Crisis olvidadas centra su atención en los refugiados

Casi diez millones de refugiados y cerca de 25 millones de desplazados internos configuran un panorama del mundo en movimiento. Por conflictos bélicos, hambrunas o catástrofes naturales, cuando no por persecuciones políticas o religiosas, los flujos de población entre regiones, países y continentes son un fenómeno que acontece en paralelo a la globalización de capitales y tecnologías. Por todo ello, la ONU dedica cada año el día 20 de Junio a recordar la existencia difícil y azarosa de todos aquellos que, refugiados o desplazados, se han visto obligados a cortar de cuajo sus raíces para iniciar una nueva vida en otro lugar, siempre involuntariamente, sin desearlo ni, la mayoría de las veces, poder preverlo.

Crisis olvidadas son todas aquellas que, al contrario que los refugiados, sí echan raíces, pero enquistándose en el abandono o la desmemoria. Todos aquellos conflictos en los que los medios de comunicación ya no reparan, una vez que el fragor de los titulares se desvanece y los equipos de enviados especiales desaparecen del terreno, dejando que la crisis, sus raíces, sus síntomas y consecuencias, se reproduzcan hasta el infinito. Porque, pese a no salir en la televisión, existen.

A partir del campo de refugiados de Kakuma (Kenia), o la situación de los desplazados de Indonesia, desarraigados doblemente por efecto, primero, del tsunami de diciembre de 2004, y hoy por el terremoto y la erupción del volcán Merapi en Java, Entreculturas pretende devolver a primera plana -de donde nunca debería haber salido- la sangrante realidad de esa masa anónima no sólo privada de derechos, sino también del más elemental reposo sobre la tierra.

El último informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que se hizo público a comienzos de junio, subraya la vulnerabilidad de los procesos de retorno, sometidos a la inestabilidad de los países a los que se regresa. Gracias a la paulatina recuperación de Afganistán, Angola y Sierra Leona, por ejemplo, el número de refugiados y solicitantes de asilo ha disminuido en el último lustro, pero la estabilidad en destino continúa siendo frágil. No obstante, más de cuatro millones han regresado a sus hogares en los tres países citados, junto a Burundi y Liberia.

La otra cara de la moneda son otros tantos millones de sudaneses, entre desplazados internos y refugiados de regreso a casa, que se hallarán en tránsito por el sur del país en los próximos meses, según las cifras que maneja el ACNUR. Porque, a la vez que es menor el número de refugiados entre países, aumenta exponencialmente el de los desplazados internos, hasta alcanzar una cifra de 25 millones de personas. Sin poderse acoger directamente a la Convención sobre Refugiados de 1951, que no los reconoce exactamente como tales, requieren idéntica atención, es decir, ayuda urgente, por parte de las autoridades y las agencias humanitarias. Necesitados de amparo y privados de todo derecho, los desplazados internos son extranjeros en su propio país.

Como recuerda nuestra campaña, que se centra en África como caso paradigmático de poblaciones en busca de refugio o asilo, a todas estas personas solamente se les ofrece la alternativa de los enormes campos de refugiados o desplazados de Tanzania, Uganda, Zambia, Namibia, Kenia, Liberia... En Liberia, el Servicio Jesuita a los Refugiados (SJR) acomete proyectos de educación y prepara a los desplazados para cuando llegue el momento del retorno. Fue el caso, por ejemplo, del campo de desplazados de Salala (clausurado el pasado mes de abril), donde se apoyaba la formación de todos los niños y las niñas que habían sufrido la violencia del largo conflicto armado y los que lo habían protagonizado al haber sido utilizados como niños y niñas soldados. Unos y otros, víctimas; todos ellos necesitados de apoyo y confianza.

En ENTRECULTURAS trabajamos junto al SJR para humanizar los campos que acogen a los millones de refugiados y desplazados que provocan los interminables conflictos armados que asolan el continente. Y en estos campos, apoyamos la construcción de alternativas de futuro para jóvenes y adultos y educamos a los niños y niñas para que tengan una vida digna y un futuro.