Día Mundial de lucha contra la Desertización y la Sequía
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Con motivo del día Día Mundial de lucha contra la Desertización y la Sequía, Entreculturas te ofrece acercarte a cómo este proceso afecta al país más pobre de América, Haití, y a la labor que realizamos para paliar la situación en la que viven centenares de miles de haitianos emigrados a su país vecino, República Dominicana.
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Y además, con motivo del Día del Medioambiente ( 5 de junio)...
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Otros enlaces de interés:
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» Centro de Desarrollo de las tierras áridas. (Centro de Naciones Unidas con sede en Nairobi) | |||||||||||||||||||||||||||
» Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente | |||||||||||||||||||||||||||
» Ecoportal | |||||||||||||||||||||||||||
» Inmigrantes haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana en la República Dominicana (Informe del Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes) | |||||||||||||||||||||||||||
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Te agradecemos que des cobertura a esta información.
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Ampliación de la información
Se llama desertización a la transformación de tierras usadas para cultivos o pastos en tierras desérticas o casi desérticas, con la disminución de la productividad del 10% o más. Si la desertización conlleva una pérdida de productividad entre el 10 y el 25% se considera moderada. Es severa si la pérdida está entre el 25 y el 50%. Muy severa es aquella superior a este porcentaje. El proceso de desertización afecta a 1.000 millones de habitantes de 100 países que ven disminuida su productividad agrícola y ganadera. Pese a que la mayor parte de la desertización es natural en las zonas que bordean los desiertos, las actividades humanas la agravan. Cuando la desertización es causada por el hombre se denomina desertificación. Entre las actividades del hombre que inciden en la desertización encontramos: |
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En el mundo hay más de 100 millones de personas que sufren la amenaza del éxodo debido a la inseguridad alimentaria. A estos millones se añaden los 25 millones que ya se han visto obligados a emigrar. La desertización se ha convertido en una realidad que conlleva hambre, pobreza, guerras. Pese a ello, se trata de un tema que no ha pasado a estar en la primera línea de la agenda política internacional. |
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Haití, un país que se desplaza Haití es el país más pobre de América. Junto a la degradación de la economía y a la persistente inestabilidad política, uno de los factores que inciden directamente en la situación de pobreza y sus consecuentes migraciones, principalmente hacia la República Dominicana, es la deforestación. Los bosques solían cubrir más de nueve décimas partes de Haití. Hoy en día queda apenas un 2% densamente arbolado. La tala de los bosques, sin una posterior replantación, ha ido erosionando los suelos. |
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Nuestro socio local en Haití y República Dominicana, el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (SJRM), denuncia que a esta situación, en el Noroeste del país, se añade el hecho de ser una zona marginada por el Estado haitiano. Las oficinas departamentales no tienen suficientes estructuras, medios, equipamientos y personal con acceso a una capacitación adecuada que les posibilite ofrecer los servicios sociales básicos (educación, salud, carreteras...). El 94% de la población de esta zona vive en la pobreza y el 84% en extrema pobreza. |
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La realidad expuesta hace que la población haitiana se vea forzada a abandonar sus hogares y refugiarse en países vecinos. Situación de los haitianos en República Dominicana Pero para los haitianos, tampoco la migración supone necesariamente acceder a una vida digna. Los migrantes haitianos son víctimas, en muchos casos, de la explotación laboral de patronos dominicanos y de la xenofobia de los habitantes del país vecino. El SJRM denuncia que estos migrantes sufren deportaciones, casi a diario, de modo inhumano por parte del Estado dominicano. Son deportados migrantes haitianos (y, en menor medida, dominicanos de origen haitiano y de piel negra), entre ellos madres con sus bebes recién