Tabitha vivió una década en un campo para personas desplazadas. Junto a su familia, huyó de su hogar en el norte de Nigeria debido a la violencia de Boko Haram. En medio de esa larga espera, sin saber si algún día podría volver o empezar de nuevo, llegó algo inesperado: una oportunidad para formarse, para aprender a cultivar la tierra y criar animales, y para recuperar poco a poco las riendas de su vida.
Hoy, Tabitha no solo ha encontrado una forma de sostener a su familia, sino que está dando pasos concretos para construir un futuro fuera del campo. Su historia es la de una mujer que, con acceso al conocimiento y con un acompañamiento adecuado, transforma la espera en acción.
Diez años desplazada, un sueño que empieza a tomar forma
Tabitha tiene 35 años y es conocida por muchas personas del campo de Salama como «Mama Chinedu». Durante años, su vida estuvo marcada por la incertidumbre, la dependencia de ayuda externa y la dificultad para cubrir las necesidades más básicas. Compartía una tienda de campaña con su marido y sus seis hijos, sin muchas opciones para generar ingresos ni planificar el futuro.
El cambio comenzó cuando participó en una formación impulsada por el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), dirigida a personas desplazadas como ella. Aprendió técnicas agrícolas modernas y conocimientos sobre cría de animales, y eso fue solo el principio. Esa formación fue una puerta abierta: una posibilidad real de comenzar de nuevo sin tener que esperar más.
Aprender a cultivar para reconstruir la vida
Con lo que aprendió, Tabitha empezó a cultivar y a vender sus productos. Poco después, invirtió en una máquina de coser y comenzó a confeccionar suéteres y ropa infantil. Montó una pequeña tienda dentro del campo donde vende desde alimentos básicos hasta artículos de higiene y bocadillos. Y, poco a poco, logró que su familia pudiera cubrir sus necesidades más urgentes sin depender exclusivamente de ayuda humanitaria.
La formación no solo cambió su economía, también impactó en la vida de su familia. Tabitha cuenta que ahora, en su hogar, tanto sus hijos como sus hijas colaboran con las tareas domésticas. Todos van a la escuela y han recibido materiales escolares. Ella misma afirma que aprendieron también sobre igualdad, higiene y cuidado del entorno familiar. Lo que empezó como una formación técnica se convirtió en una transformación integral.
Un futuro fuera del campo
Tabitha ya no solo piensa en el día a día. Sueña con salir del campo de personas desplazadas y vivir en una casa propia. Con lo que ha logrado ahorrar, ha comprado un terreno y ha comenzado a moldear bloques para construir su nueva vivienda. “Mi sueño es que, en los próximos cinco años, pueda salir de este campo y mudarme con mi familia. También espero poder ayudar a otras personas desplazadas a encontrar estabilidad”, afirma.
No es solo una historia de superación individual: es un reflejo de lo que ocurre cuando se abren espacios para la autonomía, cuando las personas desplazadas pueden acceder a herramientas concretas para reconstruir sus vidas.
Apoyamos el trabajo del JRS en contextos de desplazamiento
Desde Entreculturas apoyamos el trabajo que el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) realiza en contextos de desplazamiento prolongado en distintas regiones del mundo. Nuestro compromiso con la educación, la protección y la generación de oportunidades es una respuesta concreta a las necesidades de millones de personas desplazadas.
Historias como la de Tabitha nos recuerdan que, incluso en los contextos más difíciles, la formación puede ser el primer paso hacia una vida más estable, libre y elegida.