Marta Nyacham Makur tiene 35 años, vive en Rumbek —ciudad sur sudanesa de Bahr el Ghazal, en el centro del país— y es madre de seis hijos. Desde hace un tiempo, su vida gira en torno a la tierra: cultiva verduras en su pequeño huerto y se esfuerza día a día por salir adelante en un contexto de dificultad. Marta es una de tantas mujeres que sostienen sus comunidades con trabajo silencioso y constante.
Rumbek es una zona donde las temporadas secas pueden alargarse durante meses, afectando la producción local de alimentos. Aún así, Marta ha logrado mantener un huerto activo, donde cultiva sukumawiki (un tipo de berza) y hojas de calabaza. Esos productos los vende en el mercado, y con los ingresos que obtiene puede comprar comida, pagar matrículas escolares y cubrir las necesidades básicas del hogar.
Un trabajo diario que sostiene mucho más que una familia
Su rutina comienza temprano, antes de que el calor apriete. Marta camina al pozo, llena su regadera y riega con cuidado su parcela. A veces, el esfuerzo físico es grande, pero el valor del trabajo lo compensa: no solo por lo que produce, sino por lo que representa.
Cultivar le ha permitido ganar autonomía, organizarse mejor y tomar decisiones sobre el rumbo de su familia. Lo que obtiene de la venta de sus productos no es mucho, pero sí suficiente para garantizar cierta estabilidad en su hogar. En un entorno donde el acceso a alimentos y recursos es limitado, su huerto se ha convertido en un espacio de resistencia, organización y futuro.
Mujeres que sostienen comunidades
Como Marta, muchas mujeres de Rumbek se han volcado a la agricultura como forma de sostener a sus familias. Su trabajo garantiza el acceso a alimentos frescos, impulsa la economía local y permite que las niñas y los niños puedan estudiar. A pesar de los desafíos, su compromiso y capacidad organizativa marcan la diferencia en comunidades rurales que a menudo quedan fuera de las prioridades de desarrollo.
El rol de estas mujeres no siempre es visible, pero resulta esencial, y muchas de ellas asumen la responsabilidad de sacar adelante a sus familias sin apenas apoyo. Marta representa esa fuerza colectiva y transformadora.
Acompañar procesos de autonomía
Marta forma parte de un proyecto impulsado por la Compañía de Jesús que acompaña a mujeres agricultoras en la región de Rumbek. Esta iniciativa apuesta por la formación, el acceso a medios de producción y el fortalecimiento de las capacidades locales como vía para mejorar las condiciones de vida y reforzar la seguridad alimentaria.
Desde Entreculturas apoyamos este proyecto con el objetivo de contribuir al derecho a la alimentación y a que más mujeres como Marta tengan los medios para sostener su hogar, decidir y avanzar.