nacidos, mujeres embarazadas y a punto de dar a luz, padres y madres separados de sus hijos, menores no acompañados de sus parientes, personas que viven con el virus del VIH/SIDA... No existe un acuerdo en el número de personas de origen o de ascendencia haitiana que trabaja y o vive en el país. Las estimaciones oscilan entre 200.000 y dos millones de personas. Se parte de que ni siquiera la pregunta de quién es migrante haitiano está resuelta. ¿Una persona recientemente llegada al país vecino?, ¿los hijos de los haitianos nacidos en la República Dominicana?, ¿la tercera generación?, ¿los hijos de uniones mixtas? La respuesta que se dé a estas interrogantes es clave para la situación del pueblo haitiano. Por todo ello, el SJRM reclama que las autoridades del Estado y el Gobierno haitianos implementen, de acuerdo con las autoridades dominicanas, políticas eficaces y claras para regularizar la migración haitiana al territorio dominicano y los intercambios entre ambos países, respetando y aplicando siempre los Tratados (en todos los niveles internacional, regional y binacional) firmados y ratificados por ambos Estados en materia de derechos humanos. |
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Entreculturas ante la realidad de la migración haitiana Entreculturas apoya un programa en la frontera norte de Haití con República Dominicana que busca apoyar el desarrollo de un nuevo ciudadano fronterizo, un ciudadano que entienda que la convivencia pacífica y respetuosa entre haitianos y dominicanos mejorará las relaciones de los dos países y significará un enriquecimiento mutuo para sus ciudadanos. El programa está desarrollado por Solidaridad Fronteriza, nombre que recibe el Servicio Jesuita a Refugiados en esta zona de la Isla de La Española. Las actividades que se realizan con la población dominicana se centran en el respeto al prójimo. Así, Ilda, Maria, Marta, Angelita y Rosmary, cuatro mujeres, mayores ya, convencidas de la necesidad de que este respeto sea un hecho, se acercan a la sede de Solidaridad para reflexionar cómo ha de ser la convivencia con los haitianos que cada lunes y viernes cruzan la frontera para acudir al gran mercado binacional en que se convierte la ciudad dominicana de Dajabón. Respecto a la población haitiana, se trata de incidir, principalmente, en su autoestima y en la toma de conciencia de sus derechos. Este trabajo se realiza a ambos lados de la frontera. El respeto que merece esta labor queda constatado en la forma en que los haitianos se acercan a los talleres. Tras un día de larga y dura jornada laboral en las plantaciones de banano dominicanas, hombres y mujeres se engalanan para acudir a la pequeña y destartalada casa que se convierte, por unas horas, en escuela improvisada. Todo esto sucede en el pueblo de Cerro Gordo, en cuyos alrededores los haitianos tienen sus casas, que no cuentan con agua ni electricidad, pero sí con la hostilidad de sus vecinos dominicanos. |
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Con esta línea de acción, esta organización trata de lograr que los ciudadanos puedan promover cambios sociales presionando a las autoridades locales para que resuelvan problemas que para ellos deberían estar en el primer puesto de la agenda política. Su reto es que las asociaciones alcancen una voz que se tenga en cuenta en la acción municipal. Este objetivo está enmarcado en la dura y constante acción de denuncia e incidencia que el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes realiza en toda la República Dominicana. |
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Salvar la Amazonía, un reto de toda la humanidad “La historia se repite: las grandes empresas se enriquecen y nosotros cada vez más pobres. Beneficios para pocos y consecuencias negativas para la mayoría: hambre y miseria; falta de tierra y trabajo, enfermedades y exterminio, destrucción de nuestra madre tierra y saqueo de sus recursos, contaminación de los ríos, tristeza y muerte de nuestros pueblos… ¿Qué podemos hacer?” (Líder Cahuachi, del pueblo Yagua. Encuentro sobre medioambiente. Río Orosa, amazonía peruana, 2005) Por lo general, en nuestro imaginario colectivo pervive una imagen muy bucólica de la Amazonía; suelen vendernos la región como un jardín de plantas exóticas, pájaros de colores e indios pintados y sonrientes. Sin embargo, estamos dejando de lado una visión más política que hace imprescindible abordar la diversidad de pueblos y culturas amazónicas que viven amenazados por los conflictos de intereses