Desde el año pasado, Mariana se ha embarcado en una enriquecedora experiencia como voluntaria en nuestro propuesta de voluntariado internacional VOLPA. Este capítulo de su vida ha dejado una marca en su perspectiva del mundo. Hoy, nos abre las puertas de su experiencia compartiendo su testimonio.
De Caracas a Madrid: la vocación de servicio de Mariana
Soy caraqueña, aunque en 2018 empecé a vivir en Madrid, España. Desde pequeña, mis padres potenciaron mi vocación de servicio, con lo cual me apuntaba siempre donde necesitaran manos para acompañar, cocinar, abrazar, trabajar, limpiar, pintar, escribir… en fin, para lo que fuese.
Mi experiencia fundante fue en 1999, cuando en mi país, Venezuela, en una zona llamada La Guaira, hubo una tragedia a raíz de un fenómeno geológico conocido como deslave. Todo el país se abocó a ayudar, cientos de personas fallecieron y miles quedaron damnificadas. Era la primera vez que escuchaba los términos “centro de acopio” y “voluntariado”, por mencionar algunos. Desde allí sentí la llamada de formar parte de manera más sistemática de “ese” grupo de personas llamadas Voluntarios.
Voluntariado en España
Siempre he compaginado mi vida con algún voluntariado y trabajando en ONGs. Y no fue la excepción al llegar a España. Aunque participé en varios voluntariados, quería algo más formal y contundente. Por mi relación con las obras confiadas a la Compañía de Jesús, conocía de VOLPA, me apunté y hoy finalmente, desde noviembre del año pasado, soy una Volpa en terreno. Pero una muy particular.
Una de las características de este voluntariado es que es internacional, es decir, que sales de España. Sin embargo, mi pasaporte se venció durante la formación (a modo de información, en Venezuela la renovación o impresión de un pasaporte puede llevar de meses a años). Al no tener claro cuándo volvería a tener mi pasaporte vigente, no teníamos claro cuál sería mi destino. La primera y más coherente respuesta hubiese sido esperar, pero podrían pasar años.
Sin embargo, el equipo de Volpa-Entreculturas le dio la vuelta a la situación, decidieron arriesgarse y hacer un Volpa diferente y hacerlo aquí en España. Esto sucedió en otra ocasión, pero fue en el marco de la pandemia. Al cabo de unas semanas me informaron que no tenían nada claro del cómo ni el dónde, pero que apostarían por mí y mi experiencia. Hoy día estoy viviendo en el País Vasco (lugar que ha pasado a ser de mis favoritos), en Durango para ser más específicos, en una comunidad de hospitalidad de la Fundación Ignacio Ellacuría conocida como Jesuiten Etxea.
Esta es una antigua comunidad jesuita que deciden reacondicionar en el marco de la post pandemia para ser hogar de casi 20 jóvenes en su mayoría de origen marroquí que quedaron en situación de calle, bien sea porque ya cumplían la mayoría de edad y eran desalojados de sus refugios y porque en el campo de fútbol del colegio Jesuitak Indautxu donde los acogieron ya comenzaban las clases, con lo cual era imperativo darles un hogar. Esta casa años más tarde cambia a acoger familias y a que sea un modelo más independiente.
Una comunidad diversa y solidaria
Hoy convivimos 17 personas de distintas nacionalidades, religiones e historias de vida. Somos una familia con todo lo que implica, días buenos y malos. Diariamente aprendemos y desaprendemos un montón de cosas todos juntos. He conocido en primera persona historias de desplazamientos, cómo es vivir en la calle o en un campo de refugiados; la herida que deja una guerra, he podido escuchar cómo es un viaje en patera, el miedo, el silencio y la soledad que se vive, pero también he visto miradas de esperanza, abrazos familiares y la sonrisa del más pequeñito de la casa que tiene la madre más valiente y risueña, un niño que seguro hablará varios idiomas pero su sonrisa es universal y una de mis razones favoritas para volver a casa entre tantas otras cosas.
He aprendido a cocinar samosas, cous-cous, Harira y que las arepas colombianas son más ricas que las que yo preparo. Vivir en comunidad es toda una experiencia. Todas las mañanas voy de Durango a Bilbao para estar en la Fundación Ignacio Ellacuría y ejercer “en todo amar y servir” a diario. Toda ayuda es valiosa. Son un equipo de profesionales comprometidos hasta los huesos con proyectos que viven y acompañan con el alma. De ellos y con ellos aprendo cada segundo, un día cualquiera podría ser dedicarme a la base de datos, reseñar alguna actividad, acompañar algunos grupos locales, pintar, acondicionar alguna comunidad de hospitalidad para que los vengan se sientan como en casa como lo hicieron ellos conmigo, alimentar el alma y la barriga para grupos o familias de refugiados, dar clases de castellano, escuchar, acompañar y un largo etc. En conclusión, es ofrecer lo mejor de mí, mis manos y corazón por y para todos y cada uno de los proyectos de la fundación que son por y para la población migrante.
Qué es el programa VOLPA
VOLPA significa Voluntariado Pedro Arrupe y es el programa de voluntariado internacional de larga duración que promovemos desde Entreculturas y Alboan con el objetivo de crear una nueva cultura basada en la justicia y la solidaridad. Desde su creación en 1991 han participado más de 1.000 voluntarios y voluntarias.
Uno de los principales propósitos de este programa es crear caminos de encuentro a través de la cercanía personal entre pueblos y personas, fomentar un compromiso vital en las personas voluntarias para que se conviertan en agentes de cambio y transformación social.
Conoce más del programa VOLPA en ¿QUÉ ES EL PROGRAMA VOLPA? | Entreculturas