Crisis social en la Ciudad de Panamá

"Fuego, gritos, confusión y violencia. Estos cuatro elementos combinados han agregado más dolor a cerca de 350 personas del barrio de Curundú, en la Ciudad de Panamá", aseguran desde la oficina del SJR en América Central y Caribe, en relación al último incendio que tuvo lugar el pasado 21 de mayo en dicha zona panameña.

Éste es el segundo fuego -al parecer, también intencionado-, que se registra en Curundú en lo que va de año. El primero ocurrió el 21 de marzo. En esa ocasión el acontecimiento fue de mayor envergadura, afectando a 528 personas y destruyendo 137 viviendas. La mitad de los damnificados fueron menores de edad y tres perdieron la vida. En los últimos cuatro años, el 7.1% de la población total de Curundú (19.019 habitantes) se ha visto afectada por el fuego.

Osiris Ábrego, integrante del equipo del SJR Panamá que trabaja en el lugar, informa de que estos incendios son el resultado del enfrentamiento entre las bandas juveniles que se disputan el control de la zona. "Algunos testigos comentaron que, momentos antes del siniestro, se produjo un tiroteo. Los habitantes se encuentran a la expectativa de más incendios", agregó la trabajadora.

Mientras las autoridades competentes investigan estos acontecimientos, los habitantes del sector (desplazados del conflicto colombiano, afrodescendientes, panameños y miembros de las etnias indígenas de Emberá, Wounaan y Kunas) sufren la falta de soluciones eficaces a su situación. "Las condiciones de vida de esta barriada son muy precarias; existe un hacinamiento extremo y altos niveles de pobreza".

El origen de la mayoría de la población de Curundú se remonta al periodo de la construcción del Canal de Panamá a principios del siglo XX. Según el SJR local, dicha construcción implicó la contratación por parte de EEUU de una gran cantidad de mano de obra de diferentes partes del mundo que trajo consigo una fuerte demanda de viviendas. Los constructores del canal empezaron a levantar una serie de barracas que, con el paso del tiempo y el devenir de la ciudad de Panamá, han derivado en asentamientos marginales especialmente vulnerables a los fenómenos sociales. "Hablamos de un cordón de pobreza que abarca Calidonia, Santa Ana, El Chorrillo y Curundú; cordones que recuerdan a las comunas colombianas o a las favelas brasileñas", según describen los miembros del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) de la parroquia María Reina de Curundú.

El apoyo de Entreculturas a los refugiados de Curundú

Desde finales de 1996, en Panamá se evidencia una nueva dinámica de migración masiva de colombianos, quienes entran por la frontera huyendo de la guerra y la inseguridad en su país. A modo indicativo, en 2006, solamente en la provincia del Darién, -limítrofe con Colombia-, había aproximadamente 2.000 personas que podrían ser calificadas como refugiadas, según datos del ACNUR y la Oficina Nacional para la Atención de los Refugiados de Panamá del 2006.

De la misma manera, la apertura de las fronteras como fruto de la globalización ha hecho que cientos de familias colombianas de escasos recursos vean en Panamá un lugar atractivo para vivir y poder llevar adelante sus proyectos de vida. Estos dos factores han motivado que Panamá haya dejado de ser un país de tránsito para convertirse en un país receptor en materia de migración.

No obstante, el marco jurídico migratorio panameño es sumamente restrictivo tanto para migrantes como para refugiados en el país. El status otorgado a los colombianos y colombianas que se acogen a la "protección oficial" es de "protegidos humanitarios temporales". Sin embargo, lejos de asegurarles tal protección, esta condición los coloca en una situación de completa inseguridad jurídica y de profunda indefensión.

Por todo lo anterior, la situación de las personas refugiadas, migrantes y apátridas en Panamá cada vez es más difícil; sus derechos son violados, son explotados laboralmente y, en muchas ocasiones, la mujer migrante y refugiada se ve expuesta a la violencia sexual. Esta situación, unida a la propuesta de una nueva legislación de carácter incluso más restrictivo, pone a este colectivo en una situación de elevada vulnerabilidad y marginalidad.

Ante estos hechos, Entreculturas acaba de iniciar un Proyecto de Acompañamiento a Refugiados y Migrantes, junto con su socio local el SJR Panamá, que pretende mejorar las condiciones de estos colectivos a través del acompañamiento a las familias, de la ayuda humanitaria -brindando soporte alimenticio, hospedaje y asistencia sanitaria-, y de la generación de ingresos por medio de préstamos que les permitan la puesta en marcha de sus propio proyectos.

A través de la Pastoral Social de la parroquia María Reina, el SJR Panamá procura ofrecer una atención integral a las familias afectadas de Curundú, y al resto de los residentes del barrio, incidiendo en la formación en Derechos Humanos, en la investigación sobre la población migrante y el asesoramiento a las personas indocumentadas para su proceso de regularización.

Recientemente, publicaron un informe en el que incluían las siguientes consideraciones:

"Atacar el problema de los incendios desde la perspectiva de que son sólo culpa de la guerra entre pandillas es una forma de esquivar el tema central, esto es, que no hay una visión de desarrollo integral para estas zonas marginadas y que, por tanto, lo que se haga sólo son paliativos asistencialistas que no posibilitan el crecimiento de los moradores de la zona. De nada vale dar casas nuevas a las personas si no se ha creado en ellas una actitud de hogar, de convivencia pacífica. De nada valen más penas para los delincuentes si no se sensibiliza a los jóvenes que se encuentran en situaciones constantes de violencia intrafamiliar, violencia de parte del Estado que no les ofrece verdaderas oportunidades de empleo y violencia en los medios, que cada día más deforman en vez de formar".

"Lo sucedido en Curundú, y en zonas aledañas, no es fruto de la casualidad, sino las consecuencias primeras de un proceso de exclusión social que parte de una visión de desarrollo que pone por encima de las personas los edificios, centros turísticos, residenciales exclusivos y centros comerciales ostentosos. El mal llamado desarrollo urbanístico se ha olvidado de que el desarrollo es para todos, con equidad, pero qué decir de esto en uno de los países más inequitativos"