Día Mundial de lucha contra la Desertización y la Sequía



17 de junio
Día Mundial
de lucha contra la Desertización y la Sequía
 

En los últimos años, se viene analizando el impacto que los procesos de desertización tienen en las migraciones de poblaciones que se ven obligadas a abandonar sus hogares y países de residencia para lograr subsistir. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la desertización amenaza a la cuarta parte de las tierras del planeta. Estos territorios acogen a unos mil millones de personas que sobreviven en condiciones de sequía y escasez de alimentos. La desertización se cobra, cada año, alrededor de seis millones de hectáreas en todo el mundo sin esperanza de recuperación.

Entreculturas, consciente de la importancia que los procesos migratorios están tomando en la actualidad y su influencia en la realidad de los países donde apoyamos proyectos educativos, tiene abierta una línea de trabajo para analizar este fenómeno, además de apoyar proyectos en favor de los derechos de esta población.

Haití, un país que
se desplaza
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Con motivo del día Día Mundial de lucha contra la Desertización y la Sequía, Entreculturas te ofrece acercarte a cómo este proceso afecta al país más pobre de América, Haití, y a la labor que realizamos para paliar la situación en la que viven centenares de miles de haitianos emigrados a su país vecino, República Dominicana.
 
  ¿Qué se entiende por desertización?
 

Desertización y migraciones

 

Haití, un país que se desplaza

 

Entreculturas ante la realidad de la migración haitiana

   
Y además, con motivo del Día del Medioambiente ( 5 de junio)...
...nos hacemos eco de la problemática de la Amazonía
 

Salvar la Amazonía, un reto de toda la humanidad

 
Otros enlaces de interés:
 
 
» Centro de Desarrollo de las tierras áridas. (Centro de Naciones Unidas con sede en Nairobi)
» Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
» Ecoportal
» Inmigrantes haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana en la República Dominicana (Informe del Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes)
 

¿Qué es Entreculturas?

Es una ONG de Desarrollo promovida por los jesuitas que nace en el Sur y que cree en la educación como instrumento de desarrollo, transformación, cambio social y diálogo entre culturas.

Por ello, apoyamos proyectos que lleven la educación a los pueblos excluidos de América Latina, África y Asia. Nuestra apuesta nos lleva también a poner toda nuestra energía en la sensibilización de la sociedad del Norte para que sea capaz de transformar sus estructuras y convertirse, junto al Sur, en un factor de cambio a favor de la justicia.

Somos herederos del esfuerzo realizado por el Movimiento de Educación Popular Fe y Alegría durante los últimos 50 años y trabajamos junto al Servicio Jesuita a Refugiados cuya misión es acompañar, servir y defender los derechos de las personas refugiadas y desplazadas.

Más información: www.entreculturas.org

 

 
Te agradecemos que des cobertura a esta información.
 

Ampliación de la información


¿Qué se entiende por desertización?

Se llama desertización a la transformación de tierras usadas para cultivos o pastos en tierras desérticas o casi desérticas, con la disminución de la productividad del 10% o más. Si la desertización conlleva una pérdida de productividad entre el 10 y el 25% se considera moderada. Es severa si la pérdida está entre el 25 y el 50%. Muy severa es aquella superior a este porcentaje.

El proceso de desertización afecta a 1.000 millones de habitantes de 100 países que ven disminuida su productividad agrícola y ganadera.

Pese a que la mayor parte de la desertización es natural en las zonas que bordean los desiertos, las actividades humanas la agravan. Cuando la desertización es causada por el hombre se denomina desertificación. Entre las actividades del hombre que inciden en la desertización encontramos:

 
>> El sobrepastoreo. Es la utilización de excesivas cabezas de ganado en un territorio. Las tierras pisadas en exceso por el ganado no pueden reponerse.
   
>> El mal uso del suelo y del agua. Tanto el riego con agua con sales en lugares secos y cálidos, como la utilización de algunas técnicas inciden en que el suelo deje de ser productivo.
   
>> La tala de árboles. La ausencia de árboles favorece la pérdida de suelo cultivable.
   
>> La compactación del suelo. En terrenos desnudos de vegetación, la utilización de maquinaria pesada o la acción del agua causan un suelo endurecido y compacto que dificulta el crecimiento de plantas y favorecen la desertización.
   
