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«Niñas teniendo niños»: embarazos infantiles y violencia sexual en Guatemala

Cada año, más de 2.000 niñas guatemaltecas entre los 10 y 14 años dan a luz. La mayoría de estos embarazos son consecuencia directa de violencia sexual. Esta es una de las realidades más estremecedoras que revela el informe Situación de la Niñez y Adolescencia en Guatemala 2022-2024, elaborado por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG). Bajo el título “Niñas teniendo niños”, el documento denuncia una violación sistemática de los derechos de las niñas en el país, marcada por la pobreza, la desigualdad, la impunidad y la falta de acceso a servicios básicos de salud y educación.

Violencia sexual, embarazos infantiles y vidas truncadas

En 2023 se registraron en Guatemala 1.944 nacimientos en niñas menores de 15 años, y más de 24.000 en adolescentes de entre 15 y 17 años. Pero detrás de estas cifras hay historias de niñas obligadas a convertirse en madres, muchas veces por abuso dentro del entorno familiar o comunitario. El 90% de las adolescentes embarazadas son madres solteras, y muchas ni siquiera han accedido a controles médicos durante el embarazo ni a servicios de salud adecuados durante el parto.

Además del impacto físico, el informe evidencia que la maternidad temprana condena a estas niñas a abandonar la escuela, limitar sus oportunidades futuras y reproducir el ciclo de pobreza. El informe señala que estos embarazos son consecuencia directa de violencia sexual, y que el contexto económico, social y cultural contribuye a la perpetuación de esta terrible lacra. 

Las niñas víctimas enfrentan vulnerabilidades en todos los sistemas de protección: salud, educación, comunidad y, especialmente, en el sistema de justicia, que muchas veces no logra protegerlas ni garantizarles acceso a la justicia. 

Uniones informales: el rostro oculto del matrimonio infantil

Aunque en Guatemala la ley establece que solo es legal casarse a partir de los 18 años, la realidad del matrimonio infantil persiste en forma de uniones informales. Estas uniones, muchas veces forzadas, se dan fuera del marco legal y suelen ser invisibilizadas. Las niñas son entregadas a hombres adultos como “parejas”, sin protección legal ni acceso a sus derechos, en un contexto donde el consentimiento es imposible.

Estas prácticas tienen raíces profundas en normas sociales patriarcales, la pobreza y la falta de oportunidades, factores que afectan con especial intensidad a las comunidades rurales e indígenas. En algunos contextos, las niñas pueden llegar a ser percibidas como una carga económica o moneda de cambio, lo que las expone a mayores riesgos de violencia y abandono escolar.

Educación: una oportunidad que aún no llega a todas

El informe también revela cómo la falta de acceso a la educación agrava esta realidad. En Guatemala, solo el 53% de los y las adolescentes en edad de cursar el ciclo básico (13-15 años) están matriculados, y apenas 1 de cada 4 logra acceder al ciclo diversificado (16-18 años). La tasa de deserción aumenta en las niñas, especialmente en áreas rurales, donde la distancia, la inseguridad o las tareas domésticas impuestas limitan su permanencia en la escuela.

Además, se estima que más de 7 de cada 10 niñas, niños y adolescentes viven en situación de pobreza. Esta exclusión social se traduce en menor acceso a tecnologías, servicios de salud, alimentación adecuada y oportunidades educativas, lo que deja a las niñas aún más expuestas a la violencia.

Nuestra respuesta desde La LUZ de las NIÑAS

En este contexto de múltiples vulneraciones de derechos, Entreculturas y Fe y Alegría Guatemala trabajamos, a través de La LUZ de las NIÑAS, para proteger a las niñas, denunciar la violencia que sufren y promover alternativas reales para su desarrollo.

En comunidades rurales de Totonicapán, una de las zonas con mayores índices de pobreza y menor acceso a educación, acompañamos a niñas y adolescentes indígenas que enfrentan discriminación estructural, violencia de género, racismo y exclusión. La violencia sexual, las uniones tempranas y los embarazos infantiles son realidades que amenazan su presente y su futuro.

Por eso promovemos relaciones de igualdad y entornos seguros dentro de las escuelas, espacios donde las niñas pueden hablar, aprender, sanar y resistir. A través de nuestras campañas de sensibilización, visibilizamos la violencia que sufren y movilizamos a comunidades, docentes, autoridades y familias para transformarla.

Además, ofrecemos acompañamiento psicosocial a niñas sobrevivientes de violencia, de manera que puedan fortalecer su autoestima, su conocimiento sobre sus derechos y su poder para tomar decisiones. Impulsamos redes de apoyo entre niñas y adolescentes y formamos a docentes y líderes y lideresas comunitarios para que sean aliados en la protección de las niñas.

Creemos firmemente que la educación es la herramienta más poderosa para que las niñas puedan crecer y construir un futuro libre de violencia. Por eso, seguimos trabajando con y para las niñas. Porque tienen derecho a serlo.

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