizado en un momento clave en el proceso de paz, a pocos días de que se retomen las conversaciones con algunos disidentes de las FARC que todavía siguen activos.
En este contexto, las escuelas se han erigido como una herramienta imprescindible para la construcción de una cultura de paz. Y es que la educación ayuda a fomentar entre las nuevas generaciones la tolerancia, el diálogo y la comprensión mutua, promoviendo y extendiendo la convivencia pacífica y la superación de los conflictos de manera no violenta.
Rozalén y Beatriz han sido testigos de este poder transformador que tiene la educación especialmente en la ciudad de Guapí, donde Fe y Alegría Colombia, junto a otras organizaciones de la sociedad civil, trabaja por la reconciliación social a través de la educación socioemocional y ciudadana.
No te pierdas el diario de viaje.
DOMINGO, 23 DE ABRIL (Día 1)
Arrancamos nuestro viaje a Colombia con Rozalén y Beatriz en el día de Sant Jordi, un día de libros y de rosas que nos recuerda que la literatura es uno de los mejores regalos para las personas queridas. Aterrizamos en Bogotá, una ciudad de las artes que celebra el 35 aniversario de una de las ferias del libro más importantes del mundo.
Colombia es también un país de rosas, cerca del 60% de las rosas que se venden en Sant Jordi provienen de Ecuador y de Colombia. Son, además, las más preciadas, de tallo largo y de intenso color.
Colombia da flores al mundo y rezuma creatividad y cultura. Por encima y a pesar de los zarpazos de la violencia. En gran parte gracias a su gente, a una sociedad civil resiliente que desea que las cosas cambien, que lucha cada día por abrir paso a la vida.
Y a eso venimos, hoy nos dejamos guiar por Fe y Alegría barrio adentro, para conocer los esfuerzos de cientos de docentes, de niños y niñas y adolescentes, por preservar el derecho a la educación y al aprendizaje. Visitaremos tres centros educativos de Fe y Alegría en Engativá, el hogar infantil «Travesuras» y los programas de formación para el empleo de Las Mercedes y el Colegio Torquigua.
LUNES, 24 DE ABRIL (Día 2)
“Que cada alumno y alumna tenga un instrumento en la mano genera convivencia, respeto y trabajo en equipo”, afirmó William Alberto, profesor de música del Colegio Las Mercedes, ubicado en Engativá, una localidad con condiciones socioeconómicas difíciles dentro de Bogotá.
Este centro educativo de Fe y Alegría ha sido el primero de los tres que hemos visitado hoy con Rozalén y Bea. Cuenta con 1.200 estudiantes y ofrece formación técnica para facilitar el acceso al mundo laboral una vez que los chicos y chicas finalizan sus estudios.
Pudimos conversar y compartir, y también escuchar a los chicos y chicas de la Filarmónica Las Mercedes. “A mí la música me salvó de todo, y ahora lo que más me gusta en el mundo se ha convertido en mi trabajo… Me gusta mucho escribir sobre lo que observo. Soy muy sensible, me duele el mundo; me gusta conocer la vida de las personas, sobre todo de las que más están sufriendo, y visibilizarlo”, compartió Rozalén.
Una de las alumnas, Kimberly, aseguró que “La convivencia ha mejorado gracias a la escuela; los conflictos se resuelven con el consejo escolar, el profesorado y el alumnado”. Bea, también relató su experiencia en relación con la lengua de signos: “Empecé a aprender lengua de señas porque en el colegio tenía compañeros sordos y pensaba… ¿esa lengua tan bonita, por qué no me la han enseñado? Es una lengua muy diferente, es como aprender a ver el mundo de otra manera”. Esta reflexión dio pie a poner en valor la importancia de la educación inclusiva y de cómo este aspecto es fundamental para no dejar a nadie atrás.
Nuestro siguiente destino fue el Colegio Torquigua, también de Fe y Alegría y también ubicado en Engativá. El término “Torquigua” es un nombre indígena que quiere decir “donde estudian los pequeños sabios” y, sin duda, la comunidad lo eligió con acierto. Cuando llegamos, los alumnos y alumnas habían salido a los jardines a leer juntos con motivo del Día del Libro.
Al acabar, tuvimos un ratito de encuentro con las integrantes de “Tejiendo sueños”, un espacio comunitario de mujeres donde charlan, comparten y trabajan su empoderamiento. “Me sirve porque me ayuda a distraerme, a sentirme ocupada y útil. Mi idea es seguir fomentando mis habilidades, ¡que creo que tengo muchas!”, nos dijo Mercedes con una amplia sonrisa.
