Kim vive en Santa Lucía La Reforma, Departamento de Totonicapán, Guatemala, y es estudiante del Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica (IGER). Es la segunda de siete hermanas y, cuando tenía 12 años, tuvo que dejar los estudios porque su padre la obligó a trabajar para ayudar en casa. Tras 5 años sin ir a la escuela, el deseo de Kim de poder formarse y tener un futuro digno la llevó a retomar la educación aún en contra de la voluntad de su padre. Actualmente Kim compagina el trabajo y sus estudios y defiende el derecho de las niñas a luchar por sus sueños.
¿Por qué decidió tu papá que dejaras de estudiar?
Dejé de estudiar a los 12 años. Iba a la escuela nº15 de Fe y Alegría, pero mi papá dijo que tenía que ir a trabajar para ayudar en casa. Al igual que mi hermana mayor, la idea era que nosotras trabajáramos para poder darle comida y estudios a mis hermanitas pequeñas. Con lo que ganaba mi papá no le daba para las 7 que somos, por eso nos dijo lo de dejar de estudiar. Después de mi hermana mayor, mis papás tuvieron un varón, pero desgraciadamente falleció. Pasó lo mismo después de nacer yo, nació otro hermanito que murió también. Y, a veces, cuando mi papá toma demasiado, nos dice a nosotras que por qué somos mujeres y nos discrimina mucho, a mi mamá también, le dice que ella es la culpable de que mis hermanitos murieran, nos discrimina mucho por eso… No sé por qué mi papá es así con nosotras, es muy difícil para mí que mi propio padre diga eso.
¿Es habitual en otras familias que prefieran tener varones y no niñas? ¿Por qué crees que pasa eso?
Pasa eso porque los hombres acá discriminan mucho a las mujeres, las hacen de menos, no les tienen valor, también aquí en Santa Lucía yo he visto que en otras familias pasa lo mismo, no solo en mi familia, los papás toman, llegan a casa y humillan a sus hijas, hacen de más a los varones que a las mujeres. Aquí tenemos la costumbre de que el hombre da el gasto y la mujer se queda en casa.
Y en los casos, como el tuyo, en que las niñas tienen que trabajar para ayudar en casa ¿cómo es ese trabajo?
Es un trabajo duro… La mayoría de las niñas o jóvenes son comerciantes y tienen negocios en otros lugares, algo así como una tienda o una tortillería, tienen que levantarse bien temprano, como a las 5 de la mañana se levantan, se van a moler, luego regresan, componen la masa, y empiezan a tortear prácticamente como cuatro horas seguidas… yo no he trabajado de eso pero lo he visto con mis tías, con mis primas, con mis vecinas que, cuando regresan de trabajar después de unos tres meses, regresan con las manos bien rajadas, ya no pueden arar bien, se cansan de estar torteando, se cansan de estar en el calor y están muy agotadas; es el trabajo más difícil que he visto. También otro trabajo que hacemos hoy en día las mujeres es trabajar en el campo, limpiar la milpa, sembrarla y tapiscar; es un trabajo que yo he vivido también y he ido a trabajar y es muy cansado porque estás todo el día con el azadón, bajo el sol durante 12 horas y, a veces, como trabajamos para casas ajenas, son muy crueles porque ni de beber le dan a uno, ni nada, apenas sí le dan el almuerzo. De hecho, mi mamá también trabaja en esto y yo voy con ella. Ella no querría pero a veces me dice “cómo vamos hacer para dar de comer a tus hermanas”, además mi papá tiene una enfermedad que le gusta tomar mucho, y no manda gasto, entonces a veces me toca ir con mi mamá y el trabajo es muy difícil para las mujeres pues, como digo, aquí en Santa Lucía hay eso, mucha indiferencia, los hombres hacen mucho de menos a las mujeres, las maltratan, no las valoran, eso es muy cruel y es muy difícil de aceptar…
Después de 5 años de dejar la escuela, como dijo tu padre, decidiste por ti misma volver a estudiar. ¿Cómo ha sido ese proceso?
Cuando dejé de estudiar -me acuerdo perfectamente que fue en el año 2015-, yo le dije a mi papá: “Papá, mira, yo quiero estudiar”, y él me dice: “para qué quieres estudiar si sois mujer, si te vas a casar e igual te van a alimentar… y además estudiar es un gran gasto”, me dijo, y como yo tenía 15 años entonces le dije, “está bien papá”. Después en el año 2016, así pasó el tiempo, pero dentro de mí nacía que quería estudiar, y yo me visualizaba como una señorita con un título, trabajando en el banco. Mi sueño es ser perito contador, también ser chef o locutora, esas son mis aspiraciones hoy en día y es lo que me mantiene fuerte porque es verdad que a veces pasan cosas en la familia que lo desesperan a uno, pero yo me pongo a pensar que me visualizo como una señorita con un título y digo voy a luchar por lo que quiero.
