Todos los seres humanos tenemos un gran potencial creativo. Para desarrollarlo, las distintas disciplinas artísticas han constuido desde el principio de la humanidad un vehículo de expresión privilegiado. Sin embargo, nuestra capacidad creativa va más allá de esta noción: las distintas disciplinas artísticas no sirven únicamente para expresar lo que sentimos y somos, sino también para pensar nuestra realidad, visualizarnos en nuestra sociedad y crear alternativas.
- El arte se convierte, entonces, en un medio de reflexión personal, expresión de ideas y creación de conocimiento. En su vertiente más social y colectiva, puede configurarse como un canal para explorar alternativas, utopías improbables que nos permiten caminar y aquellas factibles que posibilitan transformar nuestra realidad. Atendiendo a este inmenso potencial, carecería de sentido que lo artístico no tuviera un papel privilegiado en cualquier proceso educativo que pretenda ser crítico, equitativo y de calidad. La educación artística forma parte del currículo de los primeros ciclos de diversas legislaciones educativas, aunque podríamos discutir si este tipo de formaciones deberían estar relegadas únicamente a las primeras etapas y si esto no está provocando que perdamos el inmenso potencial transformador que puede suponer incluirla como eje transversal de los procesos educativos formales y no formales intergeneracionales.
Si consideramos que el canal que ofrecen las distintas expresiones artísticas quizás no se agote en la infancia, tal y como diversas metodologías pedagógicas innovadoras y teorías (como la teoría de las inteligencias múltiples) están demostrando, nos encontraríamos ante la certeza de que las distintas disciplinas artísticas deben ser un instrumento transversal en cualquier proceso educativo. Las distintas artes visuales, escénicas, musicales y literarias nos ofrecen un sinfín de técnicas y herramientas para trabajar con grupos de todas las edades y continentes. Entre ellas, el teatro ha sido, desde sus inicios, un potente instrumento de expresión, autoconocimiento y reflexión sobre los retos sociales de nuestro mundo.
Desde hace décadas, y gracias a la aportación de reconocidos dramaturgos como Augusto Boal, la dramatización se ha ganado un espacio destacado como herramienta pedagógica, con un gran potencial transformador a la hora de trabajar con personas y grupos de todas las edades y contextos. El teatro se convierte, así, en una disciplina artística que está siendo utilizada en procesos socioeducativos de todo el mundo, configurándose, como sostenemos en este artículo, en un recurso privilegiado para la Educación para la Ciudadanía Global.
El teatro como recurso socioeducativo: el caso del proyecto “Teatro para soñar el mundo” en España
Conscientes del potencial educativo de la dramatización y el teatro, desde la Fundación Entreculturas llevamos años impulsando el proyecto “Teatro para soñar el mundo”. Mediante el uso de distintas metodologías de teatro social, como pueden ser el teatro imagen o el teatro foro, los grupos de jóvenes participantes en el proyecto realizan ejercicios teatrales y construyen escenas, que les permiten reflexionar sobre su realidad local y global, trabajando sobre aspectos relacionados con la vulneración de derechos humanos y la construcción de cultura de paz. Los pasos fundamentales que seguimos durante estos procesos teatrales son los siguientes:
- Partimos de los propios intereses y vivencias de los participantes, propiciando que exploren cuáles son los conflictos y las situaciones relacionadas con la convivencia y la cultura de paz que perciben en su realidad.
- A través de juegos y ejercicios teatrales basados en herramientas del teatro social realizamos dinámicas y creamos escenas, mediante las cuales las personas participantes toman consciencia de cómo se manifiestan estos conflictos: qué rol desarrollan en ellos y cómo afectan a los demás.
- Al tomar consciencia de que se trata de situaciones compartidas, la sinergia creada nos ofrece el contexto ideal para que el grupo explore cómo pueden transformar aquello que les resulta injusto.
