Crisis olvidadas en África

Si recorriéramos los 3.600 kilómetros que separan Madrid de Kiev hacia el sur, nos encontraríamos en África Central. Llegaríamos a países como Mauritania, Níger, Malí o Chad; lugares, también vecinos, de los que apenas sabemos nada. Mientras la agenda política y la mirada mediática llevan algo más de dos meses puesta en la guerra en Ucrania, la violencia y los conflictos armados asolan también algunas regiones de África. No acaparan portadas ni titulares, pero se sitúan en un continente que comienza donde termina nuestra frontera sur, unas decenas de kilómetros de distancia entre uno y otro que son, sin embargo, uno de los mayores saltos de PIB del mundo. 

Como ocurre en Ucrania, los conflictos que están sucediendo en África tienen como víctimas principales a la población civil y fuerzan, también ahí, a millones de personas a huir de su hogar, expulsadas de su vida y su cotidianidad por la inseguridad, la pobreza o el cambio climático. También se marchan con lo puesto, con una sencilla maleta o bolsa en el mejor de los casos y al cuidado, casi siempre, de niños, niñas o personas dependientes. También buscan acogida en los países fronterizos y un lugar donde salir adelante a la espera de poder regresar en cuanto sea posible al lugar donde pertenecen. 

Hoy, Día de África, miramos al sur para rescatar algunas de las crisis invisibilizadas que sufre el continente.

32 millones de personas desplazadas forzosas en África

En el mundo hay más de 100 millones de personas desplazadas forzosamente según los últimos datos de ACNUR publicados al inicio de esta misma semana. Solo en la zona del Sahel (Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger y Chad) más de 250 mil personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares en 2020, en lo que posiblemente era la crisis de refugio más compleja y de más rápido crecimiento en todo el mundo, antes del estallido de la guerra en Ucrania.

El movimiento de personas no se limita a esta zona central. Al este, en Etiopía, 1,2 millones de personas han abandonado sus hogares, una cifra que va en aumento a consecuencia del conflicto en Tigray. Sudán acoge a un número creciente de personas que huyen del Cuerno de África, y es el segundo país de acogida del continente por detrás de Uganda, con más de 1 millón y 1,4 millones de personas refugiadas respectivamente.  

Si viajamos un poco más hacia el sur, el norte de Mozambique está siendo testigo también del desplazamiento de la población civil. Como consecuencia del conflicto de Cabo Delgado y la violación sistemática de los derechos humanos, 120 mil personas se han visto obligadas a huir.

Hacia el oeste, 1,3 millones de los nuevos desplazamientos identificados a lo largo del año pasado se produjeron en la República Democrática del Congo (R. D. Congo); mientras que en la República Centroafricana cerca de 71 mil personas huyeron de su país. De nuevo la violencia y los conflictos armados fueron los detonantes principales de los desplazamientos forzosos. 

Sudán del Sur, R. D. Congo, Sudán, Somalia, República Centroafricana y Eritrea se encuentran entre los 10 primeros países del mundo desde los que se producen los desplazamientos y movimientos de personas refugiadas, mientras que Uganda, Sudán y Etiopía se encuentran entre los 10 primeros países de acogida del mundo. Cruzando estos datos la conclusión es que la mayoría de las personas africanas desplazadas forzosamente buscan acogida en los países vecinos. Una tendencia que se aprecia también a nivel mundial y que desmonta la creencia generalizada de que su destino final son los países del norte global.

Fuente: ACNUR.

Estos datos también arrojan una realidad a la que no podemos dar la espalda, y es que los campamentos de personas desplazadas se concentran en países empobrecidos sin que la comunidad internacional canalice toda la ayuda necesaria para aliviar el sufrimiento de la población que habita en ellos. En la mayoría de los casos el acceso a los servicios básicos es precario, servicios como agua y saneamiento, sanidad, educación, atención psicológica, seguridad o la asistencia jurídica. En otros casos, ni siquiera cuentan con el reconocimiento del país de acogida y se conforman como asentamientos informales autogestionados. Las consecuencias de todo esto son millones de personas cuyos derechos más básicos han sido vulnerados doblemente (en su país de origen y en el lugar de acogida) y una tensión constante con la población local que también atraviesa retos y dificultades multicausales. 