Entonces en el año 2017 llegué a una tienda y le dije a la señora que atendía, como ella estaba estudiando el 2º Básico, le pregunté “¿cómo vas en tus estudios?”, y me dijo “todo bien, y ¿por qué no estudias tú?” “Es que mi papá no quiere” y ella me dijo “ah, pues allá donde estoy estudiando prácticamente no se gasta mucho, yo estoy estudiando en IGER, Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica”, me dijo, entonces yo le dije “¿y cuánto se paga?” “No se cobra nada, prácticamente solo das tus datos, te dan tus libros y empiezas a estudiar”, me dijo… Entonces le comenté a mi papá y no me dio ninguna respuesta… y como mi papá casi no se mantiene en la casa, viaja a la capital para trabajar y prácticamente vuelve cada dos meses, me atreví a acercarme al IGER a ver si me aceptaban…
Me acuerdo perfectamente, fui, me atendió la señora Adelaida, y entonces yo le comenté “Seño, quiero estudiar pero mira que mi papá no quiere y no sé qué hacer, mi mamá sí que me apoya en esto”, “No se preocupe”, me dijo, aquí no se cobra, solo la inscripción, simplemente deje los datos… pero sí queremos que tenga ese ánimo, ese deseo de estudiar, porque es importante que usted sea activa en clases, realice sus tareas, motive a sus compañeros…”, “Sí, está bien seño, no se preocupe… ¿y será que se necesitan los datos de mi papá? Es que yo no tengo el permiso de él…”, y ella me dice, “solo de su mamá, ella se va a hacer cargo”. Entonces ahí yo me inscribí y me dieron los libros.
Al principio para mí era todo extraño, todo raro porque volvía a estudiar después de 5 años que había dejado la escuela, y me sentía rara en medio de todos los compañeros, me sentía diferente, pero dentro de mí estaba muy feliz porque estaba logrando mi sueño de poder estudiar. Y recuerdo que pasaron 4 meses y llamó mi papá y no le había dicho a él nada que estaba estudiando y mi mamá estaba muy preocupada… “No se preocupe, mamá, si llama usted me lo pasa”. Y mi papá llamó, “hola papá buenas noches, ¿cómo está?”, le dije, “pues bien, ¿y usted cómo está?”, “Pues bien, le dije, aquí estoy en la casa… ¿se acuerda que quería estudiar?, pues estoy estudiando en el IGER, allá en el centro” “¿Qué? ¿Te mandaste sola a estudiar? ¿Quién te dio ese ejemplo de mandarte sola y no valorar a tus padres? Yo no te he dado permiso de estudiar, ¡debería darte vergüenza, no me respetás como tu padre que soy!”, “Papá, disculpe, pero yo quería estudiar, yo quería la oportunidad de estudiar, no se hace ningún gasto papá, sólo es el tiempo de ir a estudiar…” Pero él me dijo “no sé qué vas hacer pero no quiero tener problemas contigo y con tu madre”. Yo me asusté bastante, porque podía hacer daño a mi mamá… y llegó el día que mi papá regresó a casa, no asistí a clases ese día, mi papá estaba muy enojado, esperé un momento a que se calmara y platiqué con él, pero él insistía “¿quién te mandó, quién te obligó a estudiar? Fue tu mamá que te metió en la cabeza que estudiaras y que no me respetaras, ¡cómo son mujeres!”. Yo me puse a llorar bastante.
Pero, gracias a Dios, mi papá se tranquilizó y, al día siguiente, mi papá me dijo “Venid, quiero hablar contigo. Está bien, vas a estudiar, pero si pierdes el grado ya no vas a volver, y si escucho que tienes novio créeme tampoco vas a estudiar porque yo voy a darte esta oportunidad, aprovéchala… esta vez te voy a apoyar”.
Me propuse a mí misma no defraudar a mis padres y demostrarles que las mujeres tenemos ese derecho de estudiar, tenemos derecho a que escuchen nuestras opiniones, nuestros deseos como mujeres que somos. Entonces pude cursar el 1º de básico, aunque no fue nada fácil para mí porque tenía que trabajar y estudiar al mismo tiempo. Y ahora mi papá me ha dicho “el otro año no vas a estudiar”, “¿Por qué papá?” “Porque no hay dinero, y sabes que es es mucho gasto”, “¡pero donde yo estudio no se gasta!”, “ya, pero no vas a estudiar”, me ha dicho.
Pasa mucho en las familias que, por falta de recursos económicos, no se les da a los jóvenes la oportunidad de estudiar. No solo me pasa a mí, no sólo hablo por mí, la mayoría no pueden estudiar. Pero yo pienso que no importan las circunstancias, sé que trabajar y estudiar no es nada fácil, eso lo tengo presente… pero cuando vaya a empezar el curso yo voy a seguir estudiando 2º de básico.
¿Por qué estás tan segura de querer volver a estudiar? ¿Por qué te parece tan importante?
A mí me parece tan importante estudiar porque hoy en día no se encuentra para trabajar fácilmente y estudiar es una de las claves, son las llaves para que tengas un buen futuro.
