Conferencia de Jon Sobrino
A continuación se transcriben algunas partes de su intervención:
"Estoy aquí invitado por Entreculturas, una Institución que procura el bien en el mundo y hace que los humanos lo seamos más. Entreculturas, su propio nombre lo indica: ese ‘entre' habla de más de uno, de diversidad geográfica y cultural. La sencillez, la honradez y la eficacia subrayan la tarea de Entreculturas a la hora de ayudar a otros.
Hablando de esos otros a los que ayuda Entreculturas, debemos preguntarnos cómo andan y plantearnos, asimismo, no sólo ayudar, sino también ser ayudados por ellos. Esto es lo más difícil, dejarnos ayudar. Ellacuría siempre decía que para juzgar la calidad de una Universidad había que ver cuánto ayudaba a los pobres del país y si se dejaba ayudar por ellos. Es decir, la necesidad de dar y recibir, de ahí el título de la conferencia.
Planteémonos, hipotéticamente, que hay seres humanos en Marte o en Saturno, y que en el siglo XXV lanzan una mirada retrospectiva sobre la Tierra. ¿Cómo nos verían? ¿Qué resaltarían de nuestro planeta? Esa mirada sería un modo de confrontarnos con nosotros mismos con humildad. Uno de ellos, economista, podría decir que en el siglo XX estuvimos a punto de eliminar el hambre y eso, sin embargo, no fue posible. Otro podría decir que la Humanidad estaba aún en su prehistoria al ver los náufragos que llegan a las costas de Lanzarote o Fuerteventura...
Don Pedro Casaldáliga, un catalán que pasó por África y ahora está en Brasil, ha dicho que hoy hay más riqueza en la tierra, pero también más injusticia. Sostiene también que África es el calabozo del mundo, una auténtica shoah continental (shoah en el sentido bíblico, como exterminio de seres humanos). Holocaustos ha habido muchos, claro, sería de mal gusto compararlos y decidir cuál ha sido la mayor shoah habida. Auschwitz es la más conocida; pero, sin embargo, África tiene muy poco a su favor para ser conocida...
2.500 millones de personas sobreviven en la Tierra con menos de dos euros al mes. 5.000 personas mueren cada día de hambre. A esto yo le llamo el pecado del mundo.
Otro ejemplito. Este mismo año Casaldáliga ha hablado de las migraciones como fenómenos recurrentes en la Historia pero, hoy por hoy, lo dominante del fenómeno es la crueldad. Las migraciones muestran una historia de explotación, las raíces del reciente malestar. Que aquí iban a venir miles de africanos lo veía venir hasta un ciego, porque las raíces de su emigración están en un pecado importante. "A los inmigrantes se les ha negado la fraternidad", insiste Casaldáliga; "se les niega el suelo bajo los pies". Don Pedro nos recuerda que Estados Unidos está construyendo un muro de 1.500 kilómetros contra América Latina, y Europa, al sur de España, una valla contra África.
Necesitamos salvación y humanización. Dado que todos somos seres humanos -eso al menos dice la ONU-, el ejercicio de la humanidad debería ser igual, pero cuando eso no ocurre hay un agravio comparativo. (...)
Ni aunque un muerto resucite, esto podría cambiar, porque hay ganancias insoslayables, como la del mercado de armas, la de la industria farmacéutica, la de la prostitución... (...) El mundo busca ganancias, porque está configurado, malamente configurado, en modo neoliberal. A los habitantes de Marte o Saturno en el siglo XXV les llamará la atención que todo sea tan obvio y, sin embargo, se procure un encubrimiento, una ignorancia, un no saber.
En el ránking de acontecimientos planetarios más clamorosos -y a la vez desconocidos- que ha establecido una gran ONG este mismo año, el más desconocido es el de la guerra del Congo, y eso pese a los cuatro millones de muertos. (...) En Estados Unidos la globalización se entiende, o se hace ver, como un estadio nuevo o mucho más positivo de la Humanidad, pero para mí tengo que algo se nos quiere ocultar, pues la economía mundial hace todo menos globalizar lo que se produce. Dice Leonardo Boff que este mundo es inhumano. A lo mejor produce más que antes, pero no basta. "Si hubiera un poco de humanidad -afirma Boff- bastaría con apartar un 4 por ciento de las 225 mayores fortunas del mundo para dar de comer a todos". Esos habitantes de Marte o Saturno que nos miren desde el siglo XXV nos tacharán de bárbaros, inhumanos y despiadados por nuestra insensibilidad ante nuestros hermanos.
Parece que la verdad no importa, como dijo el Nobel de Literatura Harold Pinter en su discurso de aceptación del premio: "La verdad no importa nada sin verdadera determinación de oír la dignidad de las personas". Pensemos en el silencio acerca de las víctimas, que es clamoroso: cómo no saber que hay guerra en el Congo si ha habido más de cuatro millones de muertos. A lo largo de la tradición cristiana ha sido siempre muy importante poner nombre a la gente, a las cosas, porque los que no tienen nombre nada son. Los muertos del Congo son reales, pero no tienen nombre, por eso parece que no existen. (...)
