En Guatemala, las niñas indígenas sufren las consecuencias de la discriminación estructural: mayores índices de pobreza y un acceso muy limitado a educación y sanidad. Esto las hace susceptibles de sufrir más violencia.
Andrea Pú tiene 13 años y vive en Santa Lucía la Reforma, en el departamento de Totonicapán. Actualmente está en sexto de primaria y, a pesar de haber sido obligada a abandonar la escuela en segundo curso, ha conseguido reincorporarse con éxito, convirtiéndose incluso en Presidenta del Gobierno Escolar.
Gracias a Fe y Alegría Guatemala, y a través de La LUZ de las NIÑAS, niñas como Andrea, que se encuentran en situación de vulnerabilidad, han podido dar un giro a sus vidas y acceder a la educación.
El día a día de Andrea
Andrea es la penúltima hija de 6 hermanos (3 chicos y 3 chicas); vive con todos ellos junto a su padre, su madre, sus 2 cuñadas y sus sobrinos.
Pertenece a un hogar muy pobre: su padre trabaja en un aserradero y su madre, ella y sus hermanas se dedican a actividades de cuidado del hogar, que incluyen la alimentación y cuidado de animales domésticos, trabajar en agricultura, cargar con el agua y la leña…
Andrea está designada para ayudar en el cuidado de sus hermanos; se levanta desde muy temprano a lavar ropa, a hacer desayuno y a cuidar de sus sobrinos. Normalmente, al terminar parte de estas tareas es cuando puede disponer de tiempo para ir a la escuela. Al regresar a casa, tiene que terminar las tareas domésticas que dejó pendientes como cuidar a sus sobrinos, hacer la comida para la familia, lavar la ropa de sus hermanos y su familia para que ella pueda contar con tiempo para dedicarse a sus deberes de la escuela.
Las dificultades de Andrea para seguir estudiando
Cuando Andrea estaba en segundo de primaria, debido a la violencia y discriminación que su padre ejercía, Andrea tuvo que abandonar la escuela durante meses, lo que impidió que pudiese aprobar el año escolar. Su papá consideró el hecho de que repetiera curso como “una incapacidad que está ligada a su sexo”. Como consecuencia de esta “incapacidad” su padre decidió no inscribirla al siguiente año, sin embargo, su mamá ayudó a que su papá desechara esta idea y que le permitiera seguir estudiando.
Así continuó en la escuela hasta que, tres años después, su familia decidió tenía que dejar la escuela para poder trabajar, sin embargo, esto fue por un corto tiempo debido a que no pudo seguir viviendo con su hermano y su familia (la llevaron allí para hacerse cargo de los cuidados del hogar y un sobrino). Al no poder permanecer en ese trabajo, transcurridos dos meses, Andrea regresó con sus papás y retomó las clases y, a pesar de que perdió buena parte de los cursos, ella pudo terminar sus estudios, aprobando el año.
Sueña con que ella y las demás niñas puedan ser libres
Hoy, Andrea está en sexto primaria, sin embargo, su padre insiste en la idea de que su hija es incapaz de estudiar y su continuidad en la escuela está en riesgo. Andrea, según sus maestros y maestras, es una niña tímida pero muy activa e inteligente, ella representa a la escuela de su Cantón siendo la Presidenta del Gobierno Escolar; juega fútbol y es muy apasionada por las matemáticas, tanto, que le gustaría estudiar Perito Contador para poder trabajar en un banco.
A Andrea le gustaría estudiar y sus sueños tienen que ver con que tanto ella como muchas niñas de su comunidad puedan estudiar y ser personas libres para tomar sus propias decisiones.