¿Y tu mamá qué piensa de todo esto?
Yo creo que mi mamá está a favor de que nosotras estudiemos, pero sufre mucho. Ella para mí es un ejemplo a seguir porque mi papá… a él le gusta tomar demasiado e incluso hace como 8 años ahorita, mi papá tuvo otra mujer, entonces lastimó mucho a mi mamá, llegaba a casa enojado, que por qué mi mamá no lavaba su ropa, la pegaba mucho… la dejaba toda destruida a mi mamá, incluso tengo otras tías que le dicen a mi mamá “¿por qué no dejas a tu esposo, por qué no lo dejaste?”, y mi mamá dice que no, “por mis hijas no lo puedo dejar, por más que yo quiera dejarlo no puedo, porque mis hijas van a preguntar “¿y mi papá?¿qué les voy a decir yo?”, dice mi mamá.
Se ha esforzado mucho mi mamá con nosotras. Yo la aprecio mucho porque ha sufrido cosas terribles, porque mi papá le pegaba cuando estaba ebrio, incluso mi papá cuando estaba sano también le pegaba, le pegaba mucho y es muy traumático para mí.. y nosotras con querer defender a mi mamá pues mi papá nos pegaba a nosotras porque no tenemos la fuerza necesaria, porque a veces saca su cincho y empieza a pegar a mi mamá y entonces, “papá no lo hagas”, y dice “no te metas”, y nos jala y nos tira… es algo muy difícil. Yo admiro mucho a mi mamá, se ha esforzado mucho por darnos de comer todos los días y mi mamá es un ejemplo a seguir.
Respecto a lo que has comentado de tu madre, lo que ella ha pasado con su trabajo y los problemas que ha tenido con tu padre, ¿cómo querrías que cambie tu vida con respecto a lo que ha vivido ella?
Tengo muy presente que la vida no es de color de rosa, pero tengo claro que no quiero casarme aún ni tener hijos, porque casarse y vivir en otra familia es muy diferente, dejas al lado tu juventud, dejas a un lado lo que eres tú misma; he visto muchas niñas que se casan a temprana edad, sufren demasiado, se arrepienten pero ya es demasiado tarde porque tienen bebés.
Yo quisiera poder esperar a los 27 años, tener esa edad y luego casarme, pero mientras tanto seguir luchando por mis estudios, trabajar y poder disfrutar de mi juventud. Quisiera que toda mi vida fuera muy diferente a la de mi madre: tanta violencia, tantos llantos, tanto dolor, tanta desesperación, tantas ganas de ya no comer… quisiera que eso cambiara, quisiera encontrar a alguien que me quiera, que me respete, que me valore… como yo a él. Quisiera que todo fuera diferente.
Las cosas van a cambiar porque cada vez hay más chicas que estudiáis y que sois conscientes de que no os gusta esa situación. Los chicos también están cambiando un poquito… ¿tú notas que algo está cambiando?
Sí. He notado que han cambiado un poco las cosas porque aquí en Santa Lucía vienen algunos proyectos que protegen a las mujeres, y otros proyectos que nos dan charlas a los jóvenes, ellos dicen que como jóvenes somos la generación del cambio, que nosotros podemos cambiar ese machismo. He visto que han cambiado un poco algunas cosas aquí en Santa Lucía, porque se toma en cuenta a las mujeres, porque las mujeres ya podemos hablar, ya podemos expresarnos y decir que no nos gusta tal cosa, que la carretera no está bien y que lo arreglen, escuchan nuestra opinión, es muy alegre para mí porque las mujeres tanto como los hombres tenemos nuestros derechos, tenemos sentimientos, no somos un objeto, somos humanos; como mujeres también nos tienen que tener en cuenta, no solo a los hombres, ya es momento de que las cosas cambien.
¿Y qué le desearías a las niñas chiquititas, las que son ahora pequeñas, qué consejo les darías?
Les diría lo mismo que a mis hermanitas, que luchen por sus sueños, porque sé que dentro de toda niña hay algún anhelo. Tal vez que se visualicen como una persona exitosa, tener un título, no sé, ser maestra, perito contador… Y a los niños igual. Que luchen por sus sueños, que nada es fácil pero con esfuerzo todo se puede.
¿Y qué nos dirías a los adultos, a los políticos? ¿Qué tendríamos que hacer para proteger a las niñas?
Los políticos deberían decir “basta ya” a tanta violencia sobre las niñas, y sobre los niños también, porque que hay familias que también se olvidan de sus hijos y no les dan la oportunidad de estudiar. Les diría que ya basta de tanto machismo aquí en Guatemala, porque eso es lo que destruye a las familias, tanto enojo, tanto alcohol… ya es hora de cambiar el mundo, ya es momento de que a todos se nos tome en cuenta, tanto a hombres como a mujeres.
Kim se ha convertido en una bonita ilustración para nuestra campaña de Navidad #NiñasColibrí. Entra y descúbrela: navidad.entreculturas.org