>> El modelo de consumo actual incide en el aumento del efecto invernadero, causando el calentamiento global.
   

 


Desertización y migraciones

En el mundo hay más de 100 millones de personas que sufren la amenaza del éxodo debido a la inseguridad alimentaria. A estos millones se añaden los 25 millones que ya se han visto obligados a emigrar.

La desertización se ha convertido en una realidad que conlleva hambre, pobreza, guerras. Pese a ello, se trata de un tema que no ha pasado a estar en la primera línea de la agenda política internacional.

 

Expertos en desertización y migraciones comienzan a abogar por el reconocimiento internacional del estatus de "Refugiado ecológico" que podría aplicarse a los 25 millones de personas que se han visto obligadas a emigrar debido a la desertización de sus tierras. La situación de estas perosnas no está reconocida internacionalmente, por lo que no existen estructuras de acogida para ellas a diferencia de lo que ocurre con personas que se ven obligadas a dejar sus hogares por otros motivos.

Esta reivindicación ya fue lanzada por la keniata Wangari Maathai, premio Nóbel de la Paz en 2004, el día de la entrada en vigor del Protocolo de Kioto en febrero de 2005.

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Haití, un país que se desplaza

Haití es el país más pobre de América. Junto a la degradación de la economía y a la persistente inestabilidad política, uno de los factores que inciden directamente en la situación de pobreza y sus consecuentes migraciones, principalmente hacia la República Dominicana, es la deforestación.

Los bosques solían cubrir más de nueve décimas partes de Haití. Hoy en día queda apenas un 2% densamente arbolado. La tala de los bosques, sin una posterior replantación, ha ido erosionando los suelos.

 

La deforestación en Haití se debe, principalmente a dos motivos. Por una parte, encontramos las necesidades agrícolas de un país superpoblado con 8,5 millones y que para poder sembrar necesita talar los bosques. Por otra parte, en Haití, el 70% de la energía, tanto doméstica como industrial, proviene de la madera y del carbón, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Alrededor del 85 % del país es montañoso. La deforestación hace que las fuertes lluvias durante los cinco meses de la estación húmeda formen turbios torrentes que llevan masivas cantidades de capa superficial hasta el mar. Esto conlleva la pérdida de suelo arable.

La erosión también tiene repercusión en las cuencas fluviales. Los sedimentos se amontonan en los arroyos, ríos y lagos, aniquilando la fauna fluvial, además de obstruir los sistemas de irrigación de zonas productivas. Los sedimentos volcados al mar dañan la vida marina incidiendo en la industria pesquera.

 
Haití en cifras
. La esperanza de vida al nacer es de 51,5 años.
. La tasa de alfabetización de jóvenes entre 15 y 24 años es del 54%.
. La prevalencia del VIH asciende al 3,8% en personas entre 15 y 49 años.
. El 47% de la población presenta índices de desnutrición.
. El número de médicos por cada 100.00 personas es de 25.
. La prevalencia de la tuberculosos es de 387 por cada 100.000 personas.
   
 
Informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas, 2006.
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desertizacion_1   La inestabilidad de los suelos provocada por la deforestación conlleva una extrema vulnerabilidad por la que, ante la ausencia de barreras naturales, cualquier amenaza, en la mayoría de las veces, desencadena una catástrofe. Podemos recordar las fuertes inundaciones en las que 1.200 personas perdieron la vida en mayo de 2004.
 

Nuestro socio local en Haití y República Dominicana, el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (SJRM), denuncia que a esta situación, en el Noroeste del país, se añade el hecho de ser una zona marginada por el Estado haitiano. Las oficinas departamentales no tienen suficientes estructuras, medios, equipamientos y personal con acceso a una capacitación adecuada que les posibilite ofrecer los servicios sociales básicos (educación, salud, carreteras...). El 94% de la población de esta zona vive en la pobreza y el 84% en extrema pobreza.

desertizacion_2   El SJRM considera que "esta situación crea el caldo de cultivo del tráfico ilegal de todo tipo (armas, droga, migrantes), de la delincuencia, del clientelismo político, del contrabando y del comercio ilegal". En definitiva, de la vulneración de los derechos humanos de la población. Una población cuyas mujeres sufren repetidas agresiones sexuales y maltrato en los hogares, que padece secuestros de camiones públicos para robar, violar y humillar a sus pasajeros y pasajeras y arrestos ilegales en centros de detención sin condiciones higiénicas mínimas en los que se priva de libertad, a veces durante meses, sin que el detenido sea escuchado por un juez.
 

