El fin de la guerra: la educación. Entrevistamos a Eric Goeh-Akue SJ, Director Regional de JRS en África del Oeste
- Chad
Llena de palabras, capacidades y solidaridad, carente de balas: “la educación es un arma muy potente contra la guerra civil”. Eric Goeh-Akue SJ, Director Regional del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en África del Oeste (en la foto inferior), defiende así la importancia de ofrecer una educación de calidad y acompañamiento psicosocial en situaciones de conflicto. Por ello, la organización dirige proyectos al este de Camerún, al este de Chad, en la República Centroafricana (RCA) y, desde principios de junio, opera también en Nigeria, una labor que apoyamos desde Entreculturas.
Estos cuatro países sufren las consecuencias derivadas del desplazamiento forzado, la pobreza, emergencias sanitarias, falta de derechos básicos o conflictos a manos de grupos armados como Boko Haram (especialmente en la cuenca del Lago Chad que comparten Chad, Nigeria y Camerún) o milicias paramilitares como las de RCA. De hecho, de los 188 países incluidos en el Índice de Desarrollo Humano, Nigeria y Camerún ocupan los puestos 152 y 153, respectivamente, Chad el 186 y RCA el 188.
JRS fomenta una educación en la región que mire hacia una cultura de paz, que llegue a todas las esferas de una sociedad y responda a las necesidades específicas de la población. Y es que el cambio llegará con una sociedad que conozca y comparta derechos y saberes, a pesar del conflicto y desplazamiento.
En República Centroafricana, el reto radica en “participar en la reconciliación del país a través de la educación”. La crisis en el país, que se encuentra sumido en la violencia desde diciembre de 2013, se ha recrudecido desde enero de 2017. Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), 2,5 millones de personas requieren de asistencia humanitaria, y más de un cuarto se encuentra desplazado internamente o ha huido a los países vecinos. La violencia . Eric nos explica que JRS trabaja principalmente con personas desplazadas internamente, ofreciendo educación primaria, secundaria, cursos para el profesorado, además de educación para la reconciliación, cohesión social y formación vocacional de niños soldados. “El año pasado hablábamos de 13.000 niños soldados de 8 a 16 años, chicos y chicas. Tratamos de ayudarles, de integrarles, de que se conviertan en niños normales con ciertas habilidades”, comenta.
Sin embargo, atender a los más vulnerables se complica debido a la inseguridad. RCA es considerado uno de los países en los que las agencias humanitarias corren mayores peligros. El 15 de mayo, sin ir más lejos, las cuatro personas que trabajan en la oficina de JRS en Bambari tuvieron que ser evacuadas a la capital, Bagui, tras el ataque a la ciudad perpetrado supuestamente por el grupo armado Unión por la Paz en RCA (UPC, por sus siglas en inglés), aunque este ha llegado a negarlo. “Atacaron a las ONG, una de ellas la oficina de JRS. Están bien pero va a costar un tiempo paliar las secuelas del trauma”, explica Eric.
Los asaltantes se llevaron el coche, las camas, las puertas; incluso las piezas del generador, previamente desmenuzado. “Hay que considerar muchos factores: políticos, religiosos, incluso sociales, porque se trata también de un asunto de pobreza”, reflexiona Eric. “Creo que estos rebeldes atacaron la ciudad por motivos políticos y luego, un grupo de personas atacaron a las ONG porque parece que son las que tienen recursos. Fue una muy mala experiencia. Gente dedicada a ayudar a estos desplazados internos, a los niños y niñas soldados, que se aboca a ellos por completo, que trabajan duro cada día. Choca que llegue un grupo de gente a hacerte daño, a pegarte, pero es complejo porque hay gente muy leal y agradecida a nuestra tarea”. Tras la marcha del grupo de soldados, fue un grupo de jóvenes el que atendió al equipo de JRS. “Les decían, ‘hermana, hermana, padre, padre, corred, corred, id al campamento de la ONU y volved de nuevo’. Así es como escaparon”, añade. Sin embargo, Eric lamenta que son los estudiantes los que más han pierden con estos ataques porque ven interrumpidas las clases y provocan que organizaciones como JRS tengan que replantearse la situación de seguridad como ONG y comunidad de ayuda humanitaria.
