“Todo está conectado” y difícilmente podremos evadir el llamado y las quejas de nuestro planeta. La Tierra, la Casa Común de todos y todas, nos habla a través de uno de los pulmones y bibliotecas más grandes de biodiversidad del mundo: la Amazonía.
Un paraíso que promete la preciada vida eterna, la vida que perpetúa la existencia de todos los seres vivos y que demanda el retornar su estado natural. Con todo el valor que tiene y lo que nos provee, estamos perdiendo la Amazonía.
Dentro de sus 7 millones y medio de kilómetros cuadrados, no solo sus infinitas flora y fauna están en peligro – representan cerca del 50% de la biodiversidad del mundo– también lo está la vida de 33 millones de habitantes, 3 millones de ellos personas indígenas distribuidas en 385 pueblos con más 240 lenguas propias de la región. Una pluralidad lingüística y cultural, que, al verse amenazada, representaría la pérdida de una riqueza cultural y patrimonial sin precedentes: la historia de estos pueblos se perdería, y con ello, la solución a muchos de los males que aquejan a nuestro planeta.
Desde 1970 se estima que la Amazonía brasileña, representada en el 65% del total de la cuenca amazónica conformada por nueve países (Colombia, Ecuador, Bolivia, Guyana, Guyana Francesa, Surinam, Perú, Venezuela y Brasil), ha perdido más de 700 mil metros cuadrados, lo que equivaldría a la superficie de países como Francia o Bélgica. Sin duda, una de las emergencias ambientales más grandes de nuestra historia, en la que los más vulnerables son niños, niñas y mujeres, cuyas comunidades y hábitat natural se han puesto en riesgo. La educación es uno de los sectores más frágiles y golpeados, ya que se dificulta el acceso al derecho innegable a una formación de calidad y en contextos de paz.
Recientemente, hasta el mes de agosto de 2019, se registraron más de 80 mil focos de incendio en el territorio amazónico, específicamente en Brasil y en la selva amazónica boliviana, catalogada como una de las más devastadoras deforestaciones que ha sufrido en las últimas décadas la Amazonia. 800 mil hectáreas se han perdido por el abrasador incendio. En agosto, el fuego forestal es común a causa de la sequía, pero también está provocado por agricultores que de manera ilegal queman las tierras del territorio amazónico dedicado a la cría de ganado.
Ante la realidad devastadora que viven pueblos y tierras panamazónicas, el Papa Francisco ha convocado a los obispos del mundo a celebrar en octubre el “Sínodo de la Casa Común”, donde se discutirán e intentará buscar solución a 147 puntos divididos en 21 capítulos, un instrumento de trabajo (Instrumentum Laboris) estructurado en base a las tres conversiones que el Papa invita a poner en práctica: la pastoral, a la que hace un llamado a través de la observación y la escucha; la ecológica, a través de la Encíclica Laudato si’, donde indica el plan de acción; y la conversión a la sinodalidad eclesial, en la que invita a actuar y caminar juntos.
La Amazonía se enfrenta desde hace décadas a múltiples problemas sociales, ecológicos y económicos, que han sido trasladados a la zona de manera abrupta y que carecen de un real compromiso político para ser erradicados. Y el Sínodo es una oportunidad para hacer una reflexión desde lo local, con una mirada global a través del trabajo en red sobre la dura realidad de la Amazonía.
Actividades como la minería legal e ilegal, los tratados gubernamentales con multinacionales petroleras, la extracción de madera, la siembra de monocultivos y los megaproyectos hidráulicos, así como la ausencia total del Estado con servicios públicos inexistentes o muy precarios, han derivado problemas como el narcotráfico, el surgimiento de grupos armados, la persecución y asesinatos de líderes indígenas. A su vez, ha provocado el desplazamiento involuntario de comunidades enteras, la expulsión de indígenas de sus tierras bajo amenaza, siendo marginados y arrastrados a escenarios de miseria.
Un Sínodo para el trabajo en red con mirada global
“El gran problema de la Amazonía, y lo que viven sus pueblos, es la pugna por el control de los recursos naturales de los territorios amazónicos, allí es donde se está librando la gran batalla”, explica Fernando López, jesuita canario que lleva más de 35 años viviendo en América Latina. Los últimos 17 los ha pasado en la Amazonía, al frente del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), ayudando en la demarcación de tierras indígenas para pueblos en aislamiento, en medio de la selva, una selva que asegura que no tiene solución sin la otra selva, la de hormigón, y no es consciente del daño que le estamos haciendo.
Junto a Fernando López y nuestras organizaciones socias en terreno –la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL), el Servicio Jesuita Panamazónico (SJPAM) y la Red Eclesial Panamazónica (REPAM)– desarrollamos un programa enfocado en el apoyo al servicio itinerante a la Amazonía y sus pueblos tradicionales, en el que se busca llegar a los lugares “donde nadie quiere estar” y “con quien nadie quiere estar”, teniendo como prioridad las fronteras geográficas y simbólicas, así como las realidades donde las heridas están más abiertas y la vida más amenazada, siendo nuestra base de acción Manaos y la zona de la triple frontera de Brasil, Perú y Bolivia.
A través de este proyecto, liderado por Fernando López, se ofrece formación permanente del equipo itinerante amazónico, visitas por las comunidades y aldeas indígenas fortaleciendo y tejiendo las fronteras amazónicas, atención a Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIAV) o Pueblos Indígenas Libres (PIL), trabajo de cooperación junto a la REPAM y fortalecimiento del Voluntariado en Familia Entre-Orillas.