La realidad expuesta hace que la población haitiana se vea forzada a abandonar sus hogares y refugiarse en países vecinos.

Situación de los haitianos en República Dominicana

Pero para los haitianos, tampoco la migración supone necesariamente acceder a una vida digna.

Los migrantes haitianos son víctimas, en muchos casos, de la explotación laboral de patronos dominicanos y de la xenofobia de los habitantes del país vecino. El SJRM denuncia que estos migrantes sufren deportaciones, casi a diario, de modo inhumano por parte del Estado dominicano. Son deportados migrantes haitianos (y, en menor medida, dominicanos de origen haitiano y de piel negra), entre ellos madres con sus bebes recién nacidos, mujeres embarazadas y a punto de dar a luz, padres y madres separados de sus hijos, menores no acompañados de sus parientes, personas que viven con el virus del VIH/SIDA...

No existe un acuerdo en el número de personas de origen o de ascendencia haitiana que trabaja y o vive en el país. Las estimaciones oscilan entre 200.000 y dos millones de personas. Se parte de que ni siquiera la pregunta de quién es migrante haitiano está resuelta. ¿Una persona recientemente llegada al país vecino?, ¿los hijos de los haitianos nacidos en la República Dominicana?, ¿la tercera generación?, ¿los hijos de uniones mixtas? La respuesta que se dé a estas interrogantes es clave para la situación del pueblo haitiano.

Por todo ello, el SJRM reclama que las autoridades del Estado y el Gobierno haitianos implementen, de acuerdo con las autoridades dominicanas, políticas eficaces y claras para regularizar la migración haitiana al territorio dominicano y los intercambios entre ambos países, respetando y aplicando siempre los Tratados (en todos los niveles internacional, regional y binacional) firmados y ratificados por ambos Estados en materia de derechos humanos.

Entreculturas ante la realidad de la migración haitiana

Entreculturas apoya un programa en la frontera norte de Haití con República Dominicana que busca apoyar el desarrollo de un nuevo ciudadano fronterizo, un ciudadano que entienda que la convivencia pacífica y respetuosa entre haitianos y dominicanos mejorará las relaciones de los dos países y significará un enriquecimiento mutuo para sus ciudadanos. El programa está desarrollado por Solidaridad Fronteriza, nombre que recibe el Servicio Jesuita a Refugiados en esta zona de la Isla de La Española.

Las actividades que se realizan con la población dominicana se centran en el respeto al prójimo. Así, Ilda, Maria, Marta, Angelita y Rosmary, cuatro mujeres, mayores ya, convencidas de la necesidad de que este respeto sea un hecho, se acercan a la sede de Solidaridad para reflexionar cómo ha de ser la convivencia con los haitianos que cada lunes y viernes cruzan la frontera para acudir al gran mercado binacional en que se convierte la ciudad dominicana de Dajabón.

Respecto a la población haitiana, se trata de incidir, principalmente, en su autoestima y en la toma de conciencia de sus derechos. Este trabajo se realiza a ambos lados de la frontera. El respeto que merece esta labor queda constatado en la forma en que los haitianos se acercan a los talleres. Tras un día de larga y dura jornada laboral en las plantaciones de banano dominicanas, hombres y mujeres se engalanan para acudir a la pequeña y destartalada casa que se convierte, por unas horas, en escuela improvisada. Todo esto sucede en el pueblo de Cerro Gordo, en cuyos alrededores los haitianos tienen sus casas, que no cuentan con agua ni electricidad, pero sí con la hostilidad de sus vecinos dominicanos.