Los efectos ya visibles del cambio climático: migraciones y hambruna

El concepto de migraciones climáticas se acuñó hace ya algunas décadas. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) “comprenden el traslado de una persona o grupos de personas que, predominantemente por cambios repentinos o progresivos en el entorno debido a los efectos del cambio climático, están obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual”.

Los efectos del cambio climático pueden convertir a ciertos lugares en inhabitables: provocan la falta de recursos naturales tan indispensables para la vida como el agua o el alimento e impiden el cultivo y la cría de animales. Sin medios de vida y sin posibilidad de subsistir, la solución es desplazarse a otro lugar para salvar la vida. La tendencia de los últimos años es clara: el vínculo entre los impactos climáticos y la movilidad humana no ha dejado de aumentar.

En Madagascar se está produciendo en estos momentos una grave hambruna causada por el cambio climático. Sin obviar otras causas que exacerban la inseguridad alimentaria, como la violencia, la devastadora sequía que afecta al sur del país desde hace tres años está amenazando la vida de más de un millón de personas, en riesgo de morir de inanición. Esta zona ha sido intensamente deforestada desde hace décadas y ahora es una de las regiones del mundo más expuesta a los efectos del calentamiento global. Ante esta situación, las familias están desplazándose al oeste del país, forzadas por la imposibilidad de subsistir en su lugar de origen. 

Aunque es difícil determinar el número de personas que se desplazan a consecuencia del clima y la degradación ambiental, las previsiones más pesimistas arrojadas por el Banco Mundial alertan de que en 2050 el número de migrantes climáticos podría ascender a 216 millones de personas, de los que 105 se encontrarían en África.  Fuente

El continente está en la primera línea de la emergencia climática y la falta de agua y alimentos a consecuencia del cambio climático se extiende desde el cuerno de África hasta la zona central del Sahel. 
 

Acceso a la educación y otras desigualdades exacerbadas por la pandemia

Según los datos oficiales ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en África (1.300 millones de habitantes) se habían contabilizado, hasta enero de 2022, 160.000 muertes por la Covid-19 frente a 231.000 en la Unión Europea (447 millones de habitantes). A pesar de la dificultad de contabilizar los datos, todo parece indicar que la pandemia no ha tenido un efecto tan devastador en África como lo ha tenido en otros lugares del mundo

Lo que sí ha dejado constancia esta pandemia es la desigualdad entre el norte y el sur global a todos los niveles, que si bien ya existía con anterioridad, se ha exacerbado con la crisis sanitaria. Una de ellas es la desigualdad en el acceso a las vacunas, ya que mientras el 69% de la población europea está vacunada, ese porcentaje solo alcanza el 21% en África. El rápido desarrollo de la vacuna de la COVID  ya deja constancia de una desigualdad galopante, ya que para otras enfermedades que sí tienen un impacto devastador en el continente, como la malaria, el cólera, el ébola o el VIH, entre otras, la comunidad internacional no reacciona con la misma celeridad, ni eficacia, ni el acceso está garantizado a la población que más lo sufre.

Foto: Sergi Cámara.

Con la pandemia también hemos podido observar el impacto directo y nefasto en la educación de las niñas, niños y adolescentes. La educación online no ha sido una opción para millones de estudiantes africanos y el cierre de las escuelas se tradujo en un parón en seco de la educación. Y es que mientras en España el cierre de colegios duró 15 semanas, en los países africanos tardaron más en abrir sus aulas, como por ejemplo Uganda (83 semanas de cierre), Etiopía (62),  Sudáfrica (60) o Sudán del Sur (54). 

En Sudáfrica, la vuelta al cole 100% presencial apenas se produjo en marzo de 2022, dos años después del inicio de la pandemia, ante el temor del abandono definitivo de un millón de estudiantes que no se incorporaron al inicio del curso. Según un reciente estudio de UNICEF, el 43% de los estudiantes de las escuelas públicas en Liberia no regresó a las aulas cuando las escuelas reabrieron en diciembre de 2020; cerca de uno de cada 10 estudiantes ugandeses/as no volvió a los colegios en enero de 2022; y tres de cada cinco niños/as en Sudán del Sur no van a la escuela.

