Valério Paulo Sartor es miembro del Servicio Jesuita a la Panamazonia (SJPAM). Recientemente se ha reencontrado con la Amazonía tras un tiempo guardando cuarentena y, a su vuelta, ha escrito esta carta sobre lo que ha llamado ‘un antes y un después’ en la región Panamazónica.
Después de 4 meses de cuarentena a causa de la pandemia de Coronavirus, y habiendo respetado durante todo este tiempo las medidas sanitarias y de seguridad y la advertencia de “quedarse en casa”, finalmente, respetando los protocolos de cuidado y protección, pude reencontrarme con el río Amazonas para llegar a las Comunidades y poder entregar a sus familias productos de higiene y alimentación. Reconozco que fue una sensación extraña, ya que muchas cosas cambiaron en estos últimos meses, especialmente en las comunidades indígenas; y esto es lo que me gustaría expresar en estas líneas.
Darse cuenta de que nada es como antes, significa que la pandemia causada por la COVID-19 ha dividido las aguas: un punto de inflexión, un antes y un después que quedará marcado en la historia de la humanidad. En relación a las comunidades indígenas, destacaré algunos aspectos para ilustrar, bajo mi punto de vista, ese “antes” y “después”. Si antes los indígenas (y nosotros con ellos durante nuestras visitas), como parte de su cultura y tradición, compartían, con mucha naturalidad, el mismo plato, vaso o taza; ahora no es posible para evitar la propagación del virus en la comunidad. Si antes compartían el “mambe” (coca y tabaco), en un espíritu de intercambio comunitario, ahora ya no pueden. Si antes podían coger la canoa libremente y llegar a la ciudad cualquier día, ahora cada uno debe respetar su día y horario de “pico y cédula” y siempre, utilizando tapabocas. Para los indígenas, la recomendación de “quedarse en casa” es casi imposible ya que, para ellos y ellas, la casa es la comunidad. Por eso, cuando están en su comunidad no utilizan los tapabocas, exceptuando aquellas personas que atienden o tienen contacto con personas que llegan de fuera.
Otra triste evidencia es la ausencia (o presencia casi nula) del Estado y de los gobiernos para garantizar la estructura hospitalaria, los profesionales sanitarios, y las pruebas y medicamentos para tratar a los pacientes de COVID-19, causando así muchas pérdidas de vida humana, vidas indígenas, entre las cuales, mucho han sido ancianos con conocimientos tradicionales. La irresponsabilidad de los gobiernos llevó a la sociedad civil a organizarse para salvar vidas y, unida en gestos de donación, voluntariado, solidaridad, … han tratado de abordar la pandemia de coronavirus en esta región amazónica. Además, la sabiduría de los “chamanes” y personas conocedoras de plantas medicinales, que conectan con los espíritus del bosque, revelando su poder, fuerza y armonía, han curado y continúan haciéndolo, a muchas personas indígenas y no indígenas, infectadas por el virus.
Ante esta realidad, el SJPAM, en alianza con Fundación Caminos de Identidad – FUCAI y en coordinación con los y las líderes indígenas de las comunidades colombianas, definimos estrategias de acción, elaborando protocolos con información sobre el COVID-19 (síntomas y cuidados para evitar contagios). A través de un trabajo solidario y en equipo, se realizaron visitas a todas las comunidades, orientando y distribuyendo material de protección e información, siendo nuestro principal objetivo, la protección y defensa de la vida. A medida que el tiempo avanzaba, percibimos que para que las personas indígenas permaneciesen en las comunidades, respetando la cuarentena obligatoria, era necesario apoyarles con productos de alimentación, medicamentos y material de higiene y protección. En este sentido, iniciamos una estrategia solidaria que funciona de la siguiente manera: el SJPAM recibe recursos de colaboradores externos, compra productos y contacta con catequistas, profesores y profesoras, líderes y lideresas de las comunidades, quienes llegan al puerto de Leticia en su canoa para recoger los productos y repartirlos a las familias de las comunidades.
En este tiempo de cuarentena, además de una buena cantidad de medicamentos y máscaras, desde el SJPAM hemos repartido más de 3.000 kits de alimentos y material de higiene en comunidades indígenas de Colombia y Perú. Este gesto de solidaridad, tal y como nos enseñó Jesús en la multiplicación del pan (Mt 15, 30; 38) ha sido posible gracias al apoyo financiero de varios colaboradores, entre ellos, la Compañía de Jesús, Entreculturas y Adveniat. Tal y como decía al inicio, ahora que la cuarentena es más flexible, estamos colaborando y acompañando en las entregas a las familias en las comunidades y otros colaboradores, continúan apoyando con canoas y combustible.
Sabemos que repartir alimentos y material de higiene no es suficiente, y tras escuchar las necesidades de las familias de las comunidades, identificamos que además de máscaras protectoras, precisan de herramientas de trabajo y semillas para continuar cultivando su propia alimentación, sin depender de la compra de alimentos de la ciudad. De esta manera, fortalecerán la soberanía alimentaria, al producir y consumir sus propios alimentos.
Tras este tiempo de incertidumbre, en el que tuvimos que repensar, reinventar, reprogramar, muchas cosas de las prácticas cotidianas de nuestras vidas, parece que “la vida va volviendo a la normalidad”. ¿Pero qué significa esa “normalidad” que no es la misma que antes? Cuando estuvimos repartiendo las ayudas, las comunidades indígenas decían “aquí todos nos contagiamos, algunas personas mayores no resistieron y murieron, otros resistimos y sobrevivimos, por eso pensamos que lo peor ya pasó, ya vencimos al COVID-19, ya no hay peligro”. Personalmente, reconozco que, en esa esperanza, puede haber peligro. Los números oficiales muestran señales de disminución, pero a lo largo de estos meses, las cifras nunca mostraron la realidad, ya que muchas personas infectadas no fueron contabilizadas; por lo que es demasiado pronto para cantar victoria y pensar que hemos superado la pandemia.
Dicho esto, el SJPAM continuamos con la misma estrategia y gesto solidario, tomando todas las medidas de seguridad y protección para no contagiarnos y evitar propagar el virus en las comunidades. Seguimos la ayuda humanitaria, con pautas de cuidado y protección, repartiendo a las comunidades, kits de alimentación, material de higiene, medicamentos, máscaras protectoras y herramientas de trabajo. Desafortunadamente, este aparente pequeño e invisible virus ha causado, está causando y causará muchas pérdidas humanas y daños irreparables en la vida de los seres humanos y en la vida de todos los seres vivos de la creación. Por lo tanto, necesitamos seguir uniendo fuerzas para que, en este gesto de solidaridad, podamos ganar COVID-19 porque “todo está interconectado como si fuéramos uno. Todo está interconectado en esta casa común” – “Tudo está interligado como se fôssemos um. Tudo está interligado nesta casa comum” (música de Cireneu Kuhn).
Fotos SJPAM.