Comunicado del CIMI en defensa de los indígenas de la frontera Perú-Brasil

El Consejo Indigenista Misionero (CIMI), organismo vinculado a la Conferencia Nacional de los Obispos del Brasil (CNBB) y apoyado por Entreculturas, manifiesta su gran preocupación y posicionamiento en defensa de la vida de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario que habitan la región transfronteriza de Brasil (Acre) - Perú (Madre de Dios), amenazados por el proyecto de construcción de una carretera peruana en las comunidades de Puerto Esperanza e Iñapari, cuyo trazado atraviesa su territorio tradicional.

El CIMI expresa su total apoyo a las organizaciones indígenas AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana) y FENAMAD (Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes) en sus posicionamientos, firmes y claros, contra la construcción de la referida carretera. La AIDESEP expresó su posición a través de la carta Nº 142-2017 (Lima, 09 de Mayo de 2017), dirigida a la Sra. Luz Salgado – Presidenta del Congreso de la República del Perú – donde expresa su  “Repudio al Proyecto de Ley 00075-2016-CR (que autoriza la construcción de la carretera) que favorece el corte ilegal de madera y el etnocidio”; y por la FENAMAD en el oficio Nº 241-2017 (Puerto Maldonado, 10 de Mayo de 2017), también dirigida a la Sra. Luz Salgado, en que propone una mayor “información y debate plural del Proyecto de Ley 75/2016-CR” y afirma que la “Conectividad terrestre a Iñapari no resuelve la problemática del Purús”.

Mapa de la región transfronteriza Perú - Brasil - Bolivia donde está proyectada
la construcción de la carretera de Puerto Esperanza a Iñapari.

El proyecto de construcción de la carretera de Puerto Esperanza a Iñapari, localizada en la triple frontera amazónica de Perú con Brasil y Bolivia, aún con el posicionamiento contrario de las organizaciones indígenas, ya fue aprobado por el Congreso Peruano y se encuentra en las manos del Ejecutivo para ser sancionado o devuelto. 

El trazado previsto de la carretera acompaña tanto la frontera seca entre Perú y Brasil como la frontera definida por el río Acre entre ambos países. Atraviesa las cabeceras de los ríos Acre, Iaco, Chandless y otros que cruzan la línea de frontera seca.

En caso de que fuese construida la carretera, traerá enormes impactos socio-ambientales bilaterales (Perú-Brasil). Los impactos directos e indirectos no solo ocurrirán del lado del Perú, donde la carretera sería construida, sino también serán fuertes del otro lado de la frontera, en el Estado del Acre de Brasil, afectando a los pueblos indígenas de la región y sus territorios, a las comunidades ribereñas y campesinas, a los ríos y selvas, a la fauna y a la flora de toda la región. En esta región de frontera es donde queda una gran cantidad de maderas nobles como la caoba y el cedro, entre otras. La experiencia en la Amazonia muestra que detrás de las carreteras que cortan la selva viene la deforestación ilegal de madera, la contaminación de los ríos y arroyos por causa de la minería y el “garimpo”, el aumento de la colonización y de los conflictos por tierras, así como la intensificación y creación de nuevas rutas de tráfico humano y del narcotráfico que afectan los territorios de indígenas en aislamiento voluntario. 

Los pueblos indígenas aislados son los más vulnerables en la Amazonia delante de los impactos de los grandes proyectos implementados en sus territorios tradicionales. Algunos pueblos indígenas aislados tienen como territorio tradicional esta región transfronteriza amazónica de Perú con Brasil, comprendida entre el alto río Purús, alto Chandless, alto Iaco, alto Acre, alto Tahuamanu y alto río Piedras. Ellos transitan este territorio ancestralmente, desde antes que fuesen impuestas las fronteras políticas que cortaron de modo imaginario sus territorios tradicionales. En caso de que la carretera sea construida, los pueblos indígenas en aislamiento voluntario quedarán absolutamente expuestos a todo tipo de violencia, incluso al extremo de ser masacrados y empujados, más y más, para dentro del Brasil, generando conflictos con otros pueblos indígenas y comunidades ribereñas y caucheras que habitan en las inmediaciones de esta región fronteriza brasileña. 

En el lado brasileño hay también personas que defienden la construcción de una carretera que una a los municipios de Santa Rosa del Purús con Jordão que, del mismo modo, afectaría drásticamente a los pueblos indígenas en aislamiento voluntario de la región y agravaría todavía más los impactos transfronterizos ya mencionados.

Insistimos en afirmar que ningún proyecto que coloque en riesgo la existencia de un pueblo indígena, como es este caso, puede tener una justificación aceptable.

Los Estados Nacionales que comparten estos territorios, así como la ONU y sus organismos competentes, tienen la oportunidad de crear marcos jurídicos creativos y eficaces para reconocer y proteger a estos pueblos indígenas y demarcar sus territorios tradicionales transfronterizos, asegurándoles el derecho a la existencia y, consecuentemente, actuando a favor de un bien mayor para la humanidad y el Planeta. 

Es importante también considerar las demandas de las otras poblaciones locales, y dar respuesta a ellas con propuestas como, por ejemplo: el transporte aéreo accesible de las personas de Puerto Esperanza (Perú) a Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios (Perú) y desde allí al resto del país; facilitar el tránsito bilateral (Perú-Brasil) para las familias situadas en esta región de frontera; también el fortalecimiento de las políticas públicas con incentivos para los funcionarios por estar en regiones distantes de las capitales, etc.

Como se trata de una región transfronteriza las soluciones pasan, necesariamente, por acuerdos entre Perú y Brasil. Proponemos concretamente (con la participación y consulta previa e informada de las comunidades, organizaciones y pueblos indígenas presentes en esta frontera) la firma de acuerdos y convenios bilaterales entre Perú y Brasil para reconocer, demarcar y proteger conjuntamente los pueblos indígenas aislados y su territorio transfronterizo, y para encontrar una solución viable y socio-ambientalmente sustentable para la comunidad de Puerto Esperanza y para facilitar el tránsito bilateral de las familias situadas en esta región fronteriza.

Para las organizaciones indígenas y para la sociedad civil de ambos países, presentes en esta región de frontera, se presenta el desafío de actuar articuladamente a fin de obligar a los Estados Nacionales de Brasil y Perú a cooperar bilateralmente para encontrar juntos soluciones viables y socio-ambientalmente sustentables a los problemas y desafíos presentes en esta frontera y que sean alternativos a la carretera de Puerto Esperanza a Iñapari.

Somos convocados por el Papa Francisco, a través de la encíclica Laudato Si, a asumir el compromiso de actuar en defensa de la vida y del cuidado de la Casa Común, y alertados de que la “intensa explotación y degradación del medio ambiente puede agotar no solo los medios locales de subsistencia, sino también los recursos sociales” llegando hasta la “desaparición de una cultura (o de varias) que puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal”. 

“Los pueblos indígenas son bibliotecas vivas. Cada vez que un pueblo indígena es exterminado y desaparece, un rostro de Tupãna (Dios) muere, el cosmos, el planeta y toda la humanidad se empobrecen”. (Líder Bernardo Alves del pueblo Sateré-Mawé)

Brasília, 26 de mayo de 2017