educación en Kangemi

La educación en Kangemi: una fuerza transformadora en St. Joseph the Worker

En el corazón del barrio de Kangemi, uno de los más empobrecidos de Nairobi, en Kenia, la escuela no es solo un lugar de aprendizaje: es un espacio de cuidado, protección y comunidad. En un entorno atravesado por la desigualdad, donde muchas familias enfrentan dificultades para acceder a servicios básicos como el agua, la salud o una vivienda estable, el centro educativo de St. Joseph the Worker se ha consolidado como un punto de referencia para la infancia y la juventud.

Impulsado por la Compañía de Jesús en África del Este desde 1987, este proyecto educativo se construye desde abajo, escuchando a las personas, generando vínculos duraderos y abriendo oportunidades reales de formación. Desde Entreculturas apoyamos este proceso, convencidas de que la educación es una herramienta de transformación profunda, especialmente en contextos marcados por la exclusión. 

La escuela ofrece mucho más que clases: construye relaciones, fortalece comunidad y genera horizontes donde antes había incertidumbre.

Una propuesta que acompaña procesos de vida

Creemos en una educación que no termina en la pizarra ni empieza con un examen. Por eso, acompañamos una propuesta que sigue de cerca cada etapa de la vida: desde la infancia hasta que las y los jóvenes están listos para emprender su propio camino. Hay aulas, sí, pero también espacios de formación técnica, apoyo emocional y desarrollo personal. El centro ofrece cursos en áreas como informática, electricidad, corte y costura, y peluquería y estética: especialidades pensadas para que el aprendizaje conecte con oportunidades reales.

Nuestro trabajo allí consiste en sostener esa continuidad, en asegurar que nadie se quede fuera. En un lugar donde muchas cosas pueden interrumpir una trayectoria educativa —la falta de recursos, los cambios familiares, las dificultades del día a día—, es fundamental estar cerca, escuchar, ajustar los apoyos y no soltar la mano a mitad del camino.

Educar es cuidar, sostener y crear comunidad

No basta con abrir una escuela si las condiciones para aprender no están garantizadas. Por eso, lo que apoyamos en Kangemi va mucho más allá del aula. Acompañamos procesos que incluyen alimentación, atención sanitaria, materiales escolares y visitas a los hogares, sabiendo que el aprendizaje ocurre mejor cuando se cubren también otras necesidades. Actualmente, alrededor de 500 personas participan en el proyecto educativo: desde las aulas de preescolar, con unos 90 niños y niñas, hasta la primaria con 70 estudiantes, la secundaria con cerca de 300 y el nivel técnico, donde 40 jóvenes se forman en oficios con salida profesional.

Una parte esencial del trabajo es el vínculo con las familias. Mantenemos una relación constante con madres, padres y personas cuidadoras para entender mejor qué está viviendo cada estudiante y responder desde ahí. Alrededor de 3.000 personas se ven implicadas, directa o indirectamente, en este proceso: una comunidad amplia que sostiene, acompaña y participa. Es ese contacto cotidiano, a veces en una conversación rápida, a veces en una visita larga, lo que permite que la escuela funcione como un espacio confiable y abierto a la comunidad.

La escuela como punto de encuentro y transformación

Lo que ocurre en esta escuela no se queda dentro de sus paredes. Poco a poco, se ha ido convirtiendo en un punto de encuentro para el barrio. Exalumnos y exalumnas que regresan a compartir lo que aprendieron, familias que se apoyan entre sí, docentes que conocen las calles por las que camina su alumnado. Todo eso también es educación.

La comunidad es parte activa del proceso. No solo colabora, sino que lo hace suyo. Y eso cambia las cosas: porque cuando una escuela se convierte en referente, no solo forma, sino que también une, construye tejido, multiplica posibilidades. “Seguir estudiando me ha permitido avanzar con más seguridad hacia lo que quiero para mi vida”, explica Justin, estudiante de secundaria técnica. Allan, por su parte, comparte su motivación: “Formar parte de esta escuela me impulsa a dar lo mejor de mí en todo lo que hago”. Sus palabras reflejan el vínculo profundo que se teje entre quienes aprenden, enseñan y acompañan cada día.

Una apuesta compartida por el derecho a la educación

Acompañar este proyecto nos recuerda cada día por qué defendemos la educación como un derecho. Porque no es solo una herramienta para aprender, sino también para resistir, para imaginar, para salir adelante incluso en los contextos más difíciles. Y porque cuando la educación se vive con sentido, puede transformar una vida… y una comunidad entera.

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