¿Qué ocurre en mi barrio y en mi contexto global? ¿Cómo reacciono cuando me relaciono con otras personas y me enfrento a determinados conflictos? ¿Hay aspectos de mi realidad que considero injustos? ¿Soy el único o la única que piensa esto? Si no es así, ¿cómo podemos trabajar para transformar la realidad? Estas son algunas de las preguntas que surgen en los procesos colectivos de teatro social que impulsamos, en los que en los últimos años han participado cientos de jóvenes, tanto en el marco de trabajo de sus centros educativos, como en distintos encuentros nacionales y globales de jóvenes que organizamos. Con la implementación de este proyecto hemos comprobado que el uso de este tipo de metodologías y la facilitación de estos procesos aumenta el autoconocimiento de las personas participantes, su capacidad de gestión emocional, así como la cohesión de grupo y su identificación como agentes promotores de una cultura de paz. Las técnicas teatrales proporcionan un vehículo a través del cual las personas que participan pueden expresar sus ideas y sentimientos mediante una diversidad de lenguajes, descubriendo y potenciando sus propias capacidades innatas.
Al trabajar de manera grupal, observamos que esta metodología tiene un doble efecto, en la línea de los objetivos de la Educación para la Ciudadanía Global:
- Individual: la interacción con el grupo permite a cada persona conocerse mejor a sí misma, aumentando sus conocimientos sobre cómo se relacionan en sociedad y ante los conflictos.
- Colectiva: a través del grupo experimentan un encuentro entre iguales que les ofrece la oportunidad de explorar la capacidad creativa que tienen para ensayar alternativas y ponerlas en práctica. El mensaje es claro: no están solos y solas ante su realidad, sino que el grupo les ofrece una red desde la que poder actuar y transformar.
El grupo, por tanto, se empodera y mejora su cohesión social. En sus evaluaciones, alumnado del IES San Isidro de Madrid, participantes en el proyecto Teatro para Soñar el Mundo, afirmaron: Es una actividad alternativa y diferente que fomenta algo muy importante, que es la creatividad. Apelamos a ella para imaginar, para cambiar las cosas. Me ha hecho sentir bien, incluida, válida, necesaria y que puedo aportar mi granito de arena para cambiar el mundo. He aprendido a trabajar en equipo con mis compañeros y compañeras por primera vez. He aprendido a relajarme y sobre todo a ser uno. De veintiocho personas terminamos siendo una sola por el simple hecho de que nos unimos para crear algo que nos sirviera a todos.
El teatro como recurso socioeducativo en Centroamérica: una experiencia de acompañamiento para la prevención de violencia de género en Managua
La apuesta por la inclusión de técnicas teatrales en los procesos socioeducativos ha adquirido en las últimas décadas una dimensión global, siendo utilizada en diversos contextos y territorios. En este ámbito, los países latinoamericanos, patria del brasileño Augusto Boal, principal impulsor del teatro social, son alumnos aventajados. El trabajo comunitario a través de distintas expresiones artísticas, entre ellas el teatro, es un elemento habitual de la acción socioeducativa latinoamericana. Así pudimos comprobarlo durante el pasado verano, en el que acompañamos un proceso de teatro social con jóvenes nicaragüenses en Managua. El proceso se enmarcaba en el trabajo de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBS), una institución con más de 50 años de experiencia de trabajo socioeducativo con infancia, juventud y mujeres, en ámbitos como la protección de la infancia y la prevención de violencia de género, intrafamiliar y la trata de personas. De los más de 4 proyectos que esta institución lidera, el proceso teatral se desarrolló con jóvenes nicaragüenses de 11 a 17 años de los proyectos “Samaritanas”, “Casa Hogar” y “Natras”.