cruzados en la región. Mi propósito con este artículo es destacar el carácter crucial del Amazonas para el equilibrio del planeta y la importancia fundamental de los pueblos amazónicos para el cuidado y defensa de la misma. La Amazonía es una “cuna de vida” que no se repite en ninguna otra región del planeta. Es un auténtico archipiélago de ecosistemas riquísimo en biodiversidad socio-ambiental. Se extiende por un total de 7,5 millones de km2 (14 veces España), y abarca 9 de los 13 países que integran América del Sur: Guyana Francesa, Surinam, Guyana Inglesa, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil. Los pueblos indígenas son los habitantes tradicionales y milenarios de la Amazonía (30 mil años), con lenguas y culturas propias altamente especializadas en el ecosistema de la región. Actualmente, en la cuenca amazónica viven unas 400 comunidades indígenas diferentes, lo que suma una población aproximada de un millón y medio de personas. Se estima que antes de la conquista europea la población amazónica superaba los siete millones de habitantes organizados en unos 2.000 pueblos indígenas diferentes. Pero, a lo largo de estos 500 años, muchos de ellos han sido exterminados. La desaparición de tantos pueblos amazónicos se debió, en gran medida, a los procesos agresivos de colonización y explotación de los recursos naturales. Para muchos analistas, la Amazonía es hoy la segunda región geopolíticamente estratégica más codiciada del mundo, después de Oriente Medio. El agua dulce, la biodiversidad y algunos minerales que abundan en la región son el maná por el que lidian actualmente las grandes potencias. Otros grandes problemas amazónicos Con las carreteras vienen y se implantan los “asentamientos rurales”, donde son “descargados” los pobres de otras regiones. Sin planificación ni apoyo, esta mano de obra barata, desesperada por sobrevivir, hace el trabajo duro para las madereras, quienes se aprovechan de la miseria de la gente. Sin capacidad de control por parte de los gobiernos y sus organismos competentes, sin voluntad política y con altos niveles de corrupción, las madereras hacen lo que quieren con tal de extraer la máxima rentabilidad de la explotación forestal (el 53% de la selva ya está arrasada). Después de retirar la madera, se quema toda la región para implementar los grandes proyectos agropecuarios extensivos e intensivos. Se planta pasto para el ganado, se siembra soja (que, como en el caso de Brasil, puede ser transgénica) o se implementan otros monocultivos haciendo un uso masivo de “agro-tóxicos”. Degradada la tierra, algunos proyectos todavía proponen la plantación de “bosques artificiales” (eucalipto, acacia, etc.), para alimentar con celulosa las fábricas de papel. Así se rompe la biodiversidad del ecosistema amazónico, introduciendo especies extrañas en la región. Y, asociada a la degradación del medio ambiente, hallamos la degradación social. Sin cobertura vegetal, las fuertes lluvias amazónicas arrastran grandes cantidades de sedimentos que colman los ríos y hacen cambiar su curso; muchas veces se distancian de las comunidades varios kilómetros por lo que éstas tienen que ser desmontadas y reasentadas nuevamente junto a los cursos de agua. También con la sobresaturación de sedimentos en los ríos decae la presencia de pescado del que viven, en gran medida, las comunidades. “Ya no sólo nos han robado la tierra, sino que la poca tierra que nos queda la han maltratado y empobrecido: ya no hay más bosques, ni animales, ni peces, ni la tierra produce… La madre tierra es asesinada y nosotros morimos con ella” (líder Xerente). Todas estas cuestiones, unidas al problema del narcotráfico, la creciente militarización de la zona y la fuerte polarización económica de la población, ponen en serio riesgo la supervivencia de lo que muchos consideran “el útero del mundo”. Los pueblos amazónicos son importantes porque con sus prácticas milenarias pueden enseñar a toda la humanidad una nueva forma cariñosa, respetuosa y austera (sustentable y sostenible) de relacionarse con la naturaleza y con las personas. Y, desde luego, la preservación de la Amazonía es ineludible para que el planeta pueda continuar “viviendo y respirando en equilibrio”. El que se salve la Amazonía no es sólo interés (y derecho) de los pueblos tradicionales que viven en ella, sino que es también interés y desafío de toda la humanidad. Si la Amazonía se destruye, nuestros días están contados. Fernando López, sj. |
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