Mi nombre es May. Hace tres años, comencé mi formación VOLPA en Extremadura, pero no pude completarla. Al año siguiente, retomé la formación en Canarias. Lla sede estaba en Gran Canaria, pero también teníamos reuniones en Tenerife, donde residía en ese momento, y fue allí donde finalicé mi formación.
Cuando me asignaron Bolivia como destino y me presentaron el proyecto fue una decisión casi automática. Al enterarme de que estaría trabajando en un centro de acogida para niños, niñas y adolescentes provenientes de situaciones de alta vulnerabilidad y de la calle, acepté sin dudarlo.
Llevo un año en Mi Rancho, un centro de acogida principalmente para niños y adolescentes que han vivido en la calle, aunque también tenemos algunos casos de vulnerabilidad sociofamiliar. Aquí realizamos actividades escolares, deportivas y artísticas. Personalmente, me involucro más en el trabajo de calle, donde buscamos y acompañamos a los chicos que viven en la calle en diferentes zonas de Santa Cruz de la Sierra. Desde un enfoque de derechos, les brindamos apoyo durante su proceso, ofreciéndoles recursos no solo de nuestro centro, sino también de otros disponibles en Santa Cruz.
Una de las motivaciones más grandes para participar en VOLPA era la oportunidad de establecer conexiones con personas de contextos culturales y sociales completamente diferentes. Esta experiencia ha creado un espacio de apertura tanto para mí como para las personas con las que interactúo a diario.