Los educadores enseñamos esencialmente lo que somos, es decir, nuestra manera de actuar, nuestra manera de percibir el mundo, las maneras de relacionarnos con los semejantes, con el entorno, nuestros valores y actitudes. Por ello, cuando hablamos de la necesidad de formación del educador para mejorar las prácticas educativas, estamos asumiendo que esta formación implica la construcción de su persona, la reflexión, revisión y comprensión de su ser, afectividad, valores y actitudes.