“No es fácil ser mujer dirigiendo procesos de resistencias indígenas. En una sociedad increíblemente patriarcal las mujeres estamos muy expuestas, tenemos que afrontar circunstancias de mucho riesgo, campañas machistas y misóginas”, afirmaba continuamente Berta Cáceres, la lideresa orgullosamente indígena de la etnia lenca y feminista.
Berta fue asesinada el 3 de marzo de 2016 por defender los derechos humanos, los pueblos indígenas, el medioambiente y los derechos de las mujeres. Historias como las de la hondureña Berta Cáceres se han contado o escrito. Hoy podemos conocerlas para acompañar la lucha de millones de mujeres contra la desigualdad, aunque a las distintas sociedades del mundo aún les cuesta reconocer el aporte de la mujer de forma igualitaria. Mujeres que, con talento, esfuerzo y dedicación, construyen un mejor futuro para ellas y para quienes las rodean. Y en ello ha sido clave la educación, un derecho y una herramienta ineludible que transforma positivamente la vida de las personas.
En Entreculturas estamos comprometidos y comprometidas con la visibilización y el desarrollo de las mujeres, especialmente de las que viven en los contextos más complejos y en circunstancias por las que se ven obligadas a dejar la escuela, a migrar o a casarse a una edad muy temprana, sin posibilidad de formarse y de tener una vida digna. Trabajamos atendiendo y protegiendo a mujeres y niñas víctimas de violencia, promoviendo su acceso a una educación de calidad y facilitando su participación en la toma de decisiones.
Pero también visibilizamos las historias que reflejan la fuerza que une a todas esas mujeres: más allá de sus fronteras, sus culturas o sus creencias; son mujeres con ganas de construir su propio futuro y que actúan como agentes catalizadores de cambio y protectores de otros grupos más vulnerables.
Una muestra de ello es nuestro programa La Luz de las Niñas, a través del que hemos llevado a cabo acciones en materia de igualdad de género en 15 países diferentes de América Latina y África, visibilizando la violencia y las prácticas dañinas a las que se ven sometidas niñas y adolescentes.
Desde Entreculturas estamos apostando también por la generación de una ciudadanía global que promueva la justicia y la igualdad, para que mujeres como las cuatro protagonistas de nuestra campaña Mujeres Que Construyen Futuro de este año -Yrian, Nur, Texia y Anitalia- puedan seguir construyendo un futuro inmediato próspero y digno para ellas y sus comunidades.
En medio del intenso verdor de la Amazonía colombiana, Anitalia, lideresa del pueblo indígena de Okaina, lucha cada día para defender los derechos de su tierra. A través de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) la acompañamos en su trabajo por la justicia socioambiental, apostando por una educación intercultural bilingüe y modelos económicos alternativos con las comunidades indígenas.
Anitalia cree en el papel fundamental que pueden jugar las lideresas indígenas en la preservación de la naturaleza y sus recursos, aunque durante años muchas de ellas han sido obligadas a extraer estos recursos para el beneficio de otros, poniendo en riesgo su bienestar, el de su entorno y el de sus familias; causas por las que tienen su origen – y por las que se refuerzan – movimientos y corrientes como el ecofeminismo.
La Amazonía es el segundo área más vulnerable del planeta, en relación con el cambio climático provocado por los seres humanos y, a su vez, estos conflictos afectan en mayor proporción a las mujeres. El empobrecimiento de las zonas rurales depende de los recursos de uso común y del impacto de los desastres naturales, haciendo que las mujeres y las niñas tengan 14 veces más probabilidades de fallecer que los hombres, según un último informe de la ONU. Además, el cambio climático causa problemas medioambientales con coste humano que ponen en riesgo el bienestar y la supervivencia de forma global. En 2050, se calcula que 200 millones de personas se habrán visto obligadas a desplazarse por estas causas.
