8 septiembre: Día Internacional de la Alfabetización

"Su madre, Catherine, se inclinaba por encima de su hombro. Miraba el doble rectángulo bajo la luz, la ordenación regular de las líneas; también ella respiraba el olor y a veces pasaba por la página sus dedos entumecidos y arrugados por el agua del lavado como si tratara de conocer mejor lo que era un libro, de acercarse un poco más a esos signos misteriosos, incomprensibles para ella, pero en los que su hijo encontraba, con tanta frecuencia y durante horas, una vida que le era desconocida y de la que volvía con una mirada que posaba en ella como si fuera una extranjera".

 

Albert Camus, El Primer Hombre

 

Al igual que la madre del filósofo y escritor Albert Camus, muchos hombres y mujeres en la actualidad carecen de la facultad de interpretar un libro y, en consecuencia, de acceder al sentido y al conocimiento que encierran los textos. Para ellos no son más que garabatos misteriosos, puertas cerradas que les niegan el paso a algo tan fundamental como es conocer sus propios derechos, tener constancia de su propio pasado o desarrollar sus potencialidades para tener voz en la sociedad en la que viven.

En Entreculturas consideramos que esta situación es intolerable en tanto que transgrede el derecho básico a la educación que, como seres humanos, tienen todas las personas. Por eso queremos visibilizar con este comunicado los casi 800 millones de analfabetas y analfabetos adultos que, según la UNESCO, se contabilizan aún en todo el mundo. En los albores del siglo XXI, el acceso de todos y todas a la educación sigue siendo una tarea pendiente que compromete el bienestar de regiones enteras del planeta. Es cierto que estar alfabetizado no es el único derecho que debería ser inviolable, pero sí que es uno de los más esenciales, sin cuya consecución todos los demás se convierten en quimeras. De ahí que deba situarse como una de las prioridades más apremiantes para todos aquellos que creemos y defendemos que otro mundo es posible.

Las cifras de analfabetismo entre los mayores de 15 años no han experimentado cambios significativos en los últimos 50 años. Algo que tampoco ha cambiado es el hecho de que la inmensa mayoría de las personas analfabetas viven en los países pobres, cuya población sobrevive, en su mayoría, con menos de 1 dólar al día. El analfabetismo y la pobreza van de la mano. En lo que respecto al género, las estadísticas muestran cómo, por cada 100 hombres alfabetizados, encontramos tan sólo 88 mujeres que sepan leer y escribir. En algunos países, la diferencia entre hombres y mujeres alfabetizados es aún más acusada. De los 68 millones de personas analfabetas que hay en los estados árabes por ejemplo, 43 millones son mujeres.

La alfabetización es imprescindible para que el ser humano desarrolle toda su potencialidad. Debe ser entendida como "la puerta" que permite a los seres humanos acceder a un universo de conocimiento. Y esta puerta debería permanecer abierta durante toda la vida. Es en este punto donde cabe preguntarse por qué, siendo la alfabetización universal de personas adultas tan necesaria, parece un sueño imposible de alcanzar, y por qué el analfabetismo ha dejado de ser una de las preocupaciones de algunos gobiernos y de las agencias internacionales de desarrollo. Es cierto que, pese a las dificultades financieras que deben afrontar, hay un buen número de países que han incrementado en los últimos años la preocupación por alfabetizar a su población adulta. Algunos de los países más pobres de la tierra presentan en sus presupuestos nacionales partidas específicas para la alfabetización de personas adultas. Es el caso de Burkina Faso, Camboya, Ghana, Nicaragua, Honduras, Ruanda... Otros, con el apoyo de la cooperación internacional, están haciendo transformaciones significativas para incluir la alfabetización de personas adultas entre sus prioridades. Pero los esfuerzos aún son insuficientes.

¿Cuáles serían las principales razones (o sinrazones) de la escasa atención a la alfabetización de adultos? En primer lugar, su supuesta falta de rentabilidad: aunque se calcula que el coste de una buena alfabetización se sitúa entre 50 y 100 dólares por persona, lo cual es considerablemente bajo para los efectos positivos que genera, muchos sostienen, hasta el día de hoy, que alfabetizar a personas adultas resultaría costoso y dudosamente eficaz. Otro argumento utilizado con frecuencia es la supuesta incapacidad de las personas adultas para aprender y para poner en marcha las transformaciones individuales y sociales que apareja la alfabetización.