“Sí o sí, Occidente (y el mundo) tiene que cambiar su paradigma, si no, esto (la Tierra) no da para todos. De cada tres personas, con los niveles de consumo que tienen Estados Unidos y Europa, solo da para una persona de esas tres; necesitaríamos tres planetas Tierra, y solo tenemos uno. De cada tres sobramos dos. Tenemos que pensar en otro paradigma y los indígenas nos pueden ayudar a reencontrar el camino del cuidado de la Casa Común y de todos los que la habitan”, continúa contando Fernando López, quien ha comenzado una titánica campaña educativa de cara al Sínodo de la Amazonía.
Por otro lado, y con la idea de seguir rompiendo las fronteras físicas y de la desigualdad, desde Entreculturas afianzamos ese compromiso de seguir trabajando en red poniendo en centro a las personas y el equilibrio de su hábitat común a través de la educación. En este sentido, llevamos a cabo la ejecución de un proyecto liderado por Alfredo Ferro SJ, junto al SJPAM, la REPAM y la acción pastoral de la parroquia de la comunidad de Leticia, en la triple frontera de Colombia, Perú y Brasil. Trabajamos de manera articulada en la defensa y promoción de la vida, los derechos y los territorios de los pueblos indígenas en la región Panamazónica, partiendo de dos focos: los pueblos indígenas y la justicia socioambiental.
Del mismo modo trabajamos en red a través de Enlázate por la Justicia y la campaña «Si Cuidas el Planeta Combates la Pobreza», contribuyendo a la transformación del actual modelo de desarrollo injusto, insolidario e insostenible y a la construcción de una ciudadanía global y solidaria, consciente de la necesidad del cuidado del planeta y dispuesta al cambio de hábitos y prioridades.
“Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversión que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”, expresaba el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’, un diálogo que ha comenzado desde lo profundo de la Amazonía articulando a todas las organizaciones y asociaciones que hacen vida en ella.
En este sentido, Alfredo Ferro SJ está también al frente de la Asamblea pre-sinodal en el Eje Fronteras de la REPAM en Leticia, un proyecto que ejecutamos en conjunto desde febrero de este año y donde el Eje dio sus contribuciones de manera oficial al Sínodo a través del método “ver – discernir – escuchar”. Desde estas asambleas se busca hacer una reflexión desde las fronteras amazónicas sobre el Sínodo, teniendo en cuenta la propuesta metodológica y de contenido del documento preparatorio de la REPAM.
Educación con rostro amazónico
En una reciente visita a España, María Teresa Ureña, Coordinadora de Sensibilización del SJPAM, nos comentaba los retos que tenemos de educar al mundo para que no desaparezca la Amazonía, y para cuidar a quienes han nacido y han crecido en armonía con ella. “Parte de nuestro reto es intentar ‘amazonizar’ el mundo”, afirma. “No es un trabajo sencillo el que le veamos la importancia a un territorio que es el 47% de toda Suramérica y menos resultaría fácil tener una política similar en los países para que entiendan su importancia, pero, más allá de esto, el mundo y, en especial, los países desarrollados, tienen que entender que es importante cuidar este territorio, no solo por sus árboles y ríos, es por la gente que vive allí. Se trata de tener una mirada mucho más comprensiva del territorio sabiendo que la Amazonía existe por esa gente que vive allí.”
Junto a Fe y Alegría llevamos años desarrollando proyectos en instituciones educativas de Bolivia, Perú, Brasil, Ecuador, Venezuela, Guyana y Colombia, enfocados en la sensibilización ecosocial y educación intercultural bilingüe. Un ejemplo de ello es el Proyecto Escuela Selva, que llevamos a cabo en colegios de Fe y Alegría en Perú, específicamente en las provincias amazónicas de Bagua y Condorcanqui. Un programa de acompañamiento y formación a estudiantes y docentes indígenas Awajun y Wampis, basado en la educación para el trabajo con competencias, apoyo en la formulación de planes educativos institucionales y formación en aptitudes ambientales y guías para recopilación de saberes ancestrales.
En esta misma línea de trabajo, junto a Fe y Alegría Perú, la Asociación Jesús Obrero – CCAIJO, el Servicio Agropecuario para la Investigación y Promoción Económica (SAIPE), la Fundación AVSI y la Universidad Ruiz Montoya, estamos implementando el programa de innovación social Work4Progress de la Fundación “la Caixa”, que tiene como objetivo, en dos territorios indígenas de la sierra y selva de Perú, promover la innovación para contribuir al empleo sostenible y de calidad entre mujeres y jóvenes, a través del apoyo a la creación de emprendimientos y la promoción del acceso laboral.
Lo que permite construir futuro y propuestas de desarrollo sostenible es la educación: una educación que sea respetuosa con los valores, las tradiciones y el ritmo natural de cada rincón de nuestro planeta, una educación para todos y todas. Para ello han de desarrollarse y ponerse en marcha políticas serias para que todos y todas hagamos conciencia del cuidado de nuestro planeta y la importancia que esto tiene para nuestro futuro y bienestar.
La autocrítica, la escucha activa, el acompañamiento, la búsqueda de nuevas alternativas, el trabajo en red con una mirada global son las herramientas complementarias del cambio social en las selvas de hormigón, de nuestras sociedades.
Son el punto de partida para que esta realidad ambiental, que a la larga sufrimos todos y todas, afectando la casa común, erradique tanto abuso y explotación. Muy bien lo define Fernando López en cada una de sus intervenciones, en su campaña para salvar la selva Amazónica: “Nuestros estilos de vida aquí tienen consecuencias en la Amazonía, y lo que suceda en la Amazonía ineludiblemente tiene consecuencias en esta orilla del mundo. Tenemos que saber que somos parte de un todo, porque una selva sin la otra, no tiene solución”.