La crisis en República Centroafricana también ha impactado en Chad y a Camerún, donde más de medio millón de centroafricanos han huido en busca de refugio. Los recursos en ambos países son escasos incluso para la población local y la violencia sigue presente. De hecho, ACNUR informa que en la cuenca del lago Chad se encuentran 2,2 millones de personas en situación de desplazamiento a causa de la violencia imperante en la zona, enfrentamientos como los que mantiene Boko Haram con las fuerzas armadas de Nigeria, Níger, Chad y Camerún. Alrededor de 1,9 millones de personas se han visto desplazadas internamente en territorio nigeriano, y 203.000 son oficialmente refugiados en países vecinos.
En Camerún, 3,3 millones de personas requieren asistencia humanitaria urgente, de acuerdo con ACNUR. Boko Haram, además, continúa su régimen de terror en el norte. Sin embargo, el país brinda la oportunidad de formar en la paz y de salvar del reclutamiento: “En Camerún ayudamos a las personas de RCA que escapan. Trabajamos ahora con Entreculturas en escuelas de educación primaria y preescolar.” Se trata de cursos de carpintería, electricidad, mecánica, costura o agricultura dirigidos a aquellos que no pueden ir al colegio. “Sabemos que al menos pueden desarrollar capacidades prácticas para que, si vuelven algún día a su país, vuelvan con habilidades, tener habilidades significa tener trabajo”, reflexiona Eric. “Si no tienen ocupación son reclutados por los grupos militares. En Bangui, todos aquellos que no acceden a la educación son ‘adoptados’: reclutados”, concluye.
En Chad, la labor de JRS se lleva a caboen 14 campos de refugiados con personas refugiadas provenientes de Sudán. Ellas constituyen el 74,4% de los demandantes de asilo y refugiados en el país, seguidos de RCA (23,1%) y Nigeria (2,2%). “Nos ocupamos principalmente de educación preescolar, primaria y secundaria”, explica Eric. “También tratamos de organizar programas de formación para los profesores y profesoras con el gobierno o con ACNUR. Es un programa de alcance enorme: tenemos alrededor de 57.000 estudiantes y JRS es la principal organización que trabaja al este de Chad en el campo educativo”.
Ahora también comienzan a actuar en Nigeria. Desde 2009 la población se ha visto sacudida por ataques suicidas, secuestros, asesinatos, saqueos y una gran falta de asistencia y de protección de derechos fundamentales. 1,3 millones de niños se encuentran desplazados a lo largo del país y más de 123.000 viven como refugiados en los países colindantes. “Seguimos la llamada de los jesuitas en Nigeria para responder a esta crisis en el norte del país. Muchos niños y niñas son reclutados por Boko Haram, especialmente las niñas. Y hay alrededor de 50.000 huérfanos. Existe un enorme número de mujeres, que llamamos ‘las viudas de Boko Haram’, cuyos maridos están muertos [a manos de la milicia]. Sus huérfanos pueden ser reclutados, así que tenemos que hacer algo”. Con la recién abierta oficina en Abuya, la capital, JRS ofrece acompañamiento psicosocial a menores y madres. Estas últimas no solo han de hacer frente al desplazamiento y pérdida de posesiones y recursos, sino a la violencia hacia ellas y sus familiares o luchar para encontrar recursos, con la vulnerabilidad que ello conlleva a la hora de sufrir explotación sexual o laboral. “También nos centramos en educación primaria y en un programa de medios de vida. Tenemos que empoderar a estas madres para que la comunidad pueda permitirse esta educación”, comenta.
Una educación que acabe con la violencia e injusticia a lo largo de cuencas, lagos y selvas en el oeste africano y traiga esperanza, igualdad y un digno porvenir.