Testimonios de voluntariado
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Me llamo Elena Díaz Ramón-Borja, tengo 28 años, soy madrileña y Educadora Social de profesión. Conocí Entreculturas a través de una colega de mi pueblo, que realizó la experiencia Volpa un tiempo antes que yo y me habló muy bien de la Fundación.
Es una buena oportunidad para iniciar un camino hacia la introspección y además, plantean una forma de acercarse a las diferentes realidades del mundo de forma seria y profunda, alejada de esas ‘vacaciones solidarias’ que a mí tampoco me interesaba hacer y, sobre todo, desde una perspectiva de respeto y encuentro con otras y otros.
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Mi nombre es Begoña, estudio el grado de Educación en Magisterio Primaria y formo parte del voluntariado de la delegación de Zaragoza de Entreculturas desde hace casi tres años.
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Estar en el Servicio Jesuita a Migrantes de Arica ha sido toda una experiencia de vida. Me ha hecho mirar el mundo desde otra perspectiva, salir de la burbuja occidental y despojarme de alguna de las vendas que tapaban mis ojos.
Al estar en una ciudad fronteriza te das cuenta de lo altas y peligrosas que son las fronteras que separan los países. Estas son líneas imaginarias y están construidas por el ser humano, en busca de separar lo propio de lo ajeno, basándose en el odio y la dominación hacia un otro que se considera inferior.
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Mi nombre es Edén, soy de Sevilla, y actualmente me encuentro en Chile, aunque mi primer destino fue Nicaragua. Allá estuve seis meses colaborando con el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) de Managua y Chinandega. Apoyaba al Dpto. de Comunicación y participaba en el área psicosocial y pastoral, donde aprendí sobre la realidad de las personas migrantes y refugiadas.
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Soy fisioterapeuta, tengo 25 años y soy de Sevilla. Me encuentro en Santa María de Chiquimula, una pequeña ciudad en el altiplano guatemalteco, participando en el programa de voluntariado de Entreculturas desde octubre de 2018.
Las primeras semanas en Guatemala fueron duras, por el hecho de dejar a mi familia y amigos y la incertidumbre de no saber qué me iba a encontrar. Con el tiempo me fui adaptando, veía todo diferente y nuevo: la gente, el paisaje, la forma de hablar, las costumbres, la comida.
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Miguel Ángel Rodríguez es de Madrid y tiene 48 años. Licenciado en Sociología, pasó de ser VOLPA en Chile durante dos años a convertirse en formador para otros voluntarios y voluntarias internacionales antes de su marcha a destino. Ahora, se despide de esta etapa y antes de cerrarla le hemos entrevistado para conocer su historia y testimonio.
¿Cómo conociste Entreculturas?
Conocí primero Volpa, porque quería hacer un voluntariado de larga duración y a raíz de ello conocí Entreculturas. -
Me llamo Sara, tengo 27 años y soy de Valladolid. Conocí Entreculturas en una conversación durante un viaje en Blablacar: resulta que mi acompañante trabajaba en la organización y me explicó a qué se dedicaba. Me habló también del programa VOLPA y me resultó tan interesante que ese mismo día me puse en contacto con las personas encargadas del proceso. Y así es como llegué a Ecuador. Primera vez que realizaba un voluntariado internacional y primera ocasión para viajar a América Latina...
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Hace ya dos meses que volví a Haití, y como era de esperar, mi segundo año aquí ha venido cargado de un millón de emociones, olores y momentos que se me han ido cargando encima, llenándome recovecos desconocidos.
Han sido dos meses en los que he caminado con la vida, felicidad, injusticia, muerte, dolor y dignidad muy de cerca, bien pegadas a mí.
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Me llamo José Ángel Espinar, tengo 40 años y soy maestro. Mi pareja se llama Ester Lapuerta, tiene 36 años y es médico de familia. En numerosas ocasiones a lo largo de nuestra relación hemos hablado de realizar un proyecto de vida común con un enfoque solidario, aunando Sanidad y Educación. A los dos nos llena de ilusión y felicidad poder cumplir una acción voluntaria de entrega y ayuda a los demás, por eso decidimos embarcarnos en el Programa VOLPA de Entreculturas.
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Gracias, gracias y más gracias. Tras 12 años en Entreculturas León, entre Red de Jóvenes y delegación, toca despedirse... pero, a veces, una despedida no tiene por qué ser un adiós, sino un hasta pronto, y esto es lo que me toca decir a mí: ¡Hasta pronto! Hay momentos en la vida en los que hay cerrar ciclos y reinventarse, desacomodarse y darle un giro a tu vida y esta vez me toca a mí.