Con el corazón lleno nos dirigimos a nuestro último enclave: el Hogar Infantil Travesuras. Este centro acoge cada día a 120 niños y niñas de entre 2 y 4 años para trabajar con ellos temáticas diversas adecuadas a esta primera etapa del crecimiento. Asimismo, el trabajo con las familias es crucial. Se les ofrece una formación específica cada mes relacionada con la crianza y el desarrollo y se fomenta que los padres y madres se involucren en la educación de sus hijos e hijas.
MARTES, 25 DE ABRIL (Día 3)
Proseguimos viaje conociendo los proyectos que apoyamos en la ciudad de Guapi, localidad del litoral caucano en el Pacífico sur y una de las zonas más castigadas por la violencia y que enfrenta importantes retos. En Guapi el IPM (Índice de Pobreza Multidimensional de Colombia) oscila entre el 50 y el 75%, el más alto en cuanto a carencia de necesidades básicas del litoral.
Esta situación de desigualdad se interrelaciona con la persistencia de grupos armados y las economías ilícitas (minería ilegal y narcotráfico) como consecuencias y no causas, de la falta de alternativas reales al desarrollo integral de los territorios.
“Frente a esta situación, la juventud de Guapi no se deja vencer y, en medio de la oscuridad, quiere ser resistencia y alternativa de futuro”, nos comentaban hoy representantes del programa Educapaz (una alianza de seis organizaciones de la sociedad civil entre las que se encuentra Fe y Alegría) y el SEPCE (Semillero Esperanza Paz Cultura y Educación).
“Cómo cuento yo esos ojos? ¿Cómo los canto?” Se preguntaba hoy Rozalén tras el diálogo con jóvenes estudiantes y futuros docentes en comunidades rurales del litoral acompañados por el SEPCE y con las mujeres emprendedoras del proyecto Chocomueic (mujeres negras indígenas y jóvenes emprendedoras) Chocomueic.
Yo no soy culpable de haber nacido en un territorio vulnerado, pero si soy responsable de lo que le ocurra en el futuro” afirmaba Ilse gerente de Chocomueic y empleadora de 18 mujeres afro e indígenas que buscan mejorar su economía y calidad de vida.
Guapi nos ha dado la mejor de las bienvenidas, protagonizada por una red de voces comprometidas con la educación y al son de la marimba, el cununo y el guasá. Acogidas por la belleza de la casa del músico Hugo Candelario y su hermana Maye “Casa del río” y al grito del grupo Semblanzas del río Guapi Abran la puerta a la paz.
MIÉRCOLES 26 DE ABRIL (Día 4)
EDUCAMOS EN PAZ
“Te quitan el fusil, pero te dejan un plato vacío”. Con esta frase Ángela (docente y acompañante de Fe y Alegría y desplazada interna por el conflicto) nos explicaba la dificultad para trabajar por la paz sin abordar los factores estructurales que originan los conflictos.
“Yo estuve trabajando con niños de cuarto de primaria y yo le preguntaba a mis niños que para ellos qué es tener paz, y hubo un niño que me dijo: ‘profe, para yo tener paz necesitaría que en mi habitación no hubiese culebras. Como mi casa está en zona rural y está deteriorada, hay huequitos y por ahí se meten las culebras’. Entonces yo me quedé pensando que lo que para él debería ser un bien representaba en cambio un peligro. Y pensé que la paz es también darle la oportunidad a las personas de tener una vida digna”. Otra expresión con la que Ángela ponía en palabras las reflexiones en torno al rol que puede jugar la educación para la paz y el desarrollo comunitario.
En el cuarto día de viaje con Rozalén y Beatriz Romero, pudimos compartir estas y otras muchas experiencias con maestras y activistas locales en un espacio denominado “comadreo”, una forma de encuentro para compartir la palabra y la vida entre docentes de la comunidad y que les facilita el intercambio de soluciones y estrategias prácticas en su desarrollo docente.
Como siempre, la música estuvo muy presente y formó parte de la dinámica a lo largo del día, junto a la poesía, la dramatización y el dibujo. “La música es muy importante para nosotras, porque a veces nos ayuda a decir todo lo que no podemos decir con palabras”, nos comentaba Libia, docente e integrante del grupo Semblanzas del Río Guapi.
Junto a maestras como Libia, Ángela, jóvenes e integrantes de los diferentes programas con los que colaboramos, pudimos comadrear acciones educativas para la paz. Soñar con un mundo en el que los niños y niñas vivan sin miedo a las culebras.
