A la sombra del Monasterio del Escorial nos encontramos, el pasado fin de semana, los equipos de VOLPA (formadores y en formación), con las personas responsables de delegaciones y de Formación y Voluntariado en los territorios.
En este “encuentro de encuentros” a cada grupo correspondía una agenda distinta:
Los y las VOLPAS en formación (12 personas de las delegaciones de Madrid, Andalucía y Valencia que han confirmado su deseo y compromiso por realizar un voluntariado internacional de larga duración y se marcharán a terreno entre octubre y enero del próximo curso) trabajaron la resolución de conflictos y conocieron más de cerca las instituciones a las que se incorporarán.
Los equipos formadores participaron en un taller de Escucha Activa, con el fin de seguir mejorando la calidad del acompañamiento que realizan a las personas voluntarias.
El domingo, se centraron en cómo seguir mejorando el programa: estrechar el vínculo y apoyo mutuo con las delegaciones, alcanzar un público mayor en la próxima convocatoria VOLPA (que se lanzará oficialmente a finales de mes) y, partiendo de las sugerencias de nuestras organizaciones socias en terreno, mejorar la propuesta formativa durante el tiempo de envío, que es el período entre la asignación de enclave y la llegada a terreno.
Los dos grupos se unieron por la tarde para, de la mano de las facilitadoras de la ONG Ongawa, tocar algunos temas muy delicados en el ámbito del voluntariado internacional: las relaciones de poder, cómo transformar las estructuras de creencias individuales y colectivas para impulsar el cambio social y cómo ser agentes de cambio. Después de un primer ejercicio conjunto, los grupos se dividieron para seguir profundizando en estos temas desde sus respectivos roles.
El testimonio de Lucía Aragón, Post-VOLPA de Andalucía que estuvo el IRFA, en Santa Cruz, Bolivia, coronó la noche y aunó a todas las asistentes. Nos compartió los desafíos y las riquezas de su experiencia desde las entrañas, lanzando un llamado importante a todas las asistentes: tenemos que dejarnos tocar por el encuentro con otras personas y culturas, abrirnos a nuestra propia vulnerabilidad y a la de los contextos que nos acogen, para poder ser altavoces y reclamar justicia también desde este lado del mundo.
Un llamado a ser agentes de cambio que apoyamos y fomentamos desde Entreculturas.