Recientemente, nuestra compañera Natalia Báez González, que acompaña nuestros proyectos en México y Perú, viajó a Perú para conocer de cerca el trabajo que llevamos adelante junto a Fe y Alegría en contextos rurales y amazónicos.Durante su recorrido por el departamento de Loreto, en plena Amazonía, conoció la experiencia de los círculos de aprendizaje: espacios educativos descentralizados donde jóvenes y personas adultas, especialmente mujeres, retoman sus estudios.
Desde la comunidad de Ex Petroleros, Natalia nos comparte una crónica profundamente humana, que refleja el poder transformador de la educación cuando llega allí donde más se necesita.
Un primer viaje, un descubrimiento
En octubre del año pasado, hice mi primer viaje a Perú. Una de las experiencias que más me marcó fue conocer Iquitos, una ciudad ubicada en el departamento de Loreto, en plena Amazonía peruana.
Iquitos es una puerta de entrada a la selva peruana, con su clima tropical, su gente cálida y amable, y ese acento tan característico que te envuelve con su encanto.
Allí conocimos el increíble trabajo que lleva adelante la Red Rural Educativa 47 de Fe y Alegría Perú, que acompaña a 2.841 estudiantes en 22 comunidades a lo largo de la carretera de Nauta (distrito de San Juan Bautista, Loreto). La red gestiona 17 escuelas iniciales, 22 primarias, 5 secundarias (una con residencia estudiantil), un Centro de Educación Alternativa (CEBA), un Centro de Educación Técnico-Productiva (CETPRO) y un Instituto Superior Tecnológico (IST). ¡Vaya trabajazo!
Educación que se mueve hacia donde hace falta
Si bien me llevo muchas caras, nombres y momentos de este viaje, hay una visita en particular que me dejó una experiencia que guardo con mucho cariño. Fuimos a la comunidad de Ex Petroleros, donde funcionan los círculos de aprendizaje de Educación Básica Alternativa (EBA).
Estos círculos son espacios descentralizados e itinerantes que llevan la educación hasta donde realmente se necesita, generalmente en contextos rurales o contextos en situación de vulnerabilidad donde la escuela no llega, o son difíciles de acceder. Creo que eso es lo más interesante: la idea de la educación en movimiento. Estos círculos permiten que jóvenes y personas adultas que no pudieron terminar la primaria o secundaria lo hagan sin tener que asistir todos los días a un centro educativo.
Cuando aprender es también reencontrarse
Llamativamente, en este círculo asisten mayoritariamente mujeres. Nos reunimos en el aula donde reciben las clases, en plena siesta, con un calor húmedo característico de la selva.
Escuchamos historias increíbles, relatos de mujeres valientes que han superado muchas dificultades. Muchas de ellas asisten a las clases con el sueño de aprender a leer y escribir para poder ayudar a sus hijos e hijas en la escuela.
Pero hubo algo que todas resaltaron y que, en mi opinión, es el gran desafío: para ellas, estos círculos no son solo espacios de aprendizaje, sino también de encuentro con otras mujeres, de escape de la rutina, de liberarse de roles tradicionales con los que han cargado toda su vida (cocinar, encargarse del hogar, cuidar de todo y de todos) para, por primera vez, hacer algo por y para ellas mismas.
También valoraron muchísimo a sus profesores y profesoras, que con cariño y paciencia las acompañan en este proceso. Aquella tarde, en ese pequeño salón de clases en medio de la selva amazónica peruana, confirmé una vez más que lo que hacemos desde Fe y Alegría vale la pena. Aún queda mucho por hacer, mucho camino por recorrer, muchos desafíos que asumir… pero saber que estamos contribuyendo a cambiar la vida de tantas personas, y en este caso de tantas mujeres, es la mayor fuente de motivación.
Esta experiencia me recordó que la educación no solo abre puertas, sino que transforma vidas y comunidades enteras. En Entreculturas creemos firmemente en el poder de la educación como herramienta para construir un mundo justo y equitativo.
Por eso, seguimos apostando por iniciativas que, como los círculos de aprendizaje en Perú, llevan la educación allí donde más se necesita.