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El poder transformador de la educación en Madagascar

Andohasaha es una pequeña aldea en el corazón de Madagascar, donde la vida fluye al ritmo de la naturaleza y las familias se unen en comunidad, enfrentando desafíos diarios con determinación. Las oportunidades son limitadas, y la educación desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la comunidad.

En septiembre, tuvimos el privilegio de regresar junto a Dani Villanueva SJ, Coordinador General de Fe y Alegría, y María Laiglesia, Técnica de Proyectos de Madagascar, a este rincón remoto, una comunidad que ha sido testigo del poder transformador de la educación. Este viaje de regreso, después de 7 años, nos brindó la oportunidad de presenciar de cerca el impacto del trabajo de Fe y Alegría en las escuelas que acompaña en Madagascar. 

La importancia del trabajo comunitario 

En 2016, la escuela de Andohasaha enfrentaba desafíos significativos. Con solo dos aulas, insuficientes para los estudiantes de primaria, la pequeña iglesia del pueblo se convertía en un aula de preescolar durante la semana. La falta de recursos económicos, las dificultades de las familias para inscribir a sus hijos/as en la escuela y la formación limitada de los docentes obstaculizaban la educación de la infancia. 

Durante nuestra visita más reciente, fuimos testigos de un escenario completamente diferente. En lugar de quedarse de brazos cruzados, las familias y los y las docentes de la comunidad han trabajado incansablemente, con el apoyo de Fe y Alegría, para llevar a cabo una transformación educativa sorprendente.

Han construido dos nuevas aulas, elevando el total a cuatro, involucrando a la comunidad en la planificación y financiamiento. Además, el alumnado ahora cuenta con materiales escolares esenciales, mientras las y los docentes reciben formación periódica en estrategias pedagógicas. Las familias participan activamente en la gestión de la escuela y en campañas para fomentar la escolarización de niños y niñas.

Los profesores de la comunidad, Pierre y Lydia, quienes ya estaban presentes hace siete años, nos dejaron claro que los desafíos en esta y otras escuelas son notables. Sin embargo, como menciona María Laiglesia “nos llevamos la impresión de que, a pesar de que algunas de estas acciones puedan parecer sencillas, son exactamente lo que esta comunidad necesitaba. Todas estas iniciativas tienen un propósito y representan pequeños pasos hacia el ejercicio efectivo del derecho a la educación de los niños y niñas».

Fe y Alegría en Madagascar: educación que transforma

La transformación que presenciamos en esta pequeña aldea es un reflejo del poder de la educación para cambiar vidas y comunidades enteras. Durante la última década, Fe y Alegría ha estado promoviendo procesos educativos y de desarrollo comunitario en 18 aldeas de los distritos de Ikalamavony, Mangidy y Solila, ubicados en el centro del país. En estas regiones rurales, las familias, en su mayoría dedicadas a la agricultura y la cría de ganado, enfrentan una alta vulnerabilidad. 

Madagascar, un país especialmente afectado por los efectos negativos del cambio climático, experimenta anualmente ciclones y fuertes sequías en su mitad sur, lo que agrava aún más las precarias condiciones de vida de la población. Además, la presencia limitada del Estado en esta área dificulta la garantía de derechos fundamentales como la educación, la salud, el acceso al agua y la alimentación.

Desafiando los obstáculos

La labor de Fe y Alegría que apoyamos en Madagascar comienza en lugares remotos y difíciles de alcanzar, pero es ahí, en los corazones de las comunidades más vulnerables, donde su misión cobra vida y da esperanza a quienes más la necesitan.

Llegar a estas aldeas no es tarea sencilla debido a dificultades logísticas, como la falta de carreteras asfaltadas, la dispersión geográfica de las aldeas y problemas de cobertura de servicios. La falta de presencia efectiva del Ministerio de Educación y otras instituciones públicas agrava la situación. En estas áreas hay amplias necesidades educativas, incluyendo la falta de infraestructuras seguras, personal docente no cualificado, escasez de materiales educativos, y una concienciación limitada sobre la importancia de la educación, además de las dificultades de las familias para inscribir a sus hijos/as en la escuela.

Es precisamente en estos lugares en los que la presencia y la misión de Fe y Alegría cobran sentido y relevancia y donde de alguna manera vuelve al origen: estar con las personas más vulnerables, acompañarlas para facilitar procesos de desarrollo amplios de los que ellas sean impulsoras y protagonistas, con el foco siempre puesto en el derecho a la educación, que es la herramienta más poderosa para cambiar vidas. En este caso, Fe y Alegría comienza literalmente donde acaba el asfalto. 

 
 
 

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