La violencia de género a la que están sometidas las jóvenes con las que trabajamos es altísima: en Managua, 8 de cada 10 mujeres víctimas de agresiones sexuales son niñas y adolescentes, y el 40% de las mujeres han experimentado violencia sexual por parte de su pareja. Dentro de las familias, la violencia adquiere diversas formas y expresiones, pero las más habituales son la negligencia en el cuidado, el maltrato verbal y físico, la explotación económica a través del trabajo infantil y, en el caso de las niñas, los abusos y la explotación sexual ejercida por familiares cercanos. En este contexto, resulta esencial realizar procesos educativos de activación de factores de protección y prevención de violencia, en los que las jóvenes tengan la oportunidad de interiorizar habilidades desde edades tempranas, tanto para detectar las distintas manifestaciones de la violencia, como para darles respuesta y construir proyectos vitales autónomos. Para esto, durante todo el año, las jóvenes participantes en los proyectos de las CEBS participan en talleres sobre violencia de género, amor romántico, ciberacoso o empoderamiento, con el objetivo de revertir estas dinámicas. Nuestra intervención socioeducativa se centraba en trabajar a través del teatro el nivel de interiorización que tenían las participantes en estos proyectos de todos los contenidos de género trabajados durante el año, para detectar si se habían apropiado de los conocimientos y habilidades tratadas y poder diagnosticar áreas de mejora.
Para realizar este proceso, identificamos las distintas violencias a las que las jóvenes se enfrentaban en su día a día y montamos una obra teatral, en la que plasmamos cómo estas se iban desarrollando en distintas escenas cotidianas a lo largo de un día en la vida de la protagonista. La obra, protagonizada por distintas educadoras de las CEBS, se representó en un teatro-foro abierto a todas las jóvenes participantes. Al terminar la obra, fuimos repasando con el grupo cada una de las escenas. ¿Qué se trata en ellas? ¿Qué les sucede a los distintos personajes? ¿Con qué contenidos vistos a lo largo del curso relacionan cada situación? Este primer diagnóstico resultó útil al equipo, que pudo ver el grado de interiorización de los conocimientos y la capacidad de identificación que podían realizar las participantes con distintas situaciones cotidianas para ellas. Sin embargo, al utilizar como metodología el teatro social, no podíamos quedarnos únicamente en este análisis, sino que debíamos activar su capacidad de creación de alternativas. Para ello, les preguntamos qué creían que podían cambiar de la actitud y acción de los personajes en cada escena. Las distintas escenas ofrecían finales en los que los personajes no activaban los mecanismos de protección que las jóvenes habían visto durante el año, por lo que el objetivo era promover que identificasen alternativas, poniendo en práctica los conocimientos y habilidades aprendidos. Dividimos al grupo en distintos subgrupos, asignando una escena a cada uno.
Cada subgrupo debía crear un final alternativo, que fue representado al resto del grupo, creando una obra totalmente distinta a la inicial. El resultado fue todo un éxito: las jóvenes pusieron en práctica distintos mecanismos aprendidos, recreando alternativas en las que, individualmente y en grupo, desarrollaban diferentes estrategias para defender su integridad y dignidad. Reflexionamos sobre las consecuencias positivas que tenía la puesta en práctica de los contenidos aprendidos, fomentando que se motivaran para continuar aprendiendo, y promovimos que identificaran cuáles podrían poner en práctica en su día a día y se comprometieran a hacerlo. El debate fue muy rico y llegaron al tipo de conclusiones que promueven estos procesos de Educación para la Ciudadanía Global: las consecuencias de la realidad social son comunes a muchas personas, en colectivo somos más fuertes y tenemos mayor apoyo y alcance para activar factores de autodefensa, empoderamiento y transformación.
Como hemos visto, el teatro, como muchas otras disciplinas artísticas, nos ofrece la oportunidad de expresarnos y construir conocimiento de una manera integral, aunando en un mismo proceso socioeducativo nuestras facultades físicas, intelectuales, emocionales y creativas. Esta integración nos permite romper la división artificial entre las dimensiones cognitivas y emocionales, configurando procesos educativos holísticos. Uno de los retos de la educación es, y siempre ha sido, integrar todas las estrategias y metodologías que están a nuestro alcance para acompañar procesos de crecimiento personal. Una mirada al potencial de lo artístico como herramienta de Educación para la Ciudadanía Global nos permitirá comprobar en seguida que el uso socioeducativo de los canales que ofrece la enseñanza artística constituye una estrategia fundamental para el empoderamiento de una ciudadanía que, al fin y al cabo, tiene el mundo en sus manos.
Artículo originalmente publicado en el número 375 de la Revista Padres y Maestros, titulado «Creatividad y artes en la educación»