México: caravanas hacia la dignidad

“Caravana Migrante el 15 de enero. Buscamos refugio. En Honduras nos matan”. Esta era la convocatoria que emplazaba a la salida de una nueva Caravana de Migrantes el pasado 15 de enero desde San Pedro Sula (al norte de Honduras) hacia México y Estados Unidos. La Caravana, que efectivamente salió esa madrugada, era la tercera que se iniciaba en este país centroamericano y, como en los casos anteriores, fue haciéndose grande a su paso por El Salvador y Guatemala.

Tras días de travesía, finalmente más de 1.000 personas han cruzado a México, encontrándose, para su sorpresa, con las puertas abiertas y un permiso de residencia y trabajo por razones humanitarias. Sus compatriotas, las personas migrantes que formaron la primera y segunda caravana, no tuvieron tanta suerte y se enfrentaron a la contundencia policial y a los gases lacrimógenos. 

El éxodo centroamericano no parece que tenga una fecha de fin. La violencia, la pobreza y la corrupción política, siguen empujando a miles de centroamericanos y centroamericanas a salir de sus países en busca de una vida mejor (en este especial explicamos la situación de Honduras). Pero, ¿quiénes son? ¿Hacia dónde van? Hemos hablado con varias personas migrantes hondureñas y con el equipo de nuestra organización socia en México, el Servicio Jesuita a Refugiados, que nos han ayudado a entender la complejidad de este fenómeno.

A su llegada a Tapachula, en la frontera de México con Guatemala, el Servicio Jesuita a Refugiados - México (JRS México), acoge a las personas migrantes. A sus espaldas llevan más de 600 kilómetros, o lo que es lo mismo, unas 150 horas de camino.


 

Según nos cuenta Andrea Villaseñor, directora de JRS México, el perfil de las personas migrantes ha cambiado mucho en los últimos tiempos, ahora se encuentran con que la mitad de las personas que llegan a los albergues son mujeres huyendo de la violencia intrafamiliar y de género

Una de estas mujeres es Wendy*, con quien tuvimos la oportunidad de hablar: “La mara Salvatrucha mató a mis papás. Mi familia me golpeaba y me trataba mal. Mi hermano me quiso casar con un señor mayor cuando yo solo tenía 11 años. Soy testigo de un asesinato. La mara Salvatrucha me hizo una foto y estoy amenazada por ellos. Me buscan para matarme. Por eso no puedo volver a mi país.”

Como Karen, la mayoría de las personas migrantes que dejan Honduras tiene historias similares. Si no huyeron del país a causa de la violencia, se han topado con ella a lo largo de su camino de huida, y es que las mafias y grupos organizados encuentran en las personas migrantes víctimas con las que lucrarse. 

“No quiero regresar a mi país”, lamenta Wendy, quien dice haber encontrado en JRS la familia que nunca tuvo: “Ahora estoy en México y voy a empezar una vida mejor, una vida nueva. Voy a arreglar mi tarjeta para no regresar nunca a mi país.”

Otro perfil de migrante que se están encontrando es el de la persona que no tiene como meta llegar a Estados Unidos, sino que ve a México como su destino final.

Es el caso de Melvin*. Salió de Honduras con apenas 1.000 lempiras (poco más de 36 euros) y su finalidad es trabajar y establecerse en México. “Durante el viaje iba trabajando 2 o 3 días para ir a otro lugar y cuando se me gastaba el dinero volvía a hacer lo mismo”. Ahora desde Tapachula quiere llegar hasta Irapuato (a más de 1300 km, unas 277 horas caminando por la ruta más corta). “Mi pensar es quedarme en México para trabajar”. 

Cuando le preguntamos por qué se fue de Honduras es claro en la respuesta: “Por querer ayudar a mi familia me vine para acá.” Allí deja a su madre, hermanos y a una hija de 12 años. 

Karen Vanesa Pérez, abogada de JRS en Tapachula, se encarga de acompañar, asesorar, presentar casos y brindar atención a las personas que llegan ya sea para solicitar refugio o cualquier otro trámite. En su experiencia también ha visto un cambio en el perfil de las personas migrantes: “Antes venían sin información; ahora conocen mejor sus derechos.” Asegura haber visto centenares de casos y que todos ellos le han tocado profundamente. “A lo largo del camino se encuentran con violencia, persecución y hostigamiento por parte de las autoridades”.

Para Karen, la migración no va a cesar: “No creo que un cerco militar detenga la migración ni tampoco un muro, por más alto que esté.” Sin embargo, no pierde la esperanza y termina su relato con este deseo: “Espero que en el futuro seamos más humanos y construyamos más puentes en lugar de muros.”

* Nombres ficticios.

Ayúdanos a seguir defendiendo los derechos de las personas migrantes y refugiadas.