“La capacidad que pueden tener los niños y niñas de jugar es muy importante porque aprenden jugando y hay necesidad de que jueguen para estimular sus emociones y hacer amigos.”
Alba Caballero es una joven de 14 años que vive en el barrio madrileño de El Pozo. Con tan solo 6 años de edad empezó a participar en las actividades que desarrolla la Fundación Amoverse en su barrio: un espacio destinado a desarrollar la autonomía y la confianza de los niños, niñas, jóvenes y sus familias para mejorar su calidad de vida a través del acompañamiento y el juego.
Saltar, trepar, esconderse, correr… Jugar es mucho más que eso. Jugar es dejar volar la imaginación, es compartir, convivir, explorar y comunicarse. Es una forma de manifestar personalidades a la vez que aprendes y te diviertes. Una ciudad sin niños y niñas jugando en la calle es una ciudad vacía. Sin embargo, por difícil de imaginar que parezca, siguen existiendo contextos donde la infancia no tiene el tiempo o el espacio adecuado para ejercer su derecho al juego.
Ante esta realidad, desde Entreculturas y la Fundación Amoverse nos hemos unido en la campaña “Soy Cometa”. Una iniciativa educativa que lanzamos en Madrid, avalada por los 20 años de recorrido de la Fundación Amoverse, cuyos profesionales acompañan a 150 niños y niñas en situación de vulnerabilidad social en los barrios madrileños de El Pozo del Tío Raimundo y La Ventilla. A través de sus centros de día, acompañamiento semanal, campamentos y salidas lúdicas, Amoverse impulsa su desarrollo emocional, físico y cognitivo.
“El perfil de los niños y niñas se caracteriza por presentar dificultades académicas y tener muchas ganas de conocer y relacionarse más allá del colegio, de abrir puertas y mirar hacia fuera”, comenta Ana, educadora social de la Fundación. “Intentamos estar con el barrio y para el barrio, trabajando en red, comunicadas con la asociación de vecinos, con el centro cívico…”
© Elisa García / Entreculturas
Mamen, una de las niñas que participa en las actividades del barrio El Pozo, nos explica desde el parque cómo son sus días en Amoverse. “Yo vengo a las 16h y salgo a las 19h. La primera hora es para aprender, pero jugando, la segunda para hacer tarea y la tercera para jugar. Por ejemplo, hay algunas veces que te dejan jugar a juego libre, te sacan la comba, la pelota…”
La Fundación tiene como objetivo impulsar las oportunidades de los niños, niñas y adolescentes que participan en ella poniendo también el foco en las familias. Su labor se lleva a cabo a través de tres áreas de intervención: “está la parte de atención a la infancia y a la adolescencia en los centros de día, la parte de acompañamiento familiar y el acompañamiento sociolaboral”, comparte Ana.
En medio de un año marcado por la pandemia, la Fundación Amoverse ha dado continuidad a su intervención socioeducativa adaptándose a las circunstancias de la mejor manera posible. Todo ello poniendo siempre en énfasis el cuidado de la salud tanto de los niños, niñas y jóvenes, como de sus familiares y todo el equipo que forma parte de la Fundación.
© Elisa García / Entreculturas
“Lo que más he echado de menos fueron los monitores, porque te sacan una sonrisa de vez en cuando, estudiar porque era lo más importante cuando estabas encerrada porque tenías mucho lío y los amigos”, nos comparte Alba al recordar los meses difíciles de confinamiento.
“Durante la pandemia se hace especialmente difícil intervenir y mantener nuestro trabajo porque es vivencial. Nosotras es estar, es jugar, es tocar, aprendemos a través del juego los límites, aprendemos a expresarnos, aprendemos a relacionarnos con iguales…”, añade Ana.
Uno de los principales problemas que se encontraron cuando Amoverse volvió a abrir sus puertas tras el confinamiento fue ver a los niños y a las niñas con el ánimo bajo y desmotivados. “Cuando nos dimos cuenta y observamos que no querían jugar, también fue un indicador de decir: ¿qué está pasando? Que esto va en nuestros genes, que jugar es cosa de todas y no puede ser tener a niñas sin ganas de jugar”, explica Ana.
© Elisa García / Entreculturas
Reivindicando un espacio de libertad para la infancia
Con la campaña “Soy Cometa” simbolizamos la libertad para la infancia, una vía de escape del suelo hacia el cielo infinito, donde los niños y niñas conviven como iguales y acceden a las mismas oportunidades. Es una iniciativa que lanzamos con motivo al Día de la Infancia del pasado 20 de noviembre, un momento para reinvindicar el derecho de todos los niños y niñas a disfrutar sin discriminación alguna: el derecho a la supervivencia; al desarrollo pleno; a la protección contra las influencias peligrosas, contra el maltrato y la explotación; al juego y la diversión y a la plena participación en la vida familiar, cultural y social.
Soy Cometa presenta a su vez una unidad didáctica para que tanto niños, niñas, padres, madres y profesorado puedan formar parte de esta iniciativa. En ella se encuentra una guía para construir en equipo una cometa y hacerla volar mientras leemos y nos comprometemos a las peticiones del “Manifiesto Cometa”. Para que en casa haya tiempo de calidad para jugar en familia: salir de las pantallas, pasar tiempo juntas, aprender juegos nuevos y antiguos… Para que nadie sea castigado sin jugar, que por las tardes podamos tener tiempo más allá de hacer los deberes y que los centros educativos respeten los espacios de juego.
© Elisa García / Entreculturas
Para que las políticas públicas de conciliación sean reales, poder tener tiempo libre en casa, tiempo de disfrutar sin tareas pendientes. Para que el juego pueda darse en los espacios públicos de forma segura, que los barrios cuenten con espacios de juegos dignos para todas las edades y diversidades. Y, sobre todo, para que la infancia sea cuidada, protegida, protagonista de sus historias, como ciudadanía de pleno derecho del presente.
Para volar, las cometas necesitan un cielo abierto, ser impulsadas por el viento, necesitan libertad para moverse y expresarse en un espacio infinito. “Me hablas de niña cometa y se me viene a la cabeza como: ¡te paso la cometa! Como esa energía, esas ganas de jugar, que vuelen y que se entere todo el mundo que este es un derecho que yo tengo y que quiero luchar por él, que quiero jugar”, afirma Ana.
De esta manera, juntos y juntas podemos tender el hilo de la gran cometa que nos une y que nos lleva directo al gozo olvidado de la infancia, una vía de escape que trasciende el asfalto y los edificios para dar un gran salto a un mundo infinito de esperanza. En esta Navidad hagamos del juego una herramienta para educar y construir un mejor futuro.