Discapacidad y educación: no dejemos a nadie atrás
- Ecuador
Foto: Monteserin Fotografía
“Mi hijo nació un jueves y, al día siguiente, el viernes, los médicos me hicieron firmar un posible parte de autopsia por si fallecía durante el fin de semana. Tal era su grado de malformación que no le daban ninguna esperanza de vida. Sin embargo, Alexander tiene hoy 6 años y, a pesar de algunas limitaciones físicas, es un niño completamente normal, integrado en la escuela regular. Estudia Educación Básica en Fe y Alegría y sueña con ser presidente, otras veces bombero o doctor”, afirma Verónica Ortiz, madre de Alexander.
Muchas familias desconocen o carecen de un diagnóstico claro de la discapacidad de sus hijos e hijas, lo que genera falsas expectativas o subvaloración de las capacidades de sus pequeños. Ese fue el caso de Alexander que, hasta el año de nacer, nadie supo decirle qué le pasaba. Finalmente se le diagnosticó Síndrome de Nager que, pese a los problemas físicos que entraña, no afecta en nada al desarrollo psíquico de los pacientes.
El desconocimiento y el miedo a no saber interactuar con las personas que presentan alguna discapacidad es lo que genera el rechazo y la exclusión. “A mi hijo, al verle caminar torcido, con su bracito corto y su labio leporino enseguida le ven como rarito”, comenta Verónica, “pero gracias a Fe y Alegría y a la confianza y la profesionalidad de todo el equipo docente, mi hijo pudo demostrar que era un alumno más, con algunas necesidades logísticas especiales, pero capaz de seguir el nivel de sus compañeros”.
En la actualidad, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que hay mil millones de personas con discapacidad en el mundo (alrededor del 15% de la población mundial). Unos 93 millones, de acuerdo a estimaciones de UNICEF, son niños y niñas. Es cierto que han sido muchos los avances y las normativas a nivel internacional que han regulado y defendido el derecho a la educación de todos los niños y niñas, independientemente de las diversidades funcionales que puedan presentar, sin embargo, sus oportunidades de acceso a la educación, de permanencia en el sistema y de progreso adecuado a sus necesidades son menores en prácticamente cualquier lugar del mundo.
El Informe de la ONU de 2018 sobre Discapacidad y Desarrollo revela que, de media, 1 de cada 3 niños y niñas con discapacidad en edad de cursar primaria no está escolarizado, en comparación con 1 de cada 7 niños sin discapacidad. Una tendencia que se refleja también en la menor tasa de alfabetización de las personas con discapacidad: un 54% frente al 77% de las personas sin discapacidad. Por lo que aún queda mucho camino que recorrer.
Foto: Monteserin Fotografía
Por una educación realmente inclusiva
En el Foro Internacional de la UNESCO sobre Inclusión y Equidad en la Educación, que se llevó a cabo en Colombia el pasado mes de septiembre, la subdirectora general de Educación de la UNESCO, Stefania Giannini, declaró que "no es posible hablar de desarrollo sostenible sin darle la oportunidad a cada menor de descubrir sus talentos y transformar su vida". Y esa línea es también la que defendemos desde Entreculturas y desde Fe y Alegría, una de nuestras principales contrapartes cuyos proyectos de educación inclusiva apoyamos.
Fe y Alegría entiende la diversidad como una riqueza y trabaja para garantizar el derecho a una educación de calidad de todos y todas, también de las personas con discapacidad. Cuenta con un modelo de gestión que centra las responsabilidades del proceso de inclusión en el centro educativo (ya sea un centro de educación especial o un centro de educación regular), para que sea éste quien se apropie progresivamente de sus responsabilidades y deberes en cuanto a inclusión se refiere. Para ello, pone a su disposición un equipo multidisciplinar (psicólogo clínico, psicólogo educativo, trabajador social, logopeda, etc) que, junto al responsable de inclusión educativa, se encarga de trasladar el conocimiento y las herramientas necesarias al cuerpo docente. Por otro lado, la estrategia pasa también por trabajar paralelamente con las familias y con los alumnos y alumnas, tanto los que presentan la discapacidad como los que no. La idea es fomentar el mutuo descubrimiento, la aceptación y la adaptación para que la inclusión sea algo progresivo y no genere frustraciones ni rechazos.
Fe y Alegría trabaja en materia de educación inclusiva en 6 países de América Latina, aunque los que tienen más experiencia y un programa muy elaborado y extenso en materia de inclusión son Bolivia y Ecuador, los dos que apoyamos desde Entreculturas.
Foto: Elisa García
En Ecuador el trabajo de educación inclusiva con niños, niñas y jóvenes con discapacidad se desarrolla en 6 centros educativos de las provincias de Pichincha, Manabí, Guayas y Santo Domingo de los Tsáchilas, alternando -según la evolución y la respuesta de cada alumno y alumna- entre la educación especial (exclusiva para quienes presentan discapacidad) y la regular (la que se ofrece a todos los niños y niñas). Alrededor de 500 niños, niñas y jóvenes discapacitados están siendo atendidos por Fe y Alegría Ecuador.
En Bolivia el formato es prácticamente idéntico. Se trabaja en 35 centros educativos de Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, acompañando y defendiendo el derecho a la educación de calidad de 570 niños, niñas y jóvenes con discapacidad. En todos los centros se trabaja también para que un total de 778 docentes mejoren sus capacidades humanas y pedagógicas para atender al alumnado con discapacidad, así como en la capacitación y sensibilización de los padres y las madres para que mejoren el apoyo a sus hijos y se involucren en las actividades colectivas de los centros.
Finalmente, como resultado de todo este proceso educativo, lo que se pretende lograr es que los jóvenes puedan acceder al mercado laboral y que las empresas habiliten puestos de trabajo para personas con discapacidad.
Se trata de un eslabón muy importante de la cadena en el propósito de lograr una inclusión plena y efectiva en la sociedad.
Foto: Sergi Cámara
Michel Ange es una joven haitiana de 16 años que perdió su pierna izquierda a los seis años de edad y resistió al devastador terremoto de Haití de 2010. Con el apoyo de Fe y Alegría Haití consiguió una prótesis y comenzó a estudiar en la Escuela Comunitaria de Bas Canaán, un lugar donde ha roto las barreras de la desigualdad y las de su propia discapacidad. Michel Ange forma parte del programa La Luz de las Niñas, juega al fútbol (su gran instrumento de superación) y de mayor quiere ser azafata de vuelos.