En América Latina y en el Caribe existen más de 23 millones de mujeres indígenas que, además de la desigualdad que viven por ser indígenas, sufren en mayor medida abandono escolar, explotación laboral, desplazamiento forzoso o criminalización. Pero Anitalia no está sola: son muchas las mujeres que, en los contextos más difíciles, deciden ponerse en marcha y trabajar duro para defender sus derechos y luchar por la igualdad y por el derecho a una vida digna: “En los principios originarios las mujeres ocupamos un lugar fundamental en la vida del pueblo”, afirma. “Ni la mujer es menos, ni el hombre es más. Hay trabajos que compartimos juntos, hay trabajos individuales, pero todos para un fin común que es la construcción de esa familia, la construcción de ese hogar”.
Y como la educación forma parte vital de esta lucha reivindicativa de las mujeres como parte de una sociedad igualitaria, desde Entreculturas, junto a Fe y Alegría, la REPAM, el Servicio Jesuita Panamazónico (SJPAM), la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL) y otras instituciones, llevamos a cabo distintos proyectos de sensibilización ecosocial, formación con competencias para el trabajo enfocado en el protagonismo de la mujer y promovemos una educación respetuosa con los valores, tradiciones y el ritmo natural de cada rincón de ese gran ecosistema que es la Amazonía.
En las urbes no es muy distinto, aunque el contexto cambia radicalmente: la voz de las mujeres sigue sin ser escuchada por muchos y, especialmente en los espacios de toma de decisiones, aún está lejos de ser paritaria. Ejemplo de ello es la constante desigualdad en los puestos de trabajo desmedidamente estereotipados y que frenan los conocimientos, el ímpetu y la oportunidad de desarrollar talentos en las mujeres. La decisión de Texia Zambrano de apuntarse al curso de soldadura de Fe y Alegría Ecuador rompió estos esquemas y se mantuvo firme pese a las dificultades que tenía en casa y a ser la única mujer en su clase.
Texia quiere ser soldadora de barcos y está convencida de que la educación le abrirá las puertas para poder elegir la vida que desea: “Si yo me creo capaz, yo lo voy a poder lograr. El hecho de ser mujer u hombre no tiene nada que ver; simplemente importa la capacidad”. En Entreculturas apostamos por la formación profesional en distintos países, garantizando la educación de las personas más jóvenes y de esos grupos vulnerables que siguen adelante día a día, para fomentar su empleabilidad y que logren conseguir un futuro digno para ellas y sus familias.
En el caso concreto de Ecuador, junto a Fe y Alegría queremos contribuir a la inclusión en el sistema económico y social de jóvenes y personas adultas de Guayaquil, Manta y Portoviejo que se encuentran en situación de pobreza, generando oportunidades para mujeres excluidas del sistema educativo formal.
Para ello, hemos desarrollado una propuesta curricular de formación técnica basada en competencias laborales para las especialidades que ofrecen los Centros de Capacitación Laboral – CECAL. Hemos generado mecanismos e instrumentos que pretenden a su vez incrementar la mayor inserción laboral de las mujeres. Actualmente estamos alcanzando un 30% de mujeres formadas en este tipo de capacitación.
En paralelo, desde la ciudad de Manta, realizamos procesos formativos orientados al empoderamiento de la mujer, a través de la creación de una escuela de líderes y lideresas, donde se capacitan para adquirir herramientas y ejercitar su liderazgo, así como para tener la oportunidad de reflexionar y constituirse en agentes de cambio e igualdad.
Según el último informe de UNICEF, 12 millones de niñas cada año son obligadas a casarse para poder aportar alimentos o dinero a su hogar, siendo madres desde muy jóvenes y verse obligadas a abandonar sus estudios. En muchos países los esposos pueden impedir legalmente que trabajen, haciendo que la mayoría de las niñas se vean obligadas, aparte de a abandonar su escolarización, a realizar tareas del hogar como cocinar, ir a buscar leña, agua o tener a su cargo a sus hermanos pequeños. Otra de las lacras que sufren las niñas en muchos lugares del mundo por el mero hecho de ser niñas.
Nur vive en un campo de refugiados de Amnabak, en Chad, con su hijo pequeño que cría sola en unas condiciones de vida muy duras. “Me quedé embarazada y esto me creó un problema para mí, porque no estoy casada. No podía estar delante de la comunidad o de mis amigos”, nos explica.