VIERNES, 28 DE ABRIL (Día 6)
EDUCACIÓN, MEMORIA Y RESTAURACIÓN
Volvemos del Pacífico entendiendo que una educación que transforma es una educación que mira al futuro, pero que también analiza y restaura su pasado. En palabras del reconocido fotógrafo colombiano Jesús Abad Colorado, «tengo un deber de memoria, y eso me hace responsable de contarle a las personas de nuevas generaciones lo que he registrado con mi ojo y mi corazón, para que no se repitan las situaciones de violencia.»
A la vuelta de Guapi nos esperaba una nueva jornada muy especial: participamos en una clase magistral del fotógrafo Jesús Abad en el colegio Santa Luisa de Bogotá para cerca de doscientos jóvenes de centros públicos y privados en el marco del programa JER (Justicia Escolar Restaurativa), promovido por la Secretaría de Educación.
Al llegar nos recibían la máxima responsable de esta iniciativa, la Subsecretaria de Integración Interinstitucional de la Secretaría de Educación de Bogotá, Deidamia García; Beryeny Rodríguez, rectora del colegio Santa Luisa; y el propio Jesús Abad, felices de poder contar con la presencia de Rozalén y Beatriz Romero al acto.
La Subsecretaria de Integración iniciaba estas jornadas recordando el 28 de abril de 2021, cuando los jóvenes y las jóvenes colombianos salieron a las calles en una de las movilizaciones sociales más importantes de los últimos años. Antes de dar paso a la conferencia de Jesús Abad, la rectora del colegio animaba a los jóvenes a hacerse corresponsables de la construcción de paz desde sus entornos. «Cada uno somos responsables de construir la paz”, afirmó. “No sólo se educa desde y para la paz en el aula: también a través de la música, la fotografía…»
Jesús Abad Colorado (Medellín, 1967) es uno de los fotógrafos colombianos más reconocidos por su labor fotoperiodística. Lleva más de tres décadas documentando el conflicto y por su defensa de los Derechos Humanos. Además de dedicarse a la fotografía, ha participado en iniciativas de memoria histórica y reconciliación, y ha sido galardonado con diversos premios, como el Premio Nacional de Fotografía.
«Qué haríamos sin los agricultores, pastores, pescadores… Ellos y ellas son los grandes perdedores. Mi trabajo es un homenaje a ellos: alguien merece que le demos la mano es a esos sembradores, porque la guerra la han vivido especialmente los hombres y mujeres del campo. Guerrilla, ejército y grupos paramilitares se han nutrido de hijos e hijas de campesinos.»
Historia a historia, Jesús fue desgranando las vidas que han recorrido y sufrido el conflicto desde las diferentes partes. Unidos todos por una historia rota en mil pedazos, y así lo cuenta a través de una de sus fotografías en blanco y negro. “Trato de contar la historia como un espejo roto. No va a ser igual, pero trato de juntar los pedazos para que nos miremos en ellos y lo que vemos no se repita”.
Jesús invitó al escenario a María en uno de los momentos más emocionantes de este viaje. Cantaron la canción ‘Justo’ y compartieron la propia vivencia de la abuela de Rozalén, al poder al fin descubrir dónde estaba enterrado su hermano, 86 años después de haber desaparecido en la guerra civil española.
El extraordinario trabajo de Jesús Abad se ha centrado en describir cada selva, cada dolor, cada sufrimiento y, a la vez, mostrar una mirada pedagógica y restaurativa. Abad terminaba su charla con los jóvenes haciendo un llamado al compromiso con la esperanza. “Retrato una memoria viva, vuelvo a los lugares para dar testimonio de que la vida sigue y puede cambiar, puede ser mejor que lo que fotografié. La escuela es un territorio de paz y ustedes los jóvenes son la generación de la esperanza”.
SÁBADO 29 Y DOMINGO 30 DE ABRIL (Día 7 y 8)
LA IGUALDAD CONSTRUYE PAZ
La igualdad entre hombres y mujeres es un derecho humano fundamental, un fin de justicia social en sí mismo que, además, es imprescindible para la construcción de sociedades pacíficas. Junto a Rozalén y Bea hemos podido vivir junto a mujeres de cuatros distritos municipales en Cartagena cómo se construyen entornos de paz y no violencia desde la igualdad de oportunidades y derechos, y desde programas educativos para el emprendimiento y el cuidado.
El sábado tuvimos la ocasión de participar en un encuentro con 240 mujeres y conocer el proyecto “ParticipAcción Caribe” (apoyado por Entreculturas y la Generalitat Valenciana). Las gestoras pedagógicas de Fe y Alegría acompañan los distintos círculos de mujeres que se han creado en cada zona, en los que las mujeres se reúnen semanalmente para compartir y charlar, además de participar en formaciones que potencian la colectividad y con las que pueden fortalecer sus ideas de negocio y mejorar sus capacidades de gestión, liderazgo y venta.
