Jaime Tatay SJ, jesuita y doctor en Teología por la Universidad Pontificia Comillas, nos habla de la emergencia climática en torno a la COP25 celebrada este diciembre. Tatay es profesor de Universidad e imparte cursos sobre Pensamiento Social Cristiano y Sostenibilidad. Actualmente también dirige la revista Razón y Fe, y es autor de artículos y libros. Aprovechando su visita a Entreculturas, le preguntamos sobre el papel de la religión en cuanto a la emergencia climática.
El cambio climático es un problema que exige una acción urgente. Aunque hemos vivido momentos de ignorancia por parte de los líderes políticos, ahora está llegado a más gente y empieza a hablarse más en comparación a años atrás. ¿Crees que hoy en día se ha producido una mayor concienciación y que nos están escuchando? ¿Por qué es tan urgente que se tomen medidas? ¿Qué está en juego?
Si uno consulta los informes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, institución científica autorizada para hablar de estas cuestiones, las conclusiones son muy claras y muy contundentes. El ser humano viene emitiendo gases de efecto invernadero, especialmente con la quema de combustibles fósiles. Este proceso se acelera durante el siglo XX y tiene unas consecuencias que ya estamos sintiendo y experimentando en muchas partes del mundo. Cada vez tenemos más información científica y un consenso amplísimo; efectivamente lo que falta es una determinación política, una implicación empresarial y también sensibilidad por parte de la gente. Creo que en este último sentido, sí se está consiguiendo. La mayor parte de la población mundial, aunque eso depende en función de los países, es consciente del problema y cree que debemos tomar medidas urgentes y rápidas. Estas medidas las deben tomar los políticos, las empresas, pero también cada uno de nosotros en la medida de lo posible por ejemplo mediante nuestro voto o mediante nuestro modo de comprar.
En los últimos pocos años ha habido un cambio en la opinión pública: de ver esta cuestión como algo lejano, propio de científicos, de técnicos y de políticos, a pasar a la calle. Lo podemos ver con estas marchas del clima recientes. Una urgencia que se percibe en la calle, con ganas de cambiar y de transformar el modelo económico y productivo para no dañar el clima.
Durante el mes de diciembre, en Madrid aparecen nombres de activistas como Greta Thunberg, Luisa Neubaer o Ángela Valenzuela. ¿Piensas que está siendo efectivo para llegar a ese público tanto joven como adulto? ¿Crees que sus voces han llegado a donde deben llegar?
Creo que el papel de Greta Thunberg es un arma de doble filo, en el sentido de que, por un lado ha removido la conciencia, ha movilizado y ha llegado a mucha gente que quizá no se hubiese movido por esta cuestión; pero por otro lado, no sé si es del todo bueno que se focalice en una cara y en una persona. También vivimos un momento en que la política es muy personalista, se buscan grandes líderes o figuras carismáticas y quizá el movimiento medioambiental ha entrado también en esta dinámica. Por lo tanto, pienso que es bueno porque ha removido, ha hecho que la gente se pregunte para aceptarlo o rechazarlo. Pero no veo del todo bueno que se vea como algo muy personal. Debería ser algo de todos, y ojalá que estas figuras carismáticas den paso a un movimiento más amplio donde se impliquen otras caras y otros muchos rostros.
Desde el Vaticano, el Papa Francisco también ha hecho una llamada de emergencia con uno de los documentos más importantes titulado Laudato si’. ¿Qué papel crees que debe desempeñar la Iglesia? En concreto, ¿qué papel debe jugar para llevar los principales movilizadores de la causa como son los jóvenes y las jóvenes?
Efectivamente, el Laudatio si’ es un documento importante en la historia de la Iglesia y en la historia del movimiento medioambiental o de la conciencia ecológica. Es un documento que está junto a otros anteriores de la Iglesia y junto a otras muchas declaraciones de otras religiones. En este momento, tenemos sobre la mesa una convergencia religiosa de distintas tradiciones que están señalando en la misma dirección, abriendo los ojos a estas nuevas problemáticas y llamando a sus seguidores que se movilicen, que se sensibilicen y que den pasos en sus vidas personales.
La religión en general, más allá de la Iglesia católica, tiene un papel fundamental. Muchas de las comunidades y de las organizaciones de inspiración religiosa están a pie de calle cambiando las cosas. Las religiones tienen una capilaridad y una presencia como ninguna otra institución. Estos retos, que en apariencia son muy técnicos, son propios de la economía, de la política y de la ingeniería, que después tienen que traducirse en medidas colectivas y en movimientos sociales, donde ahí la religión sí que tiene mucho que hacer y decir. Esta sería mi respuesta a esta cuestión: el papel religioso es fundamental en este debate y también para interiorizar estos temas, que no queden solo en el nivel de las ideas o de los conceptos, sino también en el nivel de la interioridad, donde la religión puede hacer una reflexión ética y movilizar internamente a la gente.
¿Qué recomendación o qué llamada a la población harías en relación a sus hábitos, para combatir juntos el problema de la crisis climática?
Decir que la gente tiene que cambiar es un poco arriesgado:e más bien diría que seamos conscientes del mundo en el que vivimos, que seamos lúcidos, que nos informemos y que busquemos fuentes de calidad en este momento en el que hay tanta desinformación y confusión en los medios. Una vez hagamos eso, hace falta consensuarlo y hablarlo con la gente que nos gusta compartir la vida. Veamos cómo entre todos podemos cambiar las cosas. Antes de lanzarse a tomar decisiones concretas hay que rezar, pensar o meditar ¿qué quiero dejar para los que vienen después? Y hablarlo con otras personas cercanas que estén también inquietas por estas cuestiones. Dar pasos y tomar decisiones juntos.