Gracias al Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Chad, Nur ha podido seguir estudiando, pese a su dura situación, y está decidida a ir a la universidad para ser doctora y a salir adelante ayudando a su comunidad. Como ella, muchas mujeres en Chad se han visto beneficiadas por programas y proyectos impulsados desde Entreculturas, junto a Fe y Alegría y JRS, que van desde la capacitación al profesorado, la inclusión y permanencia educativa, la construcción de escuelas y mejoras de condiciones de vida. Pero, sobre todo, trabajamos en la lucha contra la violencia que sufren mujeres y niñas, como el matrimonio precoz y forzado y la mutilación genital, una práctica que es considerada tradición.
Entre los numerosos desafíos que se plantean en Chad, hay otra realidad que podría pasar desapercibida pero que, en el contexto chadiano, supone un grave problema para las jóvenes, especialmente para las que viven en un campo de refugiados: la menstruación. JRS Chad detectó hace un tiempo una especial dificultad en la forma en la que las niñas y jóvenes gestionan su higiene menstrual, su sexualidad y los cambios físicos y psicológicos derivados de la pubertad. No solo por tratarse de un tema tabú en la sociedad, sino por limitaciones reales como la falta de agua, la escasez de productos higiénicos o la inexistencia de instalaciones sanitarias adecuadas. Son muchas las niñas que se ausentan de las escuelas durante su menstruación o que, incluso, terminan por abandonarlas.
Las mujeres y niñas desplazadas o refugiadas, como Nur, sufren por partida doble: a esa condición se une la discriminación de género y la amenaza de sufrir abusos sexuales o maltrato, que aumenta en contextos de conflictos armados y desplazamientos forzados.
Éste es el caso de Yrian. La situación de Venezuela la obligó a separarse de sus cinco hijos en busca de una vida mejor en Brasil, una vida que le permitiera brindarles un futuro mejor. “Cuando salí de Venezuela a Boavista, nunca quise venirme a aventurar. Tuve miedo de la situación que podía vivir, no quería vivir en la calle. Conocí una brasileña, hablé con ella y me dijo que me iba a dar trabajo y yo me vine con ella el 26 de mayo a Boavista; duré mes y medio allí, trabajando, le pedí el pago y me dijo que no, que no me iba a pagar, y me echó a la calle”, comentaba Yrian a casi un año de salir de su país.
Yrian es una de esas miles de mujeres venezolanas que logró atravesar la frontera de Venezuela, con los peligros que eso representa. Su travesía comenzó en Boa Vista, una ciudad afectada por la violencia y la pobreza; al sentirse tan insegura y desprotegida se enfocó en que su destino final debía de ser Sao Paulo. Es así como logra tocar las puertas del Servicio Jesuitas a Migrantes y Refugiados (SJMR), con quien estamos llevando a cabo un programa de ayuda humanitaria e integración para las personas migrantes forzosas venezolanas, con el objetivo de atender a más de 17.000 personas entre 2020 y 2022.
“Este proyecto apoya el trabajo del SJMR en la frontera brasileña, Boa Vista, que es la ciudad por la que entró Yrian al país, para ser trasladada posteriormente a Sao Paulo; en el marco de la estrategia de interiorización de migrantes venezolanos, que son trasladados desde Boa Vista a otros estados, por medio de iniciativas gubernamentales”, comenta nuestro compañero Pablo Rodríguez, responsable de nuestros proyectos en Brasil. En Sao Paulo, Yrian residirá temporalmente en la Casa de Acogida Dom Luciano, gestionada por Fe y Alegría Brasil y donde, además de recibir alimentación, vivienda y asesoría jurídica para su procesos de documentación, se le facilita la inclusión social y cultural en la ciudad, además de cursos básicos de portugués y de diferentes oficios, así como primeros contactos para insertarse laboralmente.
En 2017, en el último Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible, representantes políticos y asociaciones se reunieron para examinar los avances de la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, ONU Mujeres fue uno de los organismos promotores ante los gobiernos del abordaje de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres descrito en el ODS 5 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los países acordaron abordar las barreras estructurales a la igualdad. Al hilo de este encuentro, cada año la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW, por sus siglas en inglés) se reúne para evaluar y poner sobre la mesa las perspectivas y avances en materia de género que cada país miembro de las Naciones Unidas está obligado a cumplir, para, entre otras cosas, lograr una igualdad justa y reivindicadora entre hombres y mujeres en el mundo.