“Tenemos un grupo de 10 mujeres que conectamos, igual que estamos conectando hoy aquí, en este encuentro”, expresó Laudid, una de las mujeres participantes. “Todas tenemos dificultades pero, con perseverancia, salimos adelante y podemos alcanzar muchas cosas. Tenemos que hacerlo por nosotras, porque nos amamos y nos valoramos”.
El domingo pudimos formar parte de la «Feria de emprendimientos verdes”, que tuvo lugar en las instalaciones del colegio Las Américas de Cartagena, una escuela que acompaña Fe y Alegría. En esta feria, las mujeres -casi todas ellas cabeza de familia- explicaron los procesos productivos y emprendimientos que están llevando a cabo. Un mosaico de interesantes iniciativas, desde la producción y venta de alimentos (lo que ayuda a mejorar la seguridad alimentaria de las familias) hasta el diseño y creación de productos como cestos, macetas y tejidos con materiales reciclados y fibras naturales como el totumo.
En palabras de Rozalén, “sois mujeres valiosas, con talentos y dones que aportáis también a las demás. Es importantísimo manteneros unidas, llegaréis mucho más lejos y a mucha más gente”.
MARTES, 2 DE MAYO (Día 10)
RECONCILIACIÓN Y ESPERANZA
Llegamos al final del viaje y «Fragmentos», espacio de arte y memoria situado en la ciudad de Bogotá que conmemora el fin del conflicto armado, nos invita a repasar lo vivido y a seguir ahondando sobre el significado de la palabra ‘memoria’ en el país. Un total de 8.994 armas -37 toneladas de metal- yacen fundidas en su pavimento.
En el acuerdo de paz que se firmó el 24 de noviembre de 2016 entre el gobierno colombiano y la antigua guerrilla de las FARC-EP, se concretó crear este ‘contra-monumento‘ utilizando el armamento entregado voluntariamente por los guerrilleros a la ONU. Y, para llevar a cabo la creación de esta obra, la artista Doris Salcedo invitó a participar a mujeres que habían sido víctimas de violencia sexual por parte de miembros diferentes grupos armados.
Ellas mismas dieron forma a este espacio por el que hoy transitan cientos de visitantes, tras días martillando el metal fundido, un gesto que marcaba el cese simbólico de la relación de poder impuesta por las armas. Y también ellas mismas alzaron sus valientes voces en un documental que se expone en el espacio, dirigido por la periodista Mayte Carrasco y en el que expresan su visión sobre la justicia, el perdón, la reparación y la no repetición.
Colombia nos demuestra una vez más que es un país habitado por mujeres y hombres con la capacidad de buscar la paz desde la justicia, la verdad y la memoria, de sobreponerse al dolor y, también, de dar una lección de reconciliación y construcción del futuro desde la mirada esperanzada de la juventud.
La paz: Un aprendizaje de muchas verdades
Llegamos al final de nuestro viaje. Nos vamos con un agradecimiento infinito. Colombia nos deja una enorme lección: la verdad no es un asunto sencillo y construir la paz es un camino lento, difícil, pero posible.
Nos despedimos releyendo un hermoso cuento, “Un árbol con muchas verdades”, que nos regalaron a nuestro paso por Guapi, dirigido a los niños y niñas colombianos, que construyen presente y futuro. Está escrito por Beatriz Eugenia Vallejo, su protagonista es Ángela, una niña colombiana de largas trenzas, y fue editado por la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición.
Dice en su prólogo: “En el cuento, las muchas verdades que llega a comprender Ángela es un aprendizaje que los niños y niñas, pero también los adultos, deberían tener siempre presente. Es importante reconocer que las personas tienen diferentes puntos de vista y para cada quien son válidos, pero un paso necesario para construir una mejor sociedad es aprender a escuchar la verdad que los demás tienen por contar y, a partir de esta escucha, llegar a acuerdos para lograr una historia compartida”.
Colombia, como este cuento, nos ha enseñado que la verdad no es un asunto sencillo, que la paz se construye desde el aprendizaje de las muchas verdades y a través de un doloroso reconocimiento de las equivocaciones y la generosidad para dialogar de forma pacífica desde las diferentes sensibilidades.
María Rozalén y Beatriz Romero nos ayudaron, como Ángela a disfrutar, ver y contar Colombia desde la alegría del encuentro, a dejarse asombrar y admirar por tantos niños y niñas, hombres y mujeres dispuestas a empezar de nuevo. Por nuestra parte, seguiremos trabajando por una educación que ofrezca oportunidades, que ayude a vivir y construir la paz. Gracias María, Bea, gracias Fe y Alegría Colombia.
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