Por Ana Julia Lobato Aragón, menor de 18 años, desde Chiclana de la Frontera, Cádiz, España.
«Hola, mi nombre es Joel, tengo diez años y voy a contaros cómo realicé el mejor viaje de mi vida.
Todo empezó cuando mi padre vino a casa con una increíble noticia. Nos regalaba un magnífico viaje, a mi hermana y a mí, a otro país. Mi hermana se llama Siara y le encanta pintar, en las paredes, en la calle, ¡hasta en las piedras! Mi padre nos dijo que solo tenía billetes para dos personas, así que solo fuimos nosotros. Estábamos muy felices porque nunca habíamos viajado fuera del país. El barco salía en una semana.
El día antes de nuestra salida preparamos nuestra maleta. Mamá nos dijo que llevásemos solo lo fundamental, no me hacía falta nada más porque solo quería que disfrutáramos del viaje. Antes de nuestra marcha, ella estaba un poco triste, pero yo le tranquilicé diciéndole que iba a volver en unos días y le iba a traer muchos regalos.
El día que nos fuimos estábamos muy nerviosos y muy ilusionados. Mi papá nos acompañó hasta el puerto desde donde zarpaba el barco. Era impresionante. Nunca había visto algo igual, pero había muchas personas muy pegadas y estábamos agobiados.
Durante toda la travesía pudimos ver el mar y mi hermana se pasó todo el tiempo pintando los paisajes, que por otro lado, a mí se me ocurrían siempre iguales. Por la noche hacía mucho frío y el agua estaba revuelta, pero por la mañana se estaba genial. Algunas personas decidían quedarse en la travesía, sin llegar al destino, algunos decían que había gente que prefería ir nadando pero, ¡qué tontos, con lo cómodo que era el barco!
Mi hermana también quiso quedarse con ellos. Creo que era porque prefería pintar el paisaje desde otra perspectiva. Me dijo que me esperaría en el puerto, pero aún no ha llegado, seguro que se ha entretenido pintando.
El camino fue un poco largo, y cuando llegamos vimos a muchas personas esperándonos y todos salieron corriendo de la emoción. A mí me recogió un hombre que decía que se llamaba Policía y me llevó a un hotel para dormir. Ese lugar era muy grande y había muchos niños y niñas como yo. Todos dormíamos juntos en camas muy chulas, ¡eran dobles! Una encima de la otra, y se subía por una escalera.
Pero ya han pasado muchos días y yo quiero volver con mis padres y mi hermana, que seguro que ya está con ellos, y poder contarles todo lo que se han perdido en este viaje.
— Muchas gracias, Joel. Bienvenido a la clase de quinto, ¿alguna pregunta para vuestro nuevo compañero?
— ¿Por qué tiene la piel de otro color?
— ¿Por qué hablas diferente?
— ¿Y tus padres han venido a verte?
— Él es un alumno migrante. Sus padres trabajan mucho y no pueden venir a verle, pero le han regalado a Joel este viaje para ofrecerle la oportunidad de aprender como ustedes. A veces, muchos niños y niñas que viven en países, como el de Joel, no tienen la misma oportunidad de ir al cole y por eso, Joel está aquí. Va a aprender muchas cosas nuevas y entre todos y todas se las vamos enseñar.
— ¿Y tu hermana?
— Estoy esperándola. Quién sabe, quizás se equivocó al nadar y ha vuelto a casa.
Los compañeros y compañera s se miraron con cara de extrañeza. La profesora les desvió la atención. Había cosas que no eran fáciles de entender ni de aceptar, incluso para Joel.»
*Ilustración realizada por Elena Guillén