Cuando llega el fin de semana, el colegio Ciudad de San Cristóbal, de Fe y Alegría, no cierra sus puertas. El centro permanece abierto para que las niñas y adolescentes puedan asistir a su Club de Niñas o a su Círculo Feliz. Como éste, otros 7 colegios de Ciudad de Guatemala dan cabida a estos espacios de protección pensados para que las alumnas encuentren motivación, escucha y refuerzo escolar tras las horas lectivas.
Guatemala es uno de los países más pobres de América Latina y uno de los más desiguales en una región que padece los índices de desigualdad más altos del mundo. A las desigualdades entre pobres y ricos se suma la brecha existente entre hombres y mujeres, convirtiendo a este país centroamericano en el segundo con la tasa de desigualdad de género más alta de América Latina, solo superado por Haití, según datos del PNUD (Informe Mundial sobre Desarrollo Humano, 2016).
Entre los diferentes ámbitos en los que se constata esta realidad se encuentra el sector educativo. Si, ya de por sí, los niveles de abandono escolar son alarmantes en el país, las niñas y adolescentes son las que más abandonan los estudios y también las que más temprano lo hacen, y no precisamente para incorporarse al mercado laboral, sino porque deben atender al cuidado de otros.
Esto es más frecuente cuanto mayor es el índice de pobreza de la población. Las zonas urbano-marginales de Guatemala son asentamientos humanos que han ido creciendo desproporcionadamente y de manera desordenada. Las familias viven entre cartones, láminas y pedazos de madera que simulan ser paredes. Sus viviendas están ubicadas en las laderas de los barrancos, donde son recurrentes los deslaves y donde la gente suele tirar o quemar basura, contaminando las fuentes hídricas. De hecho, son frecuentes las enfermedades dérmicas, respiratorias y gastrointestinales. Se aprovechan todos los espacios disponibles para construir y son pocos los espacios libres que quedan -y, menos aún, espacios planos- donde los y las jóvenes puedan juntarse o practicar deporte.
En medio de ese ambiente asfixiante que se respira entre callejones y casas improvisadas de madera y láminas de zinc, las escuelas se convierten en lugares privilegiados a los que se acude por otras motivaciones más allá del estudio: son sitios seguros, que cuentan con patios y espacios para jugar. No obstante, al tratarse de barrios marcados por la violencia, el crimen, las drogas y las pandillas, la amenaza es constante y favorece que, especialmente las niñas, abandonen la escuela.
Club de niñas y Círculos felices
En este contexto, Entreculturas y Fe y Alegría hemos querido reaccionar y aportar nuestro grano de arena para intentar mejorar las condiciones de vida de ese colectivo tan vulnerable. De ahí que, en el marco del Programa La Luz de las Niñas, hayamos puesto en marcha un proyecto integral de protección y desarrollo para niñas y adolescentes en situación de alto riesgo de las zonas urbano-marginales de Ciudad de Guatemala.
Esta iniciativa persigue contribuir a la construcción de una nueva generación de niñas, adolescentes y familias con mejores oportunidades para el ejercicio de sus derechos y corresponsabilidades, en busca de una sociedad más justa, equitativa, pacífica y solidaria. Para ello, se contempla la habilitación de espacios para la promoción lúdica y cultural de niñas y adolescentes, y la capacitación de padres y madres en materia de protección a la niñez.
Hablamos de 8 centros educativos de Fe y Alegría en los que se han creado, respectivamente, un Club de Niñas y un Círculo Feliz. El primero es un espacio dirigido a que niñas de entre 9 y 12 años reciban apoyo escolar de manera lúdica e integral. Se fortalece el pensamiento lógico matemático, la lectura comprensiva, el desarrollo de la inteligencia natural y la expresión artística, con lo que se alimenta la confianza y la autoestima. Son herramientas que permiten equilibrar y complementar la educación con la recreación.
Cada club está atendido por un grupo de docentes voluntarios (especialmente formados en los propósitos del proyectos) y funcionan en horarios de 8 a.m. a 12 p.m. los sábados y de 2 p.m. a 5:30 p.m. los viernes (en los centros educativos que no pueden hacer uso de las instalaciones los sábados).
Por otra parte, los Círculos Felices son grupos de diálogo, dinamizados por profesionales de la psicología, en los que se trabajan temas de salud mental y habilidades para la vida con las niñas y adolescentes. La idea es que se genere un espacio de confianza en el que, tanto de manera individual como colectiva, las niñas puedan verbalizar experiencias, miedos o dificultades de cara a garantizar su estabilidad emocional, reforzar su autoestima e identificar herramientas con las que solucionar problemas y adaptarse con éxito a su contexto.
Como complemento a los clubes y los círculos, se ha implementado también el Club de Arte, donde se realizan talleres de expresión artística (danza, pintura, teatro, música), que favorezcan el esparcimiento y la cohesión entre las niñas de las diferentes escuelas que participan en el programa (en total, 1.456 niñas de entre 6 y 12 años).