 
Por su parte, en Haití, en la deprimida ciudad de Wanament, los niños acuden a talleres de pintura organizados por Solidarité Frontière para ganar en autoestima, mientras que hombres y mujeres, a través de obras de teatro improvisadas, expresan los abusos que padecen cuando acuden al país limítrofe a trabajar o comercializar sus productos. Todo esto ocurre en una ciudad donde no hay sistema de agua potable, el servicio de energía eléctrica es inexistente y la población padece de tuberculosis, tifus, malaria y sida.   desertizacion_3
 
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Solidaridad Fronteriza no se limita a trabajar con la población civil, sino que también trata de que la Administración, el ejército y otros profesionales con influencia social como periodistas o abogados, modifiquen sus actitudes hacia los inmigrantes. Así, el personal de Solidaridad Fronteriza realiza talleres específicos para estos sectores con el fin de evitar actos que atacan directamente a la población haitiana, como las extorsiones que sufren los comerciantes o los mensajes emitidos a través de los medios que reproducen estereotipos negativos.

Articulación del tejido social

Convencidos de que la unión hace la fuerza, Solidaridad Fronteriza trata de fortalecer el asociacionismo de la zona. El clientelismo, la apropiación por los partidos políticos de las asociaciones, la ausencia de líderes y la escasa participación de los jóvenes en asuntos sociales han provocado el debilitamiento de las asociaciones locales.

Con esta línea de acción, esta organización trata de lograr que los ciudadanos puedan promover cambios sociales presionando a las autoridades locales para que resuelvan problemas que para ellos deberían estar en el primer puesto de la agenda política. Su reto es que las asociaciones alcancen una voz que se tenga en cuenta en la acción municipal. Este objetivo está enmarcado en la dura y constante acción de denuncia e incidencia que el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes realiza en toda la República Dominicana.

Con estas mismas organizaciones, el SJR está comenzando a apoyar proyectos de generación de ingresos centrados, especialmente, en la agricultura y en la mejora de las capacidades comerciales.

 


Salvar la Amazonía, un reto de toda la humanidad

“La historia se repite: las grandes empresas se enriquecen y nosotros cada vez más pobres. Beneficios para pocos y consecuencias negativas para la mayoría: hambre y miseria; falta de tierra y trabajo, enfermedades y exterminio, destrucción de nuestra madre tierra y saqueo de sus recursos, contaminación de los ríos, tristeza y muerte de nuestros pueblos… ¿Qué podemos hacer?” (Líder Cahuachi, del pueblo Yagua. Encuentro sobre medioambiente. Río Orosa, amazonía peruana, 2005)

Por lo general, en nuestro imaginario colectivo pervive una imagen muy bucólica de la Amazonía; suelen vendernos la región como un jardín de plantas exóticas, pájaros de colores e indios pintados y sonrientes. Sin embargo, estamos dejando de lado una visión más política que hace imprescindible abordar la diversidad de pueblos y culturas amazónicas que viven amenazados por los conflictos de intereses cruzados en la región. Mi propósito con este artículo es destacar el carácter crucial del Amazonas para el equilibrio del planeta y la importancia fundamental de los pueblos amazónicos para el cuidado y defensa de la misma.

La Amazonía es una “cuna de vida” que no se repite en ninguna otra región del planeta. Es un auténtico archipiélago de ecosistemas riquísimo en biodiversidad socio-ambiental. Se extiende por un total de 7,5 millones de km2 (14 veces España), y abarca 9 de los 13 países que integran América del Sur: Guyana Francesa, Surinam, Guyana Inglesa, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil.
La cuenca amazónica contiene el 20% del agua dulce del mundo (no congelada). Desde el punto de vista de la biodiversidad y la cobertura vegetal, la Amazonía representa el 34% de los bosques primarios del mundo y se estima que en ella se concentra el 30% de la biodiversidad del planeta. Todos estos gigantescos parámetros hacen de la Amazonía un pilar indispensable para el equilibro natural del planeta.
Ahora bien, si rica es su diversidad ambiental, mucho más rica es la diversidad sociocultural de la región amazónica. Se estima que la población es de unos 39 millones de personas; un enorme mosaico de pueblos y culturas, muchas de ellas milenarias y en peligro de extinción.

Los pueblos indígenas son los habitantes tradicionales y milenarios de la Amazonía (30 mil años), con lenguas y culturas propias altamente especializadas en el ecosistema de la región. Actualmente, en la cuenca amazónica viven unas 400 comunidades indígenas diferentes, lo que suma una población aproximada de un millón y medio de personas. Se estima que antes de la conquista europea la población amazónica superaba los siete millones de habitantes organizados en unos 2.000 pueblos indígenas diferentes. Pero, a lo largo de estos 500 años, muchos de ellos han sido exterminados. La desaparición de tantos pueblos amazónicos se debió, en gran medida, a los procesos agresivos de colonización y explotación de los recursos naturales.

