El pasado 24 de enero Félix Tshisekedi, el líder de la Unión para la Democracia y el Progreso Social, se convertía oficialmente en el quinto presidente de la República Democrática del Congo. El nuevo presidente tomaba posesión del cargo cinco días después de que el Tribunal Constitucional avalase los controvertidos resultados de las elecciones del pasado 30 de diciembre, que le daban la victoria con el 38,57% de los votos, por delante del 34,86% de su principal opositor Martin Fayulu.
Se trata del primer traspaso pacífico y democrático de poderes en la historia del país desde 1960, tras el logro de su independencia. A pesar del éxito político que representan las elecciones presidenciales, el proceso poselectoral no ha estado exento de violencia, dejando más de 30 muertos, cerca de 60 heridos y más de 240 detenciones que siguen poniendo de manifiesto la conflictividad que experimenta uno de los países más convulsos del mundo.
En este contexto se enmarcan las promesas de cambio que anunciaba el nuevo presidente en su discurso de toma de posesión, cuyo sentido se centraba en mantener la independencia e integridad del país y preservar la unidad nacional. Tshisekedi aprovechaba para declarar su predisposición a liderar el país movido por “el bien común y la paz”. Durante su discurso, el nuevo mandatario prometió liberar a todos los presos políticos, mostró su preocupación por la urgencia de atender la problemática medioambiental y reconoció la labor de su predecesor en su “compromiso con el país en una transición que ha resultado en la reunificación del territorio nacional entonces dividido”.
Por su parte el expresidente Joseph Kabila, cuyo gobierno se había prolongado desde 2001, ha mostrado públicamente su apoyo al nuevo dirigente; durante su último discurso como presidente, Kabila mostraba su predisposición a formar una coalición con el nuevo gobierno para defender la cohesión nacional y trabajar por construir juntos un futuro próspero para la República.
Félix Tshisekedi representa así la apertura de una nueva etapa política que pretende habilitar un cambio en la dirección de la RDC. Para ello el presidente ha manifestado la necesidad de hacer frente a lo que considera la gran causa nacional: la lucha contra la pobreza. En este sentido Tshisekedi ha señalado como su objetivo principal el aumento del ingreso promedio por persona a 11,75 dólares por día, en comparación con los 1,25 dólares que dispone la población en la actualidad. Este propósito responde a la petición generalizada que los miles de seguidores de la UPDS (Unión para la Democracia y el Progreso Social) han hecho llegar al presidente tras su toma de poder: “no te olvides de lo que tu padre decía: poner al pueblo delante”.
Unas elecciones empañadas por la violencia y la incertidumbre
Los comicios, celebrados el pasado 30 de diciembre de 2018 con dos años y medio de retraso, llamaron a las urnas a cerca de 40 millones de electores para elegir nuevo presidente. Joseph Kabila, a la cabeza del país desde hace diecisiete años, tomó el poder en 2001 tras el asesinato de su padre, Laurent Desiré Kabila, anterior presidente de la RDC. Tras un periodo denominado de transición, unas controvertidas elecciones se celebraron en 2006, siendo los primeros comicios libres que el país conocía desde su independencia de Bélgica en 1960. Al término de su primer mandato (de cinco años), marcado por la intensificación de la violencia, especialmente en el este del país, en noviembre de 2011 Kabila es proclamado de nuevo vencedor de las elecciones democráticas, pese a que el candidato opositor rechaza los resultados.
A lo largo de este segundo mandato, caracterizado por el recrudecimiento de la violencia en todo el país, varios movimientos de la sociedad civil se han movilizado en contra de un intento del presidente de modificar la Constitución con la finalidad de acceder a un tercer mandato. Diferentes protestas y manifestaciones han recorrido la RDC en 2015, siendo cruentamente refrenadas por las fuerzas de seguridad del estado, causando decenas de muertes. Sin convocatoria de elecciones anunciada ni estimada, el 20 de diciembre de 2016, fecha de fin del mandato de Joseph Kabila, la ciudadanía de las principales ciudades del país se movilizó y salió a la calle, siendo de nuevo brutalmente reprimida por la policía y el ejército. Hasta que, el 31 de diciembre, presidencia y oposición redactaron un acuerdo con la mediación de la Iglesia Católica en el que se permitió al presidente Kabila mantenerse en funciones en el poder hasta finales de 2017, con la condición del nombramiento de un Primer Ministro de la oposición.
Tras un año de acentuación de la violencia en las regiones de Kasai y los Kivus Norte y Sur, la Comisión Electoral fijó por fin una fecha de celebración de elecciones presidenciales: el 23 de diciembre de 2018.
El 2018 fue igualmente un año duro para la RDC, que sufrió un nuevo brote de ébola en las zonas del Ecuador y el Kivu Norte, así como la continuidad de los enfrentamientos que han provocado hasta 4 millones de desplazamientos internos en todo el país. En este contexto de caos y violencia generalizada, el clima electoral se tensó igualmente.
En noviembre de 2018, los siete principales líderes de la oposición presentaron una candidatura única con el candidato Martin Fayulu a la cabeza. Sin embargo, al día siguiente, dos de los firmantes, Félix Tshisekedi entre ellos, se retiraron del acuerdo.
Paralelamente, la tensión entre la sociedad civil se acentuaba ante el miedo a la no celebración de las elecciones, pospuestas a última hora al 30 de diciembre, a consecuencia de un incendio en el almacén del material electoral en la capital, Kinshasa. Al mismo tiempo, la Comisión Nacional Electoral (CENI) anunció la exclusión de las ciudades de Beni, Butembo y Yumbi (Kivu Norte) de los comicios. Alegando razones de seguridad, más de un millón de votantes quedaron privados de participar en las elecciones, siendo pospuesta su votación al mes de marzo de 2019.
En la misma línea, tratando de evitar posibles manifestaciones multitudinarias y la distribución masiva de mensajes, el mismo 30 de diciembre el Gobierno en funciones establecía un corte en las comunicaciones, bloqueando el acceso en todo el país a internet y la mensajería instantánea. En un territorio basto y de pésimas infraestructuras comunicativas como es la RDC, este bloqueo supone el aislamiento de zonas enteras como Masisi y Mweso, donde Entreculturas apoya desde hace años el trabajo educativo y de protección del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) para la población refugiada y desplazada interna más vulnerable.
Por otro lado, este corte no solamente conllevó la pérdida del único medio de comunicación de las poblaciones remotas, sino que prácticamente imposibilitó la labor humanitaria. En el caso de nuestro trabajo con el JRS, el corte impidió la comunicación del personal de terreno con las escuelas más distantes, limitando los desplazamientos y visitas de apoyo psicosocial a las familias por no poder verificar la situación de seguridad en los trayectos ni la coordinación entre organizaciones.
Tras las polémicas votaciones, la publicación de los resultados oficiales estaba prevista para el 6 de enero de 2019. Sin embargo, tres días antes, la Comisión Episcopal daba como vencedor al candidato Martin Fayulu, según los más de 40.000 observadores distribuidos por todo el país. Asimismo, exhortaba a la CENI a publicar los resultados de acuerdo a “la verdad y la justicia”, al igual que el movimiento ciudadano Filimbi anunciaba “una diferencia demasiado grande” entre los votos del candidato ganador y el delfín presidencial como para un fraude electoral. Finalmente, en la madrugada del 10 de enero, los resultados oficiales dieron como ganador a Felix Tshisekedi, con contestaciones contrarias no solamente desde la diáspora y estados como Francia, sino también desde la oposición y a nivel popular, con manifestaciones y reacciones violentas en numerosas zonas.