Las niñas indígenas de Guatemala
Si la dificultad de las niñas que viven en los cinturones de las grandes ciudades de Guatemala es alta para acceder y permanecer en la escuela, aún lo es más para las niñas indígenas de las áreas rurales. En su caso, la extrema pobreza, algunas cuestiones culturales y la discriminación son los grandes obstáculos para su normal desarrollo.
En Guatemala existen 25 etnias, de las cuales, 22 tienen origen maya y el resto se dividen en ladina, xinka y garífuna. Históricamente, los pueblos indígenas, han sido constantemente excluidos de la toma de decisiones y desigualmente atendidos en lo que a reparto de recursos se refiere.
El departamento de Totonicapán, al suroeste del país, se ubica a casi 2.500 metros por encima del nivel del mar. Su población es 100% maya quiché y se dedica a la agricultura. Sus viviendas son construcciones tradicionales de bloques de barro, maderas y láminas de zinc, de las cuales apenas el 28% tienen acceso a agua potable y a saneamiento básico. El índice de pobreza total en Totonicapán supera el 95% y, según los registros municipales, de cada 100 menores de edad 65 están desnutridos. A todo esto hay que sumarle el problema de los embarazos tempranos: el 80% de los embarazos reportados son de menores de 15 años y, en relación con esto, anualmente mueren un promedio de 175 mujeres por efectos de la poca atención prenatal.
Son muchos los factores que coinciden para dar lugar a este panorama. La distancia y la complejidad orográfica de estas comunidades demandan altos costes de gestión para la transferencia de recursos y servicios. Por otro lado, está muy arraigada en la cultura maya la existencia de papeles claramente diferenciados de hombres y mujeres en la familia y en la sociedad. En general está mal visto que las chicas estudien, ya que se considera que deberían estar en casa atendiendo las labores domésticas y cuidando a los ancianos o a los más pequeños. Esta circunstancia, unida también al abuso del alcohol por parte de los varones, desencadena dinámicas de malos tratos y abusos sexuales; y las niñas, adolescentes o mujeres encuentran muchas barreras institucionales y culturales para denunciar.
Todo esto tiene su reflejo en la educación. Si bien la cobertura a nivel primario está cercana al 97%, el índice de finalización del ciclo es solamente del 15%. Y, en términos de género, es notoria la desigualdad a medida que sube el nivel: en primaria hay un promedio de 87 niñas escolarizadas por cada 100 niños, en el ciclo básico hay 50 niñas por cada 100 niños y en el diversificado hay 2 mujeres por cada 100 hombres.
Con el objetivo de despertar en la comunidad la conciencia sobre las desigualdades constantes que viven las mujeres indígenas y de ayudar a superar determinadas creencias y estereotipos que bloquean a día de hoy una igualdad real entre hombres y mujeres, Entreculturas y Fe y Alegría han planteado iniciar a partir de enero de 2019 un nuevo proyecto enfocado a proteger y empoderar a las niñas quichés de Totonicapán. En principio, en el plazo de un año, las actividades abarcarían a 350 niñas en situación de alto riesgo y a 500 padres y madres de los municipios de Santa Lucía La Reforma, Momostenango y Santa María Chiquimula. La propuesta será una réplica de la ya aplicada en los contextos urbano-marginales de Ciudad de Guatemala (con todas las adaptaciones y matices que requiere el nuevo contexto geográfico y cultural): los clubes de niñas, los círculos felices, los talleres de expresión artística y las sesiones de sensibilización con las familias.
ALGUNAS CIFRAS DE LA REALIDAD DE GUATEMALA
- La tasa de inequidad en lo que respecta a la educación en Guatemala es del 35% (la más elevada es la que registra Gambia, con un 49,3%).
- La tasa de abandono escolar en Educación Primaria es del 25,2%, siendo más elevada en el caso de las niñas (25,6%) que en el de los niños (24,9%).
- En Guatemala, el 18% de la población femenina de 15 años en adelante ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de su pareja (PNUD).
- Las mujeres ganan solo 78 centavos por cada quetzal que ganan los hombres.
- El Ministerio de Educación por su parte indica que solamente 1 de cada diez mujeres supera la secundaria y aproximadamente el 0,3 llega a la universidad.
- En 2015, El Ministerio Público registró más de 58 mil denuncias sobre violencia contra las mujeres en la Ciudad de Guatemala, de las cuales 270 fueron feminicidios, registrando un incremento en comparación con las cifras del año anterior.
- En 2015, 2.947 niñas entre 10 y 14 años fueron madres.
- Fe y Alegría cuenta con 49 Centros Educativos en 7 departamentos de Guatemala. En Totonicapán tiene presencia desde hace 25 años.