¿Por qué es necesaria la educación en situaciones de crisis?

La educación no sólo apoya al bienestar psicológico y social de los niños y niñas mediante el restablecimiento de una rutina y un trabajo en equipo, sino que también es una fuente de bienestar para la comunidad en su conjunto. La educación también previene a los menores de caer en comportamientos de riesgo como el sexo temprano, las drogas, el crimen y otro tipo de conflictos. Los maestros y maestras son una pieza clave en este proceso, a veces incluso auténticos héroes. La cultura de la vida que se resiste a la cultura de la violencia cobrar fuerza a través del sistema educativo, incluso en situaciones de crisis.

Además, la educación es a menudo un medio para acceder a otros servicios y derechos. A través de ella se potencia la autonomía de las personas refugiadas y se fortalecen sus habilidades de liderazgo. La educación es también una vía de transmisión de mensajes sencillos y directos en relación a salud, sanidad, nutrición y acceso a toda una serie de recursos. Además, las actividades educativas mantienen a los niños y niñas ocupados mientras sus padres tratan de adaptarse a una nueva situación: haciendo colas para recibir alimentos, inscribiéndose en los registros de los campos, levantando tiendas de campaña (sus nuevos hogares...), etc. 

Sin unas actividades y servicios bien estructurados, las personas refugiadas, en particular los niños, niñas y jóvenes, encuentran mucho más complicado enfrentarse a situaciones de emergencia, violencia y al impacto producido por su desplazamiento. A los escolares les resulta difícil recuperar sus estudios si éstos son interrumpidos un tiempo prolongado. Además, si la educación no se establece desde los primeros momentos de la emergencia, es muy difícil ponerla en marcha más adelante. Toda esta acción debe realizarse coordinadamente tanto entre los diferentes campos y dentro de ellos para asegurar que la calidad y las oportunidades de acceder a la educación y a otros servicios sociales estén a la misma altura.