Desde Entreculturas, de la mano de la Federación Internacional de Fe y Alegría (que posee Estatus de ONG Consultiva ante la ONU), hemos participado en estas reuniones de la CSW para defender el papel fundamental que juega la educación como palanca de desarrollo de las niñas con las que trabajamos cada día, así como para denunciar la débil capacidad institucional para acabar con la situación de violencia y discriminación que sufren y la ausencia de mecanismos de denuncia, como ya venimos visibilizando a través de la campaña La Luz de las Niñas.
Este año, en la CSW 64 (enmarcada en el 25 aniversario de la Plataforma de Acción de Beijing) hemos hecho especial hincapié en la necesidad de alinear el Marco de Acción de Beijing con el ODS 4 y la Declaración de Incheon, reivindicando que la educación es un derecho que protege a las niñas pero que, a su vez, debe ser protegido mediante políticas, programas y asignaciones presupuestarias suficientes por parte de los Estados.
Tanto en el Foro político de Alto Nivel como en la CSW se han acordado cambios significativos para que las mujeres puedan ejercer su derecho universal a ser libres, desarrollarse, empoderarse e incluso liderar procesos de cambios sin barreras. Aunque quede por escrito, estos acuerdos instan, y en muchos casos obligan, a los países a reestructurar sus sistemas y leyes para colocar a la mujer en un lugar igualitario dentro de sus sociedades. Sin embargo, los cambios y esfuerzos logrados se deben en su mayoría a la presión que ejercen las ONG, las asociaciones civiles organizadas y las propias mujeres que, como Yrian, Nur, Texia y Anitalia, han demostrado tener méritos más que suficientes para convertirse en lideresas y activistas para ejercer presión en un mundo tan desigual.
Las mujeres no están esperando a que las inviten a formar parte de las decisiones, no esperan una invitación formal, porque la mesa está servida para que todos y todas nos sentemos a diseñar un plan transformador para el mundo. Esto ha permitido que muchas más mujeres accedan a cargos de liderazgo y poder para ejercer la toma de decisiones, e influir en los retos pendientes para la igualdad como funcionarias electas.
Desde todos los factores que componen nuestra sociedad queremos que entre todas las personas construyamos un camino lleno de oportunidades, que hagamos del encuentro un espacio para reflexionar sobre cuán importante ha sido la mujer para la transformación de su entorno. Sigamos juntos y juntas construyendo el futuro.
Cifras de la desigualdad en el mundo
- De las 875 millones personas analfabetas que hay en el mundo, dos terceras partes son mujeres.
- Menos del 30% de los investigadores del mundo en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas son mujeres.
- El 45% de los investigadores en América Latina son mujeres, una cifra que supera con creces la tasa mundial del 28% (UNESCO)
- En el África subsahariana, una mujer tiene una posibilidad entre tres de morir al dar a luz. En los países industrializados, el riesgo es de 1 por cada 4.085.
- el 35% de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental o violencia sexual por parte de otra persona
- 200 millones de mujeres y niñas de 30 países han sufrido la mutilación genital femenina antes de los cinco años.
- La brecha salarial de género a nivel mundial es del 23% y la tasa de actividad de las MUJERES es del 47,6%, frente al 74,7% de los hombres.
- La voz de las MUJERES en los espacios de toma de decisiones está lejos de ser paritaria: en parlamentos, congresos y cámaras legislativas, sólo 1 de cada 5 representantes es una mujer.
- Es 14 veces más probable que las mujeres y las niñas fallezcan durante un desastre natural que los hombres.
- En América Latina y Caribe existen más de 23 millones de mujeres indígenas que, además de la desigualdad que viven por ser indígenas, sufren en mayor medida abandono escolar, explotación laboral, desplazamiento forzoso o criminalización.
- El país de la UE que encabeza la lista en cuanto a puntuación que refleja la igualdad es Suecia, que alcanza los 83.6 puntos, y en segundo lugar se sitúa Dinamarca con 77.5.