En este aspecto se produce, además, una brecha de género importante y es que son las niñas y adolescentes las que más probabilidades tienen de abandonar su formación. La falta de recursos y medios de vida fuerza el matrimonio temprano de niñas y adolescentes cuya vida queda relegada a la esfera de lo doméstico sin posibilidad de un futuro más allá del rol de mujer y madre. Los embarazos precoces y no deseados (muchos de ellos frutos de violaciones) aleja definitivamente a las jóvenes de las aulas y las condena a la marginalidad y el estigma. El mismo estudio de UNICEF apunta que en Malaui el abandono escolar femenino en la educación secundaria en Malawi creció un 48% en 2021; mientras que en Kenia el 16% de las niñas y jóvenes de entre 10 y 19 años no regresaron al aula cuando se reabrieron las escuelas (frente al  8% de los niños).

Estos datos muestran una realidad inasumible y es que, si no se ponen los recursos necesarios, estamos ante una generación perdida en un continente que destaca precisamente por su juventud (cerca del 70% de la población es menor de 30 años). Si la juventud es el futuro, África es el continente del futuro. Sin embargo, ante estos datos de escolarización y abandono escolar, la pregunta es: ¿qué futuro les espera?

 

NUESTROS PRINCIPALES PROYECTOS EN ÁFRICA

R. D. Congo, atajando el círculo de la pobreza

Uno de los conflictos cronificados que encontramos en África es el que enfrenta la República Democrática del Congo (RDC) desde hace unos 20 años. Las causas son multifactoriales (económicas, sociales, étnicas..), pero en los últimos años la violencia en torno a las zonas mineras y las regiones fronterizas ha aumentado considerablemente debido a que  los grupos armados tratan de dominar las zonas estratégicas en las que se encuentran los recursos mineros, provocando el desplazamiento de las poblaciones y la degradación medioambiental. Las necesidades humanitarias y de desarrollo siguen siendo inabarcables, especialmente para las 520 mil personas desplazadas que han llegado a RDC desde diferentes puntos de la región. Solo en Goma y sus alrededores se alberga a casi 3.000 refugiados y refugiadas.

En esta ciudad los asentamientos principales se encuentran en Minova (campos de La Poste y Mubimbi) y en Mugunga. Se trata de una población predominantemente joven (el 60% es menor de 18 años) donde el 57% son mujeres, adolescentes y niñas. Son lugares donde los derechos más básicos, como la alimentación (la inseguridad alimentaria afecta a un 80% de la población), la educación, la salud o el abrigo, no están garantizados. 

Tampoco el trabajo está garantizado en esta zona de RD Congo. La tasa de desempleo se sitúa en más del 80% de la población activa, lo que sume a la población en una situación de pobreza generalizada. La falta de recursos e ingresos, que es una pieza fundamental para poder acceder a los demás derechos, genera círculos viciosos de pobreza: sin trabajo no hay recursos y sin recursos es difícil obtener trabajo. 

Desde Entreculturas y junto al JRS, trabajamos desde 2014 en la provincia de Nord Kivu acompañando y atendiendo las necesidades de la población desplazada en la región. Tras una primera fase del proyecto ‘Formación e inserción laboral con enfoque de género’, 204 personas (38 hombres y 166 mujeres) han terminado la formación y han obtenido sus kits para arrancar sus pequeñas empresas. 

Foto: Irene Galera / JRS RD Congo.

Ahora estamos ideando una segunda fase que tiene como objetivo mejorar el acceso al empleo de 320 personas (227 mujeres y 93 hombres). Nuestro enfoque es trabajar de manera especial con mujeres y adolescentes víctimas de violencia, y con jóvenes en situación de vulnerabilidad para darles una formación que les permita crear sus pequeños negocios y abrirse así un horizonte más esperanzador para el futuro. Contemplamos estas tres líneas de acción concretas:

  • Mejorar la oferta formativa de los centros de formación. 
  • Reforzar las competencias y habilidades socio-laborales.
  • Reforzar las capacidades para la inserción laboral y la creación de negocios comunitarios. 

La segunda fase del proyecto aporta una respuesta innovadora a la problemática de la falta de recursos e ingresos que condiciona el acceso a todos los demás derechos y genera círculos viciosos de pobreza en las familias desplazadas y a nivel comunitario. 

