“Sin la ayuda que recibimos no podríamos haber continuado nuestra educación, no habríamos aprendido a leer ni escribir. ¿Puedes imaginarte a ti mismo huyendo de tu propia casa siendo un niño y teniendo que vivir en una tienda de campaña?”
Wael es sirio, tiene 13 años y es estudiante en Líbano de una de las escuelas del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Bar Elias. Tanto para él como para muchos niños y niñas refugiados, la escuela no es solo un espacio físico donde aprender: es también un lugar seguro, que dignifica y que busca alejarse de toda desigualdad o violencia y que, en situaciones de desplazamiento forzoso, puede marcar a la infancia de por vida. “Es difícil explicar qué significa la palabra refugiado; yo no he podido conocer a mis tíos ni a otros familiares”, agrega Wael.
Desde Entreculturas y JRS trabajamos para garantizar que el derecho a la educación en contextos de desplazamiento y refugio se cumpla y se fortalezca, en Líbano y en otros muchos países del mundo. La emergencia educativa es una emergencia de primera necesidad, y es fundamental evitar que, debido al cierre de escuelas y al empobrecimiento de las economías familiares por la llegada de la COVID-19, los niños y niñas se vean obligados a parar sus estudios. En Líbano viven más de 1.5 millones de personas sirias que han encontrado refugio en el segundo país que acoge a más personas refugiadas per cápita en el mundo. Un país que, al mismo tiempo, se encuentra inmerso en una profunda crisis desde 2019, cuando se declaró en Estado de Emergencia Económica como consecuencia de la deuda pública, la depreciación de la moneda libanesa y la gestión política. Una situación especialmente difícil para la infancia. De los 1.5 millones de personas sirias en el país, 3.500 son menores que no están acompañados por ninguna persona adulta.
A esta situación de inestabilidad agudizada por la pandemia, se sumó una fuerte explosión en agosto de 2020, en pleno confinamiento, en el puerto de Beirut. “Es difícil estimar las consecuencias a largo plazo, pero es muy probable que esta explosión, unida a las múltiples crisis que atraviesa el país, deje una huella importante en las personas que viven en Líbano”, comenta nuestro compañero Miguel Santiuste, expatriado de Entreculturas en Líbano. “Los problemas parecen apilarse uno tras otro y la población libanesa está cansada y frustrada. Dicen que no les quedan lágrimas para llorar, pero es un pueblo fuerte que ha pasado por mucho y con ayuda no les faltarán las fuerzas para levantarse una vez más”, añade.
En este contexto es importante recordar que “una educación de calidad no es un privilegio, es un derecho humano universal que no se pierde en situaciones de emergencia o desplazamiento y cuyo cumplimiento es la llave para garantizar otros derechos fundamentales”, afirma Miguel
“Hay niños y niñas que están abandonando la escuela para dedicarse a la agricultura y la construcción, recibiendo abusos de distintos tipos”, lamenta Rayhana Itani, coordinadora pedagógica de JRS en Baalbek. Nos explica que, en los últimos meses, trabaja para animar tanto a sus alumnos y alumnas como a sus padres y madres para que no dejen de ir a la escuela.
Gracias a estos esfuerzos, más de la mitad del alumnado de las escuelas de JRS en Líbano ha podido seguir con su educación en el último curso. Sin embargo, un 30% no tuvo medios para poder participar del modelo online. Para los estudiantes que no pudieron seguir las clases a distancia, vamos a ofrecer clases de refuerzo particulares para que puedan integrarse con los demás compañeros y compañeras cuando vuelva la presencialidad (ya que, a día de hoy, las escuelas continúan cerradas).
Durante la pandemia, las familias se vieron afectadas, ya que la comida fuerte del día la hacían en el colegio. También tuvieron problemas para acceder a agua potable y desde JRS se ha denunciado un aumento de prácticas dañinas como el matrimonio infantil. Sin embargo, la escuela ha servido como un canal de diseminación de información, de prevención y respuesta ante la COVID-19 para las familias. “Nuestro objetivo principal es proteger a los niños y niñas en las escuelas y centros sociales que son como una segunda casa. No solo ofrecemos educación, también protección y comida”, afirma Rayhana.
“Me gustaría pedir al mundo que ayude a los refugiados sirios a volver a su país y que permitan a los profesores dar una educación a sus estudiantes porque asistir a clase es fundamental para los niños”, explica Rashida, refugiada siria que trabaja como profesora en una de las escuelas de JRS.
Para los profesores y profesoras, adaptar la enseñanza al entorno online ha supuesto un reto importante, que han abordado impartiendo clases vía WhatsApp con vídeos, notas de voz e imágenes; posibilitando así que una buena parte del alumnado pudiera continuar con su aprendizaje sin acudir físicamente a las aulas. Además, se ha seguido ofreciendo apoyo psicosocial por teléfono y el equipo técnico de JRS ha difundido distintos materiales sobre técnicas para lidiar con el confinamiento y preservar el estado emocional de estudiantes, padres y madres.
“Las clases online me han enseñado a valerme por mí misma”, cuenta con orgullo Malak, una alumna de 12 años. Su madre, Alaa, también ha tenido que adaptarse a las clases a distancia: ha equipado su hogar con WIFI para que sus hijos pudieran continuar con sus estudios. “
Malak y su hermano, Ahmad, tienen clases en el mismo horario, pero con solo un teléfono móvil en casa, no nos queda más remedio que hacer turnos para poder asistir a clase”, explica Alaa. “Para mí, los primeros dos días de clases online fueron muy raros y estaba muy confundida, pero después se volvió normal y alenté a mis hijos a cumplir con el horario y enviar las tareas resueltas a tiempo».
Una de los aspectos más positivos de esta experiencia está siendo, precisamente, el compromiso de los padres y madres con la educación de sus hijos e hijas. Se han responsabilizado y esforzado por crear un ambiente en casa facilitando el aprendizaje y asegurando de que sus hijas e hijos entiendan y envíen las tareas diarias. Sin embargo, el cierre de las escuelas ha significado la pérdida de las relaciones diarias entre los alumnos y alumnas y, en muchos casos, un grave impacto en la salud mental de las personas refugiadas con problemas psicológicos a causa del desplazamiento y los conflictos en su país de origen.
Desde las escuelas de JRS Líbano se lleva a cabo un proyecto en paralelo de educación en valores, muy focalizado en la promoción de la paz, la resolución pacífica de conflictos, el compañerismo y la generación de autoestima y confianza. Además, desarrolla un programa transversal de ayuda psicosocial con trabajadores sociales en cada escuela.
“Los trabajadores y trabajadoras sociales ofrecemos apoyo emocional a las familias y creamos espacios seguros para la infancia, para que puedan vivir con el daño mínimo”, cuenta una de las trabajadoras sociales, Tamara. A lo que su compañera Sahar añade que, con su trabajo, “mejora las vidas de la gente y les ofrece las herramientas para que solucionen sus problemas por sí mismos”.
“Si los niños y niñas no tienen educación, tendremos una generación perdida. La educación es la única manera de tener un mejor futuro”, afirma Heba Al Basha, directora de JRS Líbano. Los niños y niñas refugiados sirios han dado una lección de resiliencia desde su nacimiento, teniendo que atravesar injustamente todo tipo de dificultades en unas condiciones de extrema dureza. Mantienen firme la esperanza de que la educación es la clave para construir entre todas y todos una sociedad más equitativa y justa, donde nadie tenga que huir de su hogar para construir un futuro digno y de paz.