Para muchos analistas, la Amazonía es hoy la segunda región geopolíticamente estratégica más codiciada del mundo, después de Oriente Medio. El agua dulce, la biodiversidad y algunos minerales que abundan en la región son el maná por el que lidian actualmente las grandes potencias.

Otros grandes problemas amazónicos
En la Amazonía, los ríos son las “carreteras” naturales y tradicionales de comunicación. En nuestro mundo occidental, una carretera es sinónimo de desarrollo; allí, sin embargo, las carreteras han sido y son causa de fuertes impactos socioambientales: exterminio de muchos pueblos indígenas, fuertes procesos de deforestación y empobrecimiento de las comunidades tradicionales.

Con las carreteras vienen y se implantan los “asentamientos rurales”, donde son “descargados” los pobres de otras regiones. Sin planificación ni apoyo, esta mano de obra barata, desesperada por sobrevivir, hace el trabajo duro para las madereras, quienes se aprovechan de la miseria de la gente. Sin capacidad de control por parte de los gobiernos y sus organismos competentes, sin voluntad política y con altos niveles de corrupción, las madereras hacen lo que quieren con tal de extraer la máxima rentabilidad de la explotación forestal (el 53% de la selva ya está arrasada).

Después de retirar la madera, se quema toda la región para implementar los grandes proyectos agropecuarios extensivos e intensivos. Se planta pasto para el ganado, se siembra soja (que, como en el caso de Brasil, puede ser transgénica) o se implementan otros monocultivos haciendo un uso masivo de “agro-tóxicos”. Degradada la tierra, algunos proyectos todavía proponen la plantación de “bosques artificiales” (eucalipto, acacia, etc.), para alimentar con celulosa las fábricas de papel. Así se rompe la biodiversidad del ecosistema amazónico, introduciendo especies extrañas en la región.

Y, asociada a la degradación del medio ambiente, hallamos la degradación social. Sin cobertura vegetal, las fuertes lluvias amazónicas arrastran grandes cantidades de sedimentos que colman los ríos y hacen cambiar su curso; muchas veces se distancian de las comunidades varios kilómetros por lo que éstas tienen que ser desmontadas y reasentadas nuevamente junto a los cursos de agua. También con la sobresaturación de sedimentos en los ríos decae la presencia de pescado del que viven, en gran medida, las comunidades. “Ya no sólo nos han robado la tierra, sino que la poca tierra que nos queda la han maltratado y empobrecido: ya no hay más bosques, ni animales, ni peces, ni la tierra produce… La madre tierra es asesinada y nosotros morimos con ella” (líder Xerente).

Todas estas cuestiones, unidas al problema del narcotráfico, la creciente militarización de la zona y la fuerte polarización económica de la población, ponen en serio riesgo la supervivencia de lo que muchos consideran “el útero del mundo”. Los pueblos amazónicos son importantes porque con sus prácticas milenarias pueden enseñar a toda la humanidad una nueva forma cariñosa, respetuosa y austera (sustentable y sostenible) de relacionarse con la naturaleza y con las personas. Y, desde luego, la preservación de la Amazonía es ineludible para que el planeta pueda continuar “viviendo y respirando en equilibrio”. El que se salve la Amazonía no es sólo interés (y derecho) de los pueblos tradicionales que viven en ella, sino que es también interés y desafío de toda la humanidad. Si la Amazonía se destruye, nuestros días están contados.

Fernando López, sj.
Miembro del Equipo Itinerante

 
El Equipo Itinerante (integrado por hombres y mujeres blancos e indígenas), que se desplaza por los ríos del territorio amazónico, mochila al hombro, trabaja junto a las comunidades amazónicas los problemas que les conminan. Este Equipo, apoyado por Entreculturas en el marco del proyecto "Programa Intercultural en la Amazonía", tiene el objetivo de fortalecer el tejido social de la zona amazónica de manera que las comunidades, sus organizaciones e instituciones puedan crear redes de acción y reflexión para luchar por la defensa de su tierra.
 
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