Una sociedad democrática precisa de personas alfabetizadas que participen activamente en su desarrollo y consolidación. Sin una población consciente, organizada y demandante de sus derechos, no es posible que se desarrollen políticas públicas adecuadas, que beneficien al conjunto de la población y fortalezcan el Estado de Derecho. Cuanto más elevado es el índice de alfabetización de una sociedad, mayores son los beneficios en el ámbito político, económico y social, o en la salud pública. De ahí que favorecer el acceso a la educación permanente sea una responsabilidad colectiva e inaplazable.

Precisamente por eso, porque todo objetivo requiere una base y toda iniciativa de cambio precisa un buen conocimiento previo de lo que se quiere mejorar, Entreculturas ha publicado el informe "Alfabetización, puerta del conocimiento", para que nos informemos y ayudemos a otros a estar informados de cara a propiciar el debate en torno al analfabetismo. ¿Por qué persiste el problema? ¿A quiénes afecta en mayor medida? ¿De qué manera nos incumbe a todos? ¿Qué hacen las autoridades para remediarlo y qué podemos hacer nosotros? A este y a otros muchos interrogantes trata de dar respuesta este trabajo.

 

Cómo la educación cambió sus vidas

PERUSI NYIRAMATUNGO,  48 años. (Mujer refugiada en Ruanda)

"Me sentía subestimada y he querido aprender a leer y escribir para evolucionar. Mis padres no me llevaron a la escuela y después las circunstancias no me lo han permitido. Aquí en el campo ha sido cuando me he decidido, porque no tenía muchas ocupaciones y disponía de tiempo. Después de que he aprendido a leer y escribir, puedo leer las cartas que recibo de mis hijos y de amigos que viven fuera del campo. Mis hijos y mis amigos me escriben una carta y sé ponerme delante del papel y entender lo que he leído. La recibo y la leo yo sola. Puedo coger la Biblia, ponerme delante de la asamblea y leer la palabra de Dios. Sé lo que la palabra de Dios quiere decir y puedo explicarlo. Aquí en el campo me han enseñado también algo de francés y sé decir buenos días, buenas tardes, gracias, adios, el hospital, la escuela... También me han enseñado a cocinar, a preparar bien la comida, nociones de costura..."

SEGACA NYABUDENGE, 63 años (Hombre refugiado en Ruanda)

"Aprendí a leer a los 61 años. He visto a las otras personas mayores que iban a la Iglesia, que leían la Biblia, que sabían leer las cartas de sus hijos, que sabían controlar los cuadernos y los deberes de los niños y pensé: tengo que hacerlo, tengo que aprender a ayudar a mis nietos con sus deberes. Antes yo no me atrevía a hablar porque me sentía ignorante. Ahora tengo la libertad de hablar delante de la gente intelectual de la asamblea y que me escuchen. Sé leer y escribir y me siento orgulloso".

CHEFA, mujer alfabetizada en un programa de Fe y Alegría Perú

"He nacido en el Bajo Piura y ahora tengo 68 años y he tenido una niñez muy triste. Nunca supe lo que era el juego. Nosotros decíamos: así será y hay que resistir, hay que aguantar. Vivíamos bien flaquitos, bien morenitos. Ahora todavía tengo color de tanto sol. ¡Un sol!. Al colegio no íbamos ¡así será! decía yo. Ni siquiera una idea para que nuestros padres nos manden al colegio. Para mí, era normal. No teníamos otra salida porque como no entendíamos, no sabíamos nada. 

Después de toda esa oscuridad, de toda esa maldad, vino la reforma. Empecé a entender que la vida no era así. Entonces fui aprendiendo. Aprendí ¡ay! ¡Que alegría me dio! Porque iba aprendiendo la A, la B, y de repente ya juntando las sílabas. Luego puse mi nombre... Ya leía pues, deletreando letrita por letrita. ¡Ya se me juntaba una palabra! ¡Ay! ¡Qué alegría! Ese fue mi nacimiento. Para mí, digo yo, un nacimiento rico, rico, rico, porque ya aprendí a leer, me aprendí a relacionar con la gente. Y ahora he avanzado, avanzado, avanzado. Ahora sé muchísimas más cosas. He sido partera, he salvado a niños. Ahora soy rica en comparación cuando fui niña. Ahora soy. Estoy orgullosa de lo que sé. ¡Una luz!".