Coloquio sobre los "Retos de la educación intercultural"
¿Qué oportunidades y qué dificultades encontramos en nuestro trabajo de educación intercultural? Con este enfoque dio comienzo el debate y el intercambio de experiencias entre Ángel Serrano (Director del colegio Padre Piquer), Maria Luisa Berzosa (Fe y Alegría Italia) y Mertxe Orobio (coordinadora del Espacio Juvenil de Pueblos Unidos), moderado por Yenifer López, del departamento de Educación para el Desarrollo de Entreculturas.
"La interculturalidad forma parte de la identidad y la misión de este colegio, es algo consustancial a nuestra misión educativa", afirmó Ángel, el primero en intervenir. "Queremos conseguir que este colegio se convierta en una oportunidad educativa para todos y todas, sin que el nivel económico sea un condicionante para nadie. Para que esto sea posible es necesario hacer cosas distintas, transformar la idea de la educación. En el Colegio Padre Piquer contamos con lo que se llaman `aulas cooperativas multitarea´, donde hay 50 niños de 6 nacionalidades diferentes, con varios profesores al mismo tiempo, donde se hace uso de las nuevas tecnologías, con libros digitales y con diferentes espacios formativos... pudiendo trabajar en el aula a diferentes niveles. Con esto logramos la alegría de los chicos de venir al colegio, la alegría de los padres que ven a sus hijos con ganas de venir a aprender y lograr que estos chicos -cuando salgan del instituto- sepan adaptarse a las circunstancias con una escala sólida de valores... Creemos en una educación intercultural y, mediante este tipo de aulas, podemos llevarla a cabo", explicó.
"También apostamos por las `aulas de enlace´, donde los niños extranjeros están 9 meses hasta que aprenden a manejarse en el idioma y pueden comenzar los estudios. Yo la llamo el `aula de las emociones´ porque estos chicos y chicas que llegan a un contexto hostil (por diferente), se encuentran con amor y comprensión. En tercer lugar tenemos los `programas de cualificación profesional inicial´ para aquellos jóvenes que se encuentran en la frontera entre lo reglado y lo no reglado. Asimismo, nos preocupan mucho los `programas de compensatoria externa´... es algo que trabajamos de cara a aquellos chicos y chicas que se encuentran en contextos difíciles y de riesgo social. Intentamos llevar a la calle lo que se trabaja en el centro", relata Ángel Serrano.
"Por último, otra cosa relevante que sucede en Piquer es el esfuerzo que se hace en tratar de incorporar a las familias en los procesos educativos. En este colegio hay 1.100 alumnos, 470 familias. Muchas de ellas en situaciones muy complicadas de precariedad. El CAF (Centro de Atención a las Familias) de Piquer, con ayuda de un grupo de expertos de la Universidad de Comillas, nos ayuda a incorporar a los padres y madres en el proceso formativo".
A continuación, Maria Luisa Berzosa, religiosa de la congregación "Hijas de Jesús", de espiritualidad ignaciana, que actualmente se encuentra coordinando en Roma una universidad de inmigrantes latinoamericanos (los países que abarca el convenio Andrés Bello), compartió su forma de concebir la interculturalidad en el contexto educativo: "es una riqueza y un desafío. Antes, el perfil de nuestros alumnos era mayoritariamente adultos y mayoritariamente mujeres... En los últimos tres años, se ha empezado a dar una mezcla de jóvenes, adolescentes y adultos. Por el tema de la reagrupación familiar. También empezamos a atender a las familias, a los padres/madres de estos adolescentes que se encuentran muy perdidos... Nos centramos en la superación. Todos tenemos nuestros problemas, pero no basta con quedarse ahí, no hay que mantenerse en la dificultad, hay que superarla. Para ello, tenemos un espacio de formación "humana y cristiana" que sirve para sanar las heridas que ha generado la emigración y la posterior reagrupación familiar. Muchas veces, los chicos y chicas se han quedado solos en el país de origen o han sido llevados a la fuerza al país de destino, sin haber contado con ellos... o no se sienten queridos por los padres que los mandan con las madres (o viceversa). O cuando vienen a Europa, se encuentran con que la mamá ya tiene otra familia...", explica Maria Luisa.