Cuando me preguntan acerca de la canonización de Monseñor Romero, yo pregunto por la de las miles de víctimas, hombres, mujeres, ancianos y niños, por los miles de mártires. Lo tremendo es que no se les haya puesto nombre, pero eso es parte de nuestro mundo. Yo sería feliz si los canonizaran a todos. (...)
Sí, es verdad, en el ambiente hay cosas humanizantes. Otras no: el culto a la abundancia y la prosperidad; el imperio, porque el imperio impone (antes había dos superpotencias, hoy hay un imperio). También la cultura del éxito es deshumanizante. Se procura el éxito, pero ¿y el haber actuado bien? Otro problema es el de la democracia. Federico Mayor Zaragoza escribió en junio: "Las asimetrías económicas y sociales no cesan de ampliarse en un escenario global donde los países más poderosos y prósperos han abdicado de los principios democráticos: la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad". EE.UU., por ejemplo, hace ya mucho tiempo que abdicó de la justicia en el mundo. ¿Qué democracia es esa? Una democracia a favor de las leyes del mercado. (...)
¿Qué remedio tiene este planeta si lo miramos desde la distancia del siglo XXV? Dios quiere la vida, la salvación, la humanización; debemos buscar esos caminos. La no salvación implica carencias: la carencia de la indignidad, la del ser humano como ser despreciable, la deshumanización... Los humanos no somos una especie, somos una familia. ¿Cómo hacemos, pues, para solucionar estas carencias? Por ahí va el título de mi conferencia. Los pobres, vistos desde dentro, son el primer paso del camino hacia la salvación. En ellos podemos apreciar vitalidad, inventiva, construcción de solidaridad, igualdad. No se trata en absoluto de idealizarlos, sólo de aceptar que hay otro mundo con cosas distintas positivas. Parece que no acabáramos de darnos cuenta de que existe otro mundo con otras bondades, otras posibilidades. Porque en el mundo de las víctimas, el bien no se identifica con el éxito.
Cómo encontrar una humanidad humana, somos muchos los que nos lo preguntamos, como Lutero cuando se preguntaba por un Dios benévolo. Una pista para hallarla es el mundo de los de abajo. Eso nos lleva a formular una tesis. En el siglo III los obispos Cipriano de Cartago y Orígenes de Antioquía dijeron que fuera de la Iglesia no había salvación. Esa formulación implica un dónde, que ambos teólogos sitúan en la Iglesia. Pero, añado yo, también hay una iglesia "ab Abel", desde Abel, una iglesia de la gente justa.
Tras el Concilio Vaticano II un teólogo holandés afirmó que "extra mundum" [fuera del mundo] no había salvación. Pero luego vienen los teólogos latinoamericanos, y añaden: "extra pauperes nulla salvus est" ("fuera de los pobres no hay salvación"). Yo también lo creo. Pero ¿qué salvación reside en ellos? Es salvación porque nos fuerza a superar un mal: nos confronta con la ceguera (hacer que no hemos visto); con la esperanza (la convicción de que es bueno que haya el bien). Este tipo de cosas son las que tienen los pobres.
El amor toca la fibra de la esperanza. Ignacio Ellacuría lo dijo de otro modo: en los pobres hay una luz que no existe en ningún otro lado. "Los pobres nos hacen ver nuestra verdad como en un espejo invertido -dijo Ellacuría-. Si el Primer Mundo quiere saber su verdad, que se mire en el Tercero". (...) El mundo de abajo, el de los pobres, nos puede hacer el grandísimo favor de conocernos mejor, porque nos convoca de una manera distinta, y lo que cimenta la solidaridad es el haber sido convocados, llamados, interpelados, por otros.
No podemos olvidar que, a veces, los pobres están afectados por la iniquidad, por auténticas aberraciones a las que son arrastrados por los de arriba: por ejemplo, los niños soldados, tan víctimas como verdugos. Pero esas realidades no deben difuminar lo antedicho. La santidad primordial está en las mujeres de Ruanda, con la casa a cuestas metida en un canasto sobre la cabeza. ¿Qué es eso? ¿Bondad, heroísmo? Es una santidad que va más allá de virtudes y defectos, es una explosión de vida. (...)
Resumo esta charla de hoy en dos ideas, con las que se quedarían esos habitantes del siglo XXV que miraran a la Tierra retrospectivamente: qué debemos hacer para humanizar el mundo y, lo más importante, insertarnos en la realidad de los pobres, que nuestros sufrimientos y dolores sean los suyos."
Conferencia Jon Sobrino (mp3-83 Mb)