"A día de hoy, los números netos de la migración ya han vuelto a crecer", Javier Cortegoso, coordinador de la RJM América Latina y Caribe
Javier Cortegoso es el coordinador de la Red Jesuita con Migrantes para América Latina y el Caribe desde hace ya tres años. Actualmente vive en la Ciudad de México, después de una larga trayectoria laboral en Entreculturas y en la Compañía de Jesús de España. Con motivo al Día Internacional de las personas Migrantes, hablamos con él para conocer de primera mano la situación de los flujos migratorios en la región sur y centroamericana.
¿Cómo ha afectado la pandemia a los distintos flujos de personas migrantes que existen en América Latina?
En el caso de América Latina y del Caribe, la Covid-19 desnudó con toda la claridad la estructura de pobreza y de desigualdad de la población. Básicamente se les ha propuesto elegir entre la salud y el sustento familiar porque la mayoría de estas personas en situación de migración forzada viven de la economía informal y digamos que no hubo esa presencia.
Especialmente, en el caso del flujo venezolano y del flujo centroamericano, ha habido una bajada de volumen durante unos meses. Pero yo no hablaría de una pausa de la migración forzada, sino de un tomar impulso para salir con más fuerza. A día de hoy, en este momento donde los procesos de vacunación llevan un avance desigual, los números netos de la migración ya han vuelto a crecer.
¿Qué respuesta política han dado los gobiernos de estas regiones en el momento más duro de la pandemia?
No podemos caer en la tentación de hablar de América Latina y Caribe como un todo. Ha habido distintas prácticas políticas y distintas respuestas, pero a rasgos generales, es verdad que poco a poco muchos Gobiernos han dado pasos positivos, por ejemplo, el acceso a la vacunación con la población migrante.
Sin embargo, si hablamos de la acción política respecto a la migración más allá del tema de la Covid-19, el panorama en América es desolador. Hay todo un enfoque de acción política en la migración que no está basada en los derechos humanos, sino en un enfoque de seguridad nacional.
En 2020, las personas venezolanas migrantes o desplazadas se enfrentaron a diferentes escenarios, ¿cómo se dio el proceso de las personas retornadas?
Hablar del retorno de personas venezolanas no tiene que despistarnos de la gran verdad de Venezuela, la que sigue siendo la segunda gran crisis migratoria a nivel mundial. La situación del país no presenta cambios significativos, de hecho, la tendencia de salidas del país sigue en crecimiento.
La gente no sale en avión de Venezuela, hay un primer proceso de caminar dentro del país en unas condiciones terriblemente precarias, más todo el sucesivo proceso que es mayoritario de personas caminantes.
¿Cuál es el principal lugar de destino de estas personas venezolanas que se ven obligadas a migrar?
Colombia, con diferencia, es el principal país receptor. Perú también es un país que ya desde el 2016 ha ido incrementando la presencia de población venezolana y eso se va manteniendo. Pero también estamos encontrando otros destinos migratorios de personas que tienen la oportunidad de tomar un avión hacia los Estados Unidos o España.
Otro elemento que estamos encontrando es el creciente rechazo y criminalización de la población migrante venezolana en todo el continente. Igual que sucede con la migración haitiana, existen grupos de población que han estado durante un año buscando la posibilidad de integrarse en un país, pero luego toman la decisión de cambiar de país. Por ejemplo, desde Colombia a Ecuador, Perú, llegar a Chile y establecerse en Argentina.
¿De qué manera la Red Jesuita con Migrantes ha respondido a esta realidad? ¿Cómo ha dado continuidad a su trabajo en medio de la pandemia?
Durante la pandemia, ha habido una clara violación de los derechos humanos de las personas en situación de migración forzada. Ha empeorado la situación de los sistemas de protección internacional y de asilo desde los países y hay una falta de integración en cuanto al acceso a la vacunación, acceso al sistema de salud de las personas migrantes y refugiadas.
Frente a esta situación, la Red Jesuita con Migrantes, con el apoyo de toda la diversidad de obras que la componen y otros aliados en la Iglesia y de la sociedad civil, hemos realizado un trabajo muy fuerte de incidencia para denunciar esas situaciones y favorecer el acceso a derechos de las personas migrantes. Además, hemos tenido que aprender a movernos en un ámbito nuevo: herramientas virtuales, nuevas plataformas de intercambio, generación de conocimiento..
Algo muy bonito que ha surgido durante la pandemia son unas comunidades de prácticas, saberes y aprendizajes. Un trabajo fuerte que ayudó también a armar algunas estrategias, acompañar distintas intervenciones desde los distintos países de manera coordinada.