"La otra palabra, además de la superación, es el acompañamiento. Intercambiamos dones y culturas, nos acompañamos mutuamente (profesores-alumnos y alumnos entre sí). Yo siempre sueño con ir más allá aún y establecer puentes para relacionarnos con las familias que quedan allá y con los otros chicos que se quedaron... generar una relación más intensa entre países", confiesa.
Por último, Mertxe Orobio (coordinadora del Espacio Juvenil de Pueblos Unidos), puso de manifiesto una serie de profundas reflexiones sobre los retos de la educación intercultural desde el ámbito "no formal". "No es un campo fácilmente analizable, se resiste a meterse bajo el telescopio... Surgen muchas preguntas y pocas afirmaciones tajantes. Hablo desde la experiencia concreta de la intervención en el barrio de La Ventilla, un programa con menores adolescentes dentro de Pueblos Unidos, con el 65% de origen marroquí y mayoritariamente de segunda generación en España. Este programa, el `espacio juvenil´, integra a chavales de familias muy vulnerables", comienza.
"La educación no formal es una educación lo suficientemente informal como para poder acoger (con todo lo que esa palabra significa) a quienes no encuentran su sitio o están incómodos en lo formal, animarles, potenciarles, valorarles con otros parámetros de medir. Lo no formal tiene mucho de formal, en el sentido de que es planificado, es querido con un fin concreto. El espacio juvenil tiene unos objetivos y unos métodos que no son habituales en la educación formal de la mayoría de los colegios: prevención del fracaso escolar, acompañamiento en la construcción de la identidad, promoción del ocio alternativo, cuidado de la autoestima, cultivo de los valores y las habilidades sociales...", detalla Mertxe. "Lo no formal tiene la ventaja de no tener que llegar a unos objetivos programados y estándares para todos por igual. La educación no formal implica mucha creatividad en el método y en las herramientas, no hay un currículum prefijado, sino que cada chico y cada chica necesita un método propio".
"Algunos peligros: a veces nos empeñamos en incrustar en el sistema a quienes constantemente son expulsados del sistema. ¿Podemos salirnos del sistema y jugarnos el futuro de esos chicos y esas chicas? ¿Nuestra mirada sobre los chavales es una mirada fija o a largo plazo? Nos planteamos la diferencia entre el verbo "ser" y "estar". A veces corremos el riesgo de perdernos entre las exigencias de los institutos y de las familias... Los padres se empeñan en ´lo más es lo mejor´, proyectando sus propios vacíos y sus propias frustraciones en sus hijos. Nos obsesionamos con los resultados académicos y nos olvidamos de las necesidades básicas definidas por Maslow... Y los recortes son un gran peligro... ¿de dónde recortamos?", plantea Mertxe.
Respecto a los retos o desafíos que se plantean en este contexto, Mertxe apunta las siguientes reflexiones: "debemos pasar de concebir a los chicos y chicas como objetos analizables a verlos como sujetos que construyen su vida, no hay un solo modelo de integración (influyen factores: experiencias personales, contextos familiar, etc). Otro desafío es creer en el potencial de la educación no formal y seguir potenciando nuestra creatividad. Seguir abriendo grietas en los techos de cristal... a la vida le basta una grieta para seguir creciendo (el techo de cristal de la tendencia natural de cerrarse en el propio grupo, de los prejuicios mutuos, de la mirada de los resultados académicos...). La incorporación al mercado laboral de quienes tienen una formación más precaria es también otro desafío. Las familias no saben muy bien cómo acompañar a los hijos en esa primera fase laboral y los abandonan a su suerte. Las necesidades básicas están "básicamente" cubiertas, cada vez hay más precariedad, lo que provoca que empiecen a moverse en ambientes no todo lo legales que deberían... Tenemos que dedicar tiempo a analizar cómo responder a las necesidades reales de los chicos y chicas, tener un pie en la calle para saber lo que pasa allí... Y, finalmente, fomentar la participación es otro enorme desafío... ¿cómo lograr que los jóvenes se hagan responsables de algo? Participar genera una dinámica muy positiva, porque nos deja aportar lo que somos y porque nos retorna un reconocimiento...".