Discurso de la periodista y escritora Julia Navarro en la tercera jornada del XX Encuentro Anual de Entreculturas (3 de octubre de 2020).
Me parece una osadía hablar de educación estando todos vosotros, que sois expertos. Pero es verdad que, si estoy aquí, es porque, hace poco más de un mes, publiqué un artículo dedicado a mi profesora de Literatura, a la profesora de Literatura que tuve durante todo el Bachillerato. Seguramente yo hoy no sería escritora, no habría escrito ningún libro, ni siquiera me habría dedicado al Periodismo sin ella. Conchita Fernández Débora era el tipo de profesor o profesora que no solamente te enseñaba, sino que te acompañaba en el aprendizaje.
Siempre he pensado que un buen maestro no es el que te enseña mucha Historia, Matemáticas, Geografía, sino el que, además, te ayuda a comprender, te acompaña en ese proceso tan complicado que es para los niños y para los adolescentes el ir adquiriendo conocimientos.
Yo aprendí a escribir porque ella me enseñó a escribir. No os imagináis la cantidad de veces que me hizo repetir los comentarios de texto, la cantidad de veces que me decía: “Este comentario de texto está mal, no has entendido lo que quería decir este poeta, este escritor; vamos a leerlo juntas, vamos a analizarlo”.
Cuando yo estaba terminando el Bachillerato, me planteaba, ¿y ahora qué? ¿A qué me voy a dedicar? Y la verdad es que nunca había pensado dedicarme ni al Periodismo, ni a escribir libros, ni a nada por el estilo. Yo lo que quería era ser bailarina. En mi casa me dijeron que bailarina no, y entonces dije: ¿qué puedo ser? Me apasionaba la Física, porque yo pensaba que en la Física había respuestas a todos esos misterios del universo.
Recuerdo cuando un día ella me preguntó: “Cuando termines, dejes el colegio y vayas a la universidad, ¿qué vas a estudiar?” Le dije: “Física y Química”. Todavía recuerdo su carcajada y sus palabras: “A ti las Matemáticas, la Física, la Química nunca te han gustado”. Yo tuve que confesar: “Pues la verdad es que nunca me han gustado”. “Te costaba aprobarlas”.
Pues sí: la verdad es que durante todo el Bachillerato me costaba aprobarlas, entre otras cosas, porque no les prestaba la suficiente atención y el suficiente amor que hay que poner en lo que uno hace. Entonces, me dijo: “Desengáñate: tú lo que tienes que hacer es escribir, lo que se te da bien es escribir”. Para mí, aquel fue un momento absolutamente de desconcierto. ¿Cómo que se me da bien escribir, si sacarte un notable a ti era casi misión imposible? Pero me convenció. Y realmente me orientó a lo que luego ha sido el leit motiv de mi vida: la escritura, el contar historias.
Creo que un maestro te orienta. Creo que un maestro te acompaña. Ahora tenemos esta reunión de forma virtual, y evidentemente las nuevas tecnologías están ahí, para ayudarnos, pero creo que no hay nada que pueda cambiar la mirada de un maestro a los ojos de un niño. El ver cómo se porta, cómo se mueve, lo que le preocupa. Yo creo que ese contacto directo es absolutamente necesario. Entiendo que ahora que estamos en tiempos de pandemia haya que utilizar las nuevas tecnologías para que los niños puedan seguir aprendiendo, pero también creo que ese estar, ese cara a cara diario del maestro y de los alumnos es absolutamente imprescindible.
Yo creo que la educación es aquello que nos hace tomar conciencia de los otros. Nos abre la mente hacia otras realidades, hacia otros mundos. Creo que vosotros manejáis la herramienta más importante que uno puede tener en las manos, que es el llevar el conocimiento, el ayudar a aprender, porque, en definitiva, es ayudar a pensar, abrirse a otras realidades.
Y, cuando te abres a otras realidades, puedes cambiar las cosas, puedes hacer que las cosas sean mucho mejor. Puedes cambiar la sociedad, todas las pautas que aún tenemos que cambiar para hacer que la sociedad sea mucho más justa y en la que podamos caber todos. Realmente creo que la educación es lo que ayuda a las personas a ser capaces de ser aquello que anhelan ser. Es la mejor herramienta para llegar a ser lo que uno quiere ser.
Hay una carta que a mí siempre me tocó el alma: la que le escribió Albert Camus a su viejo maestro cuando le dieron el Premio Nobel de Literatura en 1957. Era una carta dirigida al Señor Germain, que era como se llamaba su maestro de Primaria.
Camus le decía: “Cuando me dieron la noticia de que me daban el Nobel, lo primero en lo que pensé fue en mi madre, pero, a continuación, pensé en usted”. Y le decía textualmente: “Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiera sucedido”. Es decir, era el reconocimiento a la importancia que había tenido aquel maestro en aquel niñito que vivía en condiciones muy complicadas, en condiciones que, desgraciadamente, siguen presentes en el mundo y que vosotros tocáis todos los días.
Quizá esa carta que Camus escribió al Señor Germain es lo que me llevó a mí también a escribir a mi profesora de Literatura, a hacerle ese pequeño homenaje, ese reconocimiento de que, sin ella, sin vosotros, sin los que sois realmente maestros, sin los que nos acompañáis y acompañáis a tantas personas, a tantos niños a lo largo de la vida, muchos no habríamos encontrado ni nuestra vocación ni nuestro destino.
Esa carta siempre me emocionó. Él continuaba diciendo: “Sus esfuerzos, su trabajo y, sobre todo, el corazón generoso que usted puso en educarme, todo eso va a continuar siempre vivo en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, nunca ha dejado de ser su alumno agradecido”.
Yo creo que hay muchas personas en el mundo que estamos muy agradecidas a alguno de los maestros que nos tocaron en suerte, a alguno de los maestros que nos ayudaron a encontrar nuestro camino y nuestra vocación. Yo, desde luego, soy uno de esos ejemplos. No habría escrito ninguna novela o artículo, no habría hecho nada de lo que he hecho en la vida si un día mi profesora Conchita Fernández Débora no me hubiese dicho: “A ti lo que se te da bien de verdad es escribir, es lo que te gusta y es a lo que te debes dedicar; ése es tu camino”.
Esas palabras que me dijeron hace muchos, muchos años, me han ayudado a ser lo que soy, de manera que tengo una deuda de gratitud a aquella maestra y, por tanto, siento una admiración profunda por todos vosotros, que vais a ayudar a hacer realidad los sueños de muchos niños. Les vais a ayudar a encontrar ese camino y les vais a ayudar a que el mundo sea, sin duda, de una forma diferente a lo que es. Porque, como decía antes, uno, a través de la educación, es como toma conciencia de los otros. Muchísimas gracias.