En estos días nuestra compañera María Laiglesia, técnica de proyectos del Departamento de África, está de viaje en Chad, visitando a nuestras organizaciones socias y los proyectos e iniciativas que apoyamos desde Entreculturas.
Desde Guéra, una de las 23 regiones que conforman el país y donde Fe y Alegría está presente desde el año 2007, nos comparte sus impresiones y pone el foco en el rol de las mujeres tanto a nivel comunitario como en la educación de niñas, niños y jóvenes.
«En las zonas rurales de la región», afirma, «el trabajo de las mujeres pasa inadvertido, a pesar de que desempeñan un papel clave en procesos tan importantes como la educación de sus hijos e hijas y el desarrollo de la comunidad. Su compromiso y esfuerzo no suelen recibir el reconocimiento explícito que merecen.» Las escuelas de primaria y secundaria de Fe y Alegría, que son gestionadas de forma directa por las asociaciones de madres y padres, son un ejemplo de ese compromiso, ya que se responsabilizan de llevar a cabo el mantenimiento, establecer el coste de matrícula o garantizar el pago del personal docente.
Los desafíos no son pocos, pero las familias se han puesto en marcha para hacerles frente. «Uno de los principales retos de las familias en este contexto es hacer frente al pago de las matrículas, que se utiliza principalmente para pagar el salario de los maestros y maestras», explica María. «En 2016, la comunidad de Tchélati cedió un huerto de 6 hectáreas a la asociación de madres de estudiantes del colegio de secundaria para que, a través del cultivo de sésamo, utilicen parte de los beneficios que consiguen con su venta en los mercados locales para cubrir las matrículas que las familias no pueden pagar y garantizar una educación de calidad para todos los niños y niñas de este centro educativo.»
Como nos cuenta María, el cultivo de los huertos comunitarios tiene un impacto positivo no solo para las mujeres, sino para toda la comunidad. «Por una parte, Fe y Alegría proporciona formación en técnicas de cultivo y recolección más eficientes. Además, las mujeres encuentran un espacio entre iguales en el que pueden expresarse libremente y en un entorno de confianza. Por último, esta actividad no es realizada solo por las madres de alumnos y alumnas de esta escuela, sino que son prácticamente todas las mujeres de la comunidad quienes trabajan esta tierra.»
Una actividad aparentemente sencilla «adquiere una dimensión mucho mayor»:
- promueve el acceso a una educación de calidad para la población que de otra forma quedaría excluida y garantiza su continuidad educativa
- fortalece el sentimiento de pertenencia al grupo, la cohesión de la comunidad y la confianza mutua, porque un grupo trabaja para garantizar el bienestar del conjunto
- el bienestar del conjunto implica el bienestar de las generaciones futuras
«Es en estas dinámicas donde Fe y Alegría multiplica su potencial y su capacidad de aportar valor añadido», concluye María. «Y es en lugares como Chad donde pequeñas acciones son auténticos catalizadores de cambio social.»