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Burundi: poniendo en valor la educación ante una situación de crisis humanitaria prolongada

En situaciones de emergencia la educación es uno de los primeros derechos que se paraliza. El cierre de colegios durante meses debido a la pandemia de la Covid ha demostrado que, ante la incertidumbre y la irrupción de una crisis, las escuelas cierran y con ellas, millones de niños, niñas y jóvenes pierden su lugar de aprendizaje y juego: su espacio seguro.

Burundi ha sido uno de los pocos países en el mundo donde las aulas no cerraron con motivo de la pandemia, lo que nos ha permitido poder continuar atendiendo la situación de crisis prolongada en la que vive la población refugiada en el país, poniendo en valor la importancia de la educación en esos contextos. Junto a nuestra organización socia, el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) Burundi, desde febrero hemos puesto en marcha un proyecto de educación en emergencias que tiene como objetivo promover un entorno educativo seguro para 15.050 estudiantes refugiados congoleños de primaria y secundaria (7.700 chicos y 7.350 chicas). 

¿Cómo determinamos la línea de acción del proyecto? A través de un proceso participativo que dio voz tanto al alumnado, como al personal docente, padres y madres de los campos de personas refugiadas provenientes de R. D. del Congo. Organizados en diversos grupos de discusión, estas fueron algunas de las conclusiones:

  • Educación: todos las personas participantes coincidieron en reconocer la importancia de la educación como un derecho básico que abre la posibilidad al ejercicio del resto de derechos. 

  • Protección: se puso de manifiesto la necesidad de incidir en el bienestar emocional del alumnado refugiado. 

  • Género: se evidenció la falta de asistencia a clase de las chicas de secundaria, que comentaron sentirse incómodas acudiendo a la escuela durante la menstruación.


 

Un proyecto en tres fases

Teniendo en cuenta las inquietudes reflejadas en el proceso participativo, el proyecto que estamos llevando a cabo pretende dar respuesta a todas ellas a lo largo de tres fases. 

La primera de ellas, ya finalizada, se ha centrado en la reforma y construcción de aulas y vallas de seguridad en torno a las escuelas, para que el colegio sea un lugar más seguro para los niños y sobre todo, para las niñas. Numerosas mujeres refugiadas se han implicado en la rehabilitación de los centros educativos, lo que ha supuesto la generación de ingresos para una población que enfrenta grandes dificultades para encontrar empleo.

La segunda de las líneas de trabajo se centra en mejorar las dinámicas de aprendizaje en las aulas, para lo cual estamos realizando capacitaciones dirigidas al profesorado y clases de refuerzo escolar para el alumnado que presenta mayores dificultades de aprendizaje.

Hemos tenido muy en cuenta el motivo de fondo del absentismo escolar de las estudiantes de secundaria y, por ello, el proyecto contempla la distribución de kits de higiene íntima y la sensibilización a las chicas y sus familiares para desmitificar los estigmas existentes en torno a la menstruación. 

La tercera fase del proyecto, que se iniciará el próximo año, estará dirigida a reforzar los lazos socio-afectivos en el núcleo familiar del alumnado, ya que la implicación de los padres y madres en la educación de sus hijos e hijas son fundamentales para desarrollar una actitud positiva ante el aprendizaje y aumentar su autoestima.

Las familias contarán con un acompañamiento constante, que no solo propiciará su implicación y participación en la vida escolar, sino que también contribuirá a mejorar sus habilidades para apoyar a sus hijos e hijas y a estrechar los vínculos. 

La educación en situaciones de emergencias

La acción humanitaria es un instrumento para proteger vidas, aliviar el sufrimiento y mantener la dignidad humana antes, durante y después de las crisis humanitarias. La educación juega un papel fundamental en ese cometido. Teniendo en cuenta, además, que una persona desplazada forzosamente pasa de media 17 años en un campo de personas refugiadas, es evidente que la educación es un derecho fundamental que no puede negarse durante tanto tiempo. 

Las crisis humanitarias, sobre todo las que se cronifican, no pueden dejar de lado la educación: es fundamental para fortalecer la capacidad de resiliencia de los niños, niñas y adolescentes, sanar sus heridas, crecer en espacios seguros, construir paz, fomentar la convivencia y crear un futuro. La educación salva vidas presentes y futuras y es esencial que se ponga en el centro de la respuesta humanitaria ante una situación de crisis o emergencia.

 

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