Me llamo Clara Gallego, soy voluntaria de la delegación de Valencia desde el año 2011. Profesionalmente me he dedicado a la enseñanza y hoy día soy maestra jubilada.
Conocí Entreculturas por una propaganda que llegó a mis manos, me atrajo su dedicación a que la educación llegara a todos y todas. Los primeros contactos con la entidad fueron para mí como una ventana abierta por la que vi un mundo completamente desconocido.
Me dieron formación y acompañamiento, mi mirada cambio. Empecé a relacionarme con una diversidad que me conmovía, me complicaba la vida y a la vez me enriquecía.
Todas esas vivencias provocaron una búsqueda, una mirada hacia el interior. Encontré el apoyo y la formación en el Centro Arrupe, en la Espiritualidad Ignaciana, que ha sido mi sostén y mi alimento para poder llevar a cabo las misiones que se me encomendaban. Todo ello me ha ayudado a crecer, a situarme en el mundo de una manera diferente. Aprendí cómo acercarme a las personas, aceptarlas, no juzgarlas y respetar la realidad de cada una de ellas y estar compartiendo y recibiendo lo mucho que ellas dan, porque a pesar de sus vidas de sufrimiento y adversidad, han sabido encontrar la alegría de vivir. Transmiten sencillez, humildad y amor, mucho amor. Ahora mi mayor dedicación está centrada en la hospitalidad y en la acogida, tanto desde Entreculturas como desde el SJM.
– ¿Te has involucrado en temas de refugio junto a Entreculturas o junto a otras organizaciones?
Respondiendo a esta pregunta he de decir que sí. El SJM me facilitó un voluntariado de dos meses en Melilla, fue una experiencia que contribuyó a posicionarme definitivamente al lado de los que sufren, a ver y sentir con ellos y ellas, sentirme débil y vulnerable como ellos y ellas. A sentir su impotencia, porque era también la mía. Con el SJM estoy acompañando a una familia Siria que esta acogida por el proyecto de patrocinio europeo en una casa del SJM. También acompaño a una madre y a su hija que son de Venezuela y viven en otro piso de acogida de SJM.
También estoy en información y acogida un par de días a la semana en la oficina del SJM, allí acuden personas buscando orientación o pidiendo ayudas, en situaciones muy variadas pero todas ellas de mucha vulnerabilidad. La tarea principal es escuchar y acoger centrándome en ellas para poder orientarlas y acompañarlas. Se intenta dar una acogida cálida para que les sirva de referente y puedan acudir siempre que quieran. La mayoría de las veces es una lucha contra la impotencia, hay un movimiento interior cuando te muestran su agradecimiento porque se han sentido atendidas. Yo me siento pequeña porque la realidad es que poco les he solucionado.
– La pandemia ha cumplido poco más de un año, ¿Cómo percibes la situación de los refugiados en el mundo y en específico en España en medio de este contexto?
La situación de los refugiados se ha complicado mucho más. Las desigualdad y la precariedad han aumentado tanto en el mundo como en España.
– ¿Cuán importante crees que es la educación para las personas refugiadas?
Creo que es fundamental. La educación es la base. Les ayuda a situarse en la sociedad, a dirigir su vida. Empiezan a ser capaces de tomar decisiones y sentirse libres. Creo que es un proceso que hay que acompañarlo.
– De qué forma podemos sensibilizar a nuestra sociedad para que la acogida de las personas refugiadas se convierta en una herramienta de paz y de convivencia?
¡Esto es todo un tema! Hay mucho discurso falso creado por comodidad, con el único fin de protegerse y no salir de la zona de confort, porque si se dejan tocar en el corazón… afecta, te involucra, empiezan a cambiar las cosas, sientes situaciones que antes te pasaban desapercibidas, en ese momento está el compromiso y la voluntad de seguir por ahí.
Creo que para tocar la sensibilidad interior de cada persona tenemos que facilitar que las protagonistas cuenten sus vivencias e historias sin victimismo. Pero si la realidad cruda, si el momento y el espacio lo favorece puden llegarte y removerte. Que la mirada se fije en la persona, no en el color, el acento…
Es ver a la persona, sentirla… en pocas palabras, encontrarnos como iguales. Todos los humanos tenemos la misma dignidad. Es bueno buscar lugares de encuentro y de convivencia.
– ¿Qué satisfacciones y aprendizajes te ha traído el formar parte de Entreculturas y el estar cerca o conocer las realidades de las personas refugiadas?
Muchas satisfacciones. He aprendido mucho y sigo aprendiendo, es un aprendizaje continuo porque las personas son únicas, y con cada una de ella me encuentro como el momento y las circunstancias me lo permiten, centrándome siempre en quien tengo delante. Hay un crecimiento interior que tampoco para y que me hace salir de mí misma para estar con quien estoy, no he parado de formarme y he encontrado mis fortalezas en la Espiritualidad Ignaciana, en los ejercicios espirituales. Me siento intermediaria de una acción que me supera y que sin la ayuda de los muchos que me rodean y acompañan, y sin esa presencia que percibo de Dios no podría hacer. El estar conviviendo con la vulnerabilidad me ha hecho valora la vida y vivirla con mucha Paz y Serenidad. Siempre me siento acompañada y formo parte de una comunidad. Mi vida esta llena de sentido y todo ello contribuye a que viva agradeciendo todos los días.