exp-sur-paloma3

«Cuando uno vuelve a su casa cuesta mucho ponerle palabras a todas esas emociones y vivencias»

«La ilusión y las ganas por hacer voluntariado es algo que me acompaña desde hace ya bastantes años. Y ¿quién tiene la culpa?»

Paloma Hernández ha particiado este verano en el programa de voluntariado de corta duración Experiencia Sur, Profes en Compañía. Tras su estancia en Perú, nos ha enviado su testimonio. 

«Estudié en un colegio de jesuitas. En parte es gracias a ellos y a las oportunidades que brinda un colegio así de vivir experiencias a nivel pastoral y humano.
 
También me viene a la mente algún profesor en concreto, “culpable” de meterme dentro el gusanillo. Por otro lado, están la inquietud personal y las motivaciones que a cada uno le remuevan por dentro.

En mi casa, cuando era adolescente y llegaba con la idea de irme a otro país para hacer voluntariado, rápidamente me insistían en la importancia de empezar ayudando primero al de al lado. Durante mucho tiempo me esforcé en hacerlo, pero llega un momento en el que necesitas más. Quieres conocer otras realidades y ver más allá de tu barrio, ciudad, país… Salir de tu zona de confort. Ponerle sentimiento y nombre a todas esas caras, historias y proyectos de los que nos cuentan muchas cosas y en los que nos involucramos en la distancia, sin empaparnos.

Este momento (o más bien regalo) llegó para mí gracias a Experiencia Sur, Profes en Compañía. El lugar fue Perú, concretamente, la sierra de Cuzco. La compañía, inmejorable.

Todos nosotros, el grupo de profes, por algún motivo elegimos Perú para soñar. Allí nos dimos cuenta de verdad que nuestra casa es el mundo y logramos hacer de aquel lugar un hogar. En ese hogar, durante un mes, hemos sido familia. Cada cual a su manera, con sus historias, sus miedos, sus heridas… Cada uno de una década. Unos del norte, otros del sur.

Pero todos, sin conocernos, fuimos descubriendo que compartíamos una mochila común cargada con los mismos sueños, ilusiones, inquietudes, ganas… Ganas de ayudar, conectar con otra realidad, con otra cultura, otras formas de vivir y… por encima de todo, ganas de aprender, dejarnos tocar y sentir todo lo que estaba por llegar.

A la vez que nos conocíamos como grupo, íbamos descubriendo la realidad que nos rodeaba. Los proyectos y escuelas de Perú y, lo más importante, las personas que hacían posible que todos esos proyectos salieran adelante. 

Mi segundo regalo, ha sido la experiencia en sí.

Por las mañanas visitábamos diferentes escuelas. Cada día una diferente: Umuto, Accocunca, Lloqueta, Huecatinco, Ocongate, Andahuaylillas… En ellas nos reuníamos con los profesores y compartíamos horas de conversaciones en las que hablábamos de los problemas con los que se encontraban día a día. Nuestra función era, además de aprender de todos ellos, evaluar alumnos con necesidades e intentar dotar a los maestros de recursos que ellos no tuvieran. Así fuimos creando un banco de materiales que más tarde Yeni, la psicóloga que nos acompañaba por todas estas escuelas, les haría llegar.

Cada escuela y su contexto nos abrían los ojos y nos enseñaba una nueva realidad. Cada día estaba lleno de historias difíciles, de esperanzas e ilusiones, de esfuerzo y trabajo.

Cada escuela recibía alumnos que salían de sus casas y solos por la montaña, desde muy temprano, caminaban durante dos largas horas para llegar a clase. Cada día con una sonrisa, felices y con ganas, muchas ganas de aprender.

Cada escuela estaba llena de profesionales que despertaban en nosotros sentimientos de admiración: por ellos, por el trabajo que realizaban, sus ganas, por todo… todo lo que nos iban contando y nosotros descubríamos en esas largas conversaciones. Cada día nos enseñaba algo nuevo.

Por las tardes, ayudábamos en diferentes ludotecas y en el internado. Allí dábamos apoyo al estudio desde infantil hasta secundaria y también jugábamos con los niños hasta que se iban a sus casas.

Los días pasaban rápido y eran intensos. Para nosotros era importante compartir al final del día, con todo el grupo, todo aquello que nos iba tocando. A la vez, seguíamos conociéndonos, descubriendo un poco más de cada una de nuestras historias personales, nuestros miedos, nuestras preocupaciones… y riéndonos, riéndonos mucho. Como ya he dicho, sin ellos, sin VOSOTROS, esta experiencia no habría sido lo mismo. Y es que ELLOS han sido el tercer regalo que me ha dado Experiencia Sur.

Después de todo, no me queda otra cosa que dar las gracias. No puedo estar más agradecida a todas y cada una de las personas que han formado parte de este mes y que lo han hecho posible,  son muchas… Gracias a todos por abrirme la puerta hacia esta felicidad que me ha regalado Perú, su gente, sus niños…
 
Cuando uno vuelve a su casa, después de una experiencia como esta, cuesta mucho ponerle palabras a todas esas emociones y vivencias. Expresar a tu familia y amigos lo que has vivido y cómo esto te ha movido por dentro, es difícil. Son muchos sentimientos que asentar y digerir, muchos nombres y personas que pasar por el corazón. El sueño de que un mundo mejor es posible.

Hay cosas que nos cambian y experiencias, como esta, que te transforman. Desde dentro…el corazón, solo tenemos uno y hay que serle fiel. Hacia fuera… los actos, que nacen de nuestros sentimientos, de aquello que nos toca el corazón y hace que ya nada vuelva a ser igual.»

Noticias relacionadas:

Suscríbete a la newsletter

Si quieres recibir nuestra newsletter mensual y los correos puntuales en los que te ofrecemos información, no dejes de completar este formulario. Al instante, te daremos de alta en nuestra base de datos y podrás estar al tanto de todas las novedades.

Quiero recibir información acerca de las campañas de ENTRECULTURAS FE Y ALEGRÍA ESPAÑA y formas de participación. Al firmar, acepto la política de privacidad. Seguir leyendo.

Ir al contenido