Yovanny Bermúdez, jesuita y anterior director del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Venezuela, nos cuenta los retos que enfrenta la población venezolana el país y, especialmente, en relación con el derecho a una educación de calidad que construya futuro. Un mensaje lleno de esperanza que demuestra que, a pesar de las dificultades, pueden crearse espacios de oportunidad para la sociedad en general y para la infancia en particular.
¿Qué trabajo lleva a cabo JRS Venezuela y a qué tipo de población y personas estáis atendiendo?
JRS Venezuela tiene como misión acompañar y defender, como en cualquiera de sus oficinas por todo el mundo. En estos momentos acompaña a todas las personas afectadas por la situación humanitaria que estamos viviendo en el país, particularmente a niños, niñas, mujeres y personas de la tercera edad. Tenemos procesos de acompañamiento psicosocial reflejado en esta oportunidad de sanar, de curar las heridas que está provocando todo el proceso migratorio venezolano y las vivencias negativas que está dejando en la población venezolana la crisis humanitaria. Lo hacemos a través de procesos de escucha atenta en las comunidades, como espacios protectores donde las personas puedan sentirse en un lugar de acogida que pueda ayudarles a generar procesos de resiliencia y para saber cómo afrontar la soledad, por encontrarnos con familias totalmente desmembradas por la migración y por los efectos de la crisis humanitaria venezolana. Además de un proceso de sensibilización y visibilización para enfrentar positivamente los efectos de esa crisis, buscar experiencias de fraternidad, hospitalidad y solidaridad con los demás. También tenemos procesos de acompañamiento a mujeres, en todo lo que significa curación, sanación por efectos de la violencia social; también de la violencia basada en género, que sigue aumentando en el país. Ponemos especial atención al cuidado de los niños y niñas en edad escolar para que puedan continuar con sus estudios y tengamos un futuro en el país.
¿Cuál es el principal reto para la infancia desplazada y de qué manera la escuela puede darles apoyo?
Yo creo que el principal reto es hacer que los niños y las niñas del país sean capaces de comprender que la vida no es la vida triste que están viviendo. Nuestro principal trabajo es brindarles la mejor educación que puedan recibir en este contexto. De ahí que lo primero es que nuestras escuelas permanezcan abiertas, que los niños y niñas tengan educación, pues eso es el futuro. En este contexto donde estamos viendo una desestructuración familiar, donde los lazos familiares y la confianza social se han roto, es importantes mostrarles que la escuela es un espacio seguro donde desarrollarse. Un niño y una niña no pueden estar deprimidos; hay que ayudarles a poner creatividad en este contexto que estamos viviendo; han de aprender, jugar, han de ser niños y niñas.
Foto: Mauricio López
¿Cómo afecta la situación que vive Venezuela al derecho a la educación?
Está claro que para niños, niñas o adolescentes con hambre es difícil aprender. Es elemental decirlo, pero estamos comprometiendo el futuro del país desde el momento que los tenemos en las escuelas malnutridos; que no comerán acorde a los requerimientos ni el crecimiento de esa persona. Pero tampoco hay escuela si los maestros y maestras no comen. Para que las escuelas funcionen, tenemos que tener niños, niñas, adolescentes; pero también maestros/as enamorados/as de su labor educativa: hay un proceso de acompañamiento a los profesores para que vean que su tarea es necesaria para la sociedad. No es posible que tengamos a un niño o una niña de un colegio pintando el arco iris en negro porque no hay colores. Yo considero que dejar el derecho a la educación únicamente en el acceso a la educación, en estar inscrito, sería minimizar en exceso ese derecho. Tiene que haber un lugar que verdaderamente esté en óptimas condiciones para que el proceso educativo pueda darse.
¿Cómo apoyáis en JRS el acceso educativo de niños y niñas y qué tipo de educación promovéis?
JRS Venezuela promueve el acceso educativo a través de campañas de sensibilización mostrándoles a las personas adultas, representantes de los niños, niñas y adolescentes, la importancia de que continúen en el sistema educativo. También para sensibilizar a niños y adolescentes de que la educación abre fronteras y capacita para vivir una vida buena y, eso desde un talante que haga posible reconocer que la educación transforma la vida. Promovemos la educación como un elemento fundamental de construcción para la paz, no sólo donde no haya violencia, sino donde seamos capaces de reconocer las diferencias que hay en el país, de integrarlas,y además de reconocer los derechos que tienen las otras personas de una vida digna.
A nivel personal, ¿qué te aporta y cómo vives la misión que llevas a cabo?
Lo primero son las personas a la que acompañamos todos los días, en las escuelas, en las comunidades o en los procesos de empoderamiento económico. Ver a estas personas como personas, no como números, sino como seres humanos, que van dando lo mejor de sí y van enfrentando de modo resiliente los efectos de la situación que vivimos en el país. Para mí ese es el oxígeno, ver como las otras personas van generando y van abriendo espacios y caminos para seguir luchando y seguir construyendo el país que soñamos, donde todos podamos ser hermanos y hermanas.
Foto: Mauricio López