Etiopía, asistencia humanitaria en medio del conflicto

En solo un año la población refugiada en Addis Abeba se ha duplicado. Si en enero de 2021 eran 36 mil las personas que se refugiaban en la capital etíope, ahora son más de 71 mil. Para entender qué ha provocado este rápido movimiento de personas hay que mirar hacia el norte del país, concretamente a la región del Tigray. Aquí, en noviembre de 2020, estalló un conflicto armado que enfrenta hasta el día de hoy al ejército del Gobierno contra las fuerzas rebeldes y que tiene a la población civil (también a la refugiada) como las principales víctimas.

Como consecuencia de la violencia, la inseguridad y el desabastecimiento de la ayuda humanitaria, decenas de miles de personas refugiadas, de origen eritreo en su gran mayoría, se han desplazado a otros campos, llegando muchas de ellas a Addis Abeba. En total, en 2021 se han contabilizado 1,2 millones de nuevos desplazamientos forzosos en Etiopía, una cifra que deja ver la grave situación que atraviesa el país.

En la capital estamos apoyando al JRS Etiopía en su respuesta humanitaria ante el reto de asistir a una población vulnerable que no para de aumentar: no solo la población refugiada, sino también las personas desplazadas internamente y la comunidad de acogida. Los tres colectivos soportan serias dificultades para satisfacer sus necesidades básicas, entre ellas, la alimentación, cuyos precios se han disparado debido a la inflación del 41% en alimentos.

Foto: Paula Casado / JRS Etiopía.

Nuestras líneas de acción se centran en:

  • Asistencia alimentaria de emergencia para las personas o familias más vulnerables. En paralelo, en la guardería 40 niños y niñas han recibido leche, té, galletas y pan. También se han repartido mantas y otros productos básicos no alimentarios.
  • Apoyo económico a 87 familias para poder comprar comida, adquirir productos  de primera necesidad y hacer frente al alquiler. 
  • Asistencia médica a través de un convenio con una clínica médica para atender a las personas con problemas de salud y derivarlas a los hospitales públicos en caso de que sea necesario. 
  • Apoyo psicosocial mediante formación a jóvenes entre 11 y 17 años sobre resolución de conflictos, habilidades sociales e interpersonales, gestión del tiempo, etc. 

Sudán del Sur, apoyando a las personas con diversidad funcional

Hace casi 12 años nacía Sudán del Sur, el país más joven del mundo que no ha dejado de enfrentar grandes retos desde que se independizó en 2011. El 82% de su población está en situación de extrema pobreza y el 60% hace frente a una inseguridad alimentaria crítica, mientras la paz no acaba de llegar en un país que prácticamente nació en guerra.

En el último año, Sudán del Sur está enfrentando la peor crisis humanitaria de su corta historia, que deja a dos cada tres niños y niñas (4,5 millones de menores de edad) en una situación urgente de asistencia humanitaria. Cerca de 2,3 millones de sursudaneses/as (el 63% son menores de edad) han huido a los países vecinos, mientras que el número de desplazados internos se sitúa en 1,87 millones de personas: es la peor crisis de refugio en África

Entre la población con mayor vulnerabilidad se encuentran las personas con diversidad funcional o necesidades especiales. A este colectivo nos dirigimos en los campos de personas refugiadas de Mabán y Doro, donde apoyamos a nuestra organización socia, el JRS Sudán del Sur. El proyecto ha contribuido a mejorar la calidad de vida de más de 400 personas que se encontraban en situación de gran vulnerabilidad a través de sesiones de fisioterapia, atención psicosocial y visitas domiciliarias para poder dar seguimiento caso por caso. 

Se ha atendido de manera especial a la infancia con la creación de grupos de apoyo con sesiones semanales donde las y los cuidadores de los menores con necesidades especiales en los campos de Doro y Gendrassa han podido formarse, compartir experiencias y participar en un espacio seguro que ha tenido una repercusión positiva en los cuidados de sus hijos e hijas. Además, se ha equipado el centro de cuidados de Doro, que apoya a 75 niños y niñas con diversidad funcional, con la adquisición de materiales terapéuticos como muletas, silla de ruedas o triciclos pediátricos.

Población con diversidad funcional, desplazada, en situación de vulnerabilidad, víctimas de la hambruna o del cambio climático… Son muchas (millones) las personas que merecen la atención que el mundo ha negado históricamente a África. Es hora de atajar las causas que están detrás de las viejas crisis y que alientan la aparición de nuevas. Solo así se podrá garantizar que los más de 1.407 millones de personas que habitan el continente tengan una vida digna y llena de oportunidades.

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