Angie Torres Angulo es una mujer afrocolombiana refugiada en Ecuador que aboga por la defensa de los derechos de las personas refugiadas y migrantes. Desde su experiencia, reflexiona sobre los retos y desafíos que enfrentan estas personas en su camino hacia la integración y la búsqueda de oportunidades.
El pasado mes de diciembre participó en el Foro Mundial sobre los Refugiados que se realizó en Ginebra. En este contexto, Angie llevó la voz y presencia de las personas refugiadas de Latinoamérica y el Caribe en diversos espacios de incidencia, como el evento Cartagena+40.
Tras su participación en el Foro, viajó a Madrid, donde participó en distintas actividades, como nuestra rueda de prensa de presentación de nuestra campaña Mujeres en Marcha, donde tuvimos la oportunidad de entrevistarla para conocer un poco más sobre su historia.
Angie, cuéntanos sobre ti.
Mi nombre es Angie Torres Angulo. Soy una mujer negra afrocolombiana. Tengo 24 años. Vivo en la frontera con Ecuador desde 2016. Y soy migrante.
¿Qué has venido a hacer en Ginebra?
En el Foro Mundial sobre Los Refugiados en Ginebra mi participación fue acerca de las voces de las personas refugiadas y de mis coterráneos. Para que el Estado nos tome en cuenta en La Declaración de Cartagena+40 desde nuestras voces y necesidades.
La declaración de Cartagena+40 es el nombre que recibe el pacto de algunos países. El Foro Mundial de Refugiados se celebra cada 4 años, donde se busca una respuesta de manera integral a las personas migrantes y refugiadas en muchos países del mundo. Se hace para darles inclusión laboral, para que sean visibilizados como personas migrantes, para darles acceso a derechos, reunificaciones familiares y un gran número de posibilidades, acompañamientos y asistencia de parte del Estado y de algunas organizaciones de La compañía de Jesús.
Cuéntanos un poco más sobre tu historia personal y migratoria.
En 2016, cuando tenía 15 años, migré con mi familia hacia la frontera con Ecuador, concretamente en Esmeraldas, por el conflicto armado que había en mi país, ya que viví en una ciudad catalogada como peligrosa a nivel mundial. Tuvimos que huir mi familia y yo para guardar nuestras vidas.
Cumplí mis 16 años en Ecuador e intenté entrar en la educación superior, pero durante un año esto fue una barrera, ya que no pude tener acceso a educación debido a mi documentación de solicitante de refugio porque no era reconocida por el estado. Finalmente logré acceder a los estudios gracias a distintas organizaciones y a La Compañía de Jesús. Conseguí entrar a la educación superior y este año me estoy graduando de ingeniería forestal.
¿Qué es lo que más te gusta de lo que estudias y a qué te quieres dedicar en el futuro?
Lo que estudio me resulta alejado de mi trabajo, ya que trabajo con comunidades a nivel social y lo que estudio es más técnico. Pero siempre me ha gustado el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente e incluso ahora el impacto climático es un detonante para las migraciones en muchas personas e incluso a nivel local, como por ejemplo en Ecuador, que se está viendo el fenómeno del niño y muchas personas deben migrar de sus ciudades por este fenómeno.
Por ello me parece que desde mi carrera puedo hacer una gran labor para investigar acerca de estas problemáticas y ver cómo desde mis posibilidades puedo dar sustento o herramientas para que este fenómeno no impacte de manera tan fuerte.
En este proceso migratorio y de acceso a la educación, ¿qué rol está jugando el Servicio Jesuita a los Refugiados (JRS)?
Tuve relación con JRS desde que llegué a Ecuador porque había una escuela de ciudadanía en derechos y políticas públicas y estuve muchos años aprendiendo acerca de derechos. Si me preguntas ahora qué me moviliza por las otras personas diría que el cumplimiento de los derechos, JRS ha hecho un gran cambio en mi vida, ya que también a raíz de eso soy una persona que lucha por los derechos de las demás personas, por mis coterráneos y por los derechos de las personas nacionales en Ecuador que es el país de acogida.
Entonces ha sido un catalizador para volverte activista, ¿te consideras activista?
Si, soy activista por los derechos humanos de las personas. Me brindaron una herramienta muy importante con solo 16 años, cuando no conocía apenas derechos e incluso muchos de ellos al ser una persona migrante me habían sido vulnerados.
Por ello brindarme esta apertura de posibilidades y oportunidades al mundo ha sido muy bueno para mí para luchar y reclamar por mis derechos como persona y por los derechos de las personas que están en contexto de movilidad humana.
¿Cuáles dirías que son los principales retos a los que os enfrentáis las personas migrantes en origen y cuáles crees que son los retos que se dan en destino/acogida?
Yo nací en Buenaventura, pero mi familia y yo vivíamos en Tumaco, entonces mi migración fue desde Tumaco hasta Ecuador. Tumaco también es una ciudad conflictiva donde se vulneran los derechos de las personas, incluso el más importante, que es el derecho a la vida. Las personas no tenemos derecho a tener una voz propia.
Al llegar a Ecuador llegamos a un país con posibilidades de estas aperturas para personas migrantes, aunque no está muy sensibilizado por ciertas personas y fuimos incluso víctimas de actos xenofóbicos por parte de las personas nacionales y de algunos funcionarios públicos que deberían de tener muy interiorizado el contexto de movilidad humana.
A pesar de esto, hemos avanzado un poco. Sin embargo, el país de Ecuador está sufriendo un grave retroceso en cuanto a ser un país de acogida porque ya no es un país seguro, entonces las personas migrantes que vivimos ahí estamos volviendo a sentir esta experiencia de vulnerabilidad de derechos de las personas.
¿Cuáles son los aspectos más positivos de vivir en Ecuador, tanto para ti como para otras personas desplazadas?
Ecuador es un país de acogida, y en su constitución se recoge que las personas migrantes tenemos el total derecho de acceso a las mismas oportunidades que las personas nacionales.
Ecuador es un país que brinda educación porque es gratuita, y para una persona migrante eso es súper positivo. Es un país que no tiene restricciones en salud, porque la salud es gratuita. En general, brindan muchas oportunidades que son positivas para nosotros como migrantes.
Diría que el lado positivo de esta migración, desde mi experiencia, es que yo no sería la misma persona si me hubiese quedado en mi país para siempre. Esto se debe a que Ecuador es un país que me ha brindado herramientas de aprendizaje y conocimientos de nuevas realidades. Si yo no hubiese venido a Ecuador ahora no tendría la suerte de conocer estas herramientas.
Considero que es un país muy cultural. Las personas son muy amables. Aparte, compartimos incluso algunas culturas porque estamos en frontera entonces me hace sentir también en casa.
Como sabes, en Entreculturas defendemos que el derecho a la educación es la clave para ofrecer futuro y oportunidades. ¿Qué dirías que aporta la educación a una persona desplazada?
Pienso que la educación para cualquier persona es una herramienta importante, porque si nos educamos podemos mejorar nuestra calidad de vida. En mi caso, si no me hubiese aportado la educación el estado de Ecuador, no hubiese podido acceder a la empleabilidad. Son pasos pequeños que las personas van dando, pero también son herramientas necesarias para la vida y para desarrollarte como persona humana.