Por Alejandro Castillo Soriano desde Zaragoza.
«Érase una vez un chico de unos quince o dieciséis años, al que llamaremos Iván. Nuestro amigo Iván no era ni alto ni bajo, ni rico ni pobre; era una persona como cualquier otra. Un día en su colegio, más concretamente en tutoría, hablaron del tema de la igualdad de género y las desigualdades que sufren las mujeres en la sociedad actual. Pero, él no era capaz de comprenderlo, pensaba que estaban exagerando y que ambos sexos eran tratados de igual manera. Escéptico ante lo tratado en clase, Iván continuó su rutina diaria sin darle más vueltas al asunto: por la tarde fue a entrenar a fútbol (como todos los jueves) y, después se dirigió a su casa para hacer los deberes, cenar y dormir para prepararse para un nuevo día de colegio; aunque él no esperaba el sueño o, mejor dicho, la pesadilla que aquella noche le esperaba.
Se tumbó en la cama y notó como los ojos le pesaban… De repente, aparece nuestro protagonista en el colegio, sin saber muy bien si un nuevo día ha comenzado o aún sigue soñando. Iván se extraña al ver que es mucho más bajo de lo que es en la realidad, pues aparenta la estatura de un niño de tres años y al echar un vistazo a su alrededor se percata de que está en su clase de primero de infantil. A lo lejos vislumbra algo que hace esbozar una sonrisa en su cara: ¡el juguete favorito de su niñez! Era un cochecito de carreras azul y algo desgastado. Se levanta a cogerlo para jugar con él y rememorar aquellos buenos tiempos, pero escucha una voz por su espalda que se lo impide:
– Iván, ese juguete es del rincón de las chicas -le dice la profesora-. ¿No preferirías jugar con una muñeca?
Iván, por inercia, deja el juguete en su sitio y vuelve a sentarse en la silla en la que estaba en un principio. No sabe qué está pasando, quiere terminar el sueño cuanto antes. Pero no puede despertarse. Repentinamente, vuelve a aparecer en otro sitio. Ahora está en el patio, reconoce a Jorge, su profesor de educación física de sexto de primaria. Está explicando las reglas del balón prisionero. Ahora toca hacer equipos. Dos compañeras son las capitanas y comienzan a elegir primero a las chicas. Ante esta monotonía en sus elecciones, Jorge comenta:
– Vale que las chicas sois mejores en los deportes, pero podrías elegir también a algún chico.
¿Qué? ¿Desde cuándo eso es cierto? Iván, indignado, comienza a marearse y se desmaya. Aparece en su cama, se acaba de despertar. Desea que no siga atrapado en el sueño, y por suerte para nuestro amigo, el sueño ha terminado. Ha sido un rato desagradable, pero le ha abierto los ojos. No para de pensar en su anterior negacionismo y en todo lo que le dijeron en tutoría y no escuchó.
Iván continúa con su rutina matutina: desayuna, se viste y se dirige al colegio. Transcurre el día con normalidad, salvo por el hecho de que Iván no puede centrarse en las clases y pasa todo el día absorto, pensando en su sueño. Al llegar a casa, decide investigar debido a que dada su reticencia al tema el día anterior, no prestó atención en tutoría.
Encuentra cosas en internet sobre violaciones de los derechos humanos, tales como la prohibición de que las mujeres puedan votar o conducir en algunos países. Se topa con cuantiosas noticias sobre auténticas barbaridades como lo son la mutilación genital femenina o la violencia de género.
Ante todo esto, decide que él no va a ser cómplice de este problema y va a aportar su granito de arena para lograr la igualdad en todos los aspectos entre hombres y mujeres: plasmando su “reconversión” en un cuento, para poder así abrir los ojos a más personas al igual que lo hizo ese desagradable pero iluminador sueño.
*